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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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China, Perú y el corredor de Brasil hacia el Pacífico

Las inversiones chinas en el país andino tienen en el megapuerto de Chancay la mayor manifestación de la influencia económica de la potencia oriental.
Martes, 26 de noviembre de 2024 01:25
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La inauguración del megapuerto de Chancay, situado a 80 kilómetros al norte de Lima, coprotagonizada por la presidenta de Perú Dina Boluarte y su colega chino Xi Jinping es un punto de inflexión en el vínculo entre China y América Latina. El complejo portuario, construido por la empresa estatal china Cosco Shipping, demandó una inversión de 3.500 millones de dólares y posibilitará reducir entre 10 y 20 días el tiempo de navegación entre América del Sur y Asia.

El proyecto transformará a Chancay en el epicentro de las exportaciones sudamericanas al continente asiático. Clemente Baena Soares, embajador de Brasil en Perú, señaló que el puerto otorgará un fuerte impulso a los productores de su país. Agregó que "la soja sería la más beneficiada y otros productos agrícolas". Beijing ambiciona construir una línea ferroviaria que conecte a Chancay con Brasil, su mayor socio comercial en América Latina.

Raúl Pérez, Ministro de Transportes y Comunicaciones de Perú, proclamó que "nuestro objetivo es convertirnos en el Singapur de América Latina", en referencia al polo marítimo del sudeste asiático, convertido en uno de los puntos estratégicos del comercio mundial. Simultáneamente empresas chinas se proponen hacerse cargo del servicio de distribución eléctrica en Lima.

El "Indice China 2022", un estudio comparativo sobre 82 países elaborado por el Doublethink Lab, una organización no gubernamental presidida por Puma Shen, un académico que es vicepresidente de la Asociación de Derechos Humanos de Taiwán, afirma que Perú y Sudáfrica son los dos estados del hemisferio occidental que registran una mayor influencia económica y política del coloso asiático.

Ambos países empatan en el quinto lugar en una tabla de posiciones cuyos diez primeros puestos comparten con ocho países asiáticos y ningún otro de Occidente: Pakistán, Camboya, Singapur, Tailandia, Filipinas, Kirguistán, Tayikistán y Malasia. Esa ubicación implica que Perú tiene con China un vínculo más cercano que Venezuela, Nicaragua, Cuba o Bolivia, cuyos gobiernos tienen mayor proximidad con el régimen de Beijing. En ese ranking Venezuela ocupa el puesto 25 y Bolivia el 60.

Esta tendencia se intensificó con sucesivos gobiernos de distinto signo. El punto de inflexión ocurrió en 2010, durante la presidencia de Alan García, cuando Perú y China suscribieron un tratado bilateral de libre comercio, que fue el segundo firmado por un país latinoamericano, después de Chile. En 2017, bajo el mandato de Martín Vizcarra, Perú ingresó al Banco Latinoamericano de Infraestructura, un instrumento financiero impulsado por Beijing para competir con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. El vínculo estructural se profundizó en 2019 durante el gobierno de Pablo Kuczynski, cuando Perú materializó su incorporación a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que constituye la principal vía de expansión global implementada por China.

Estos acuerdos exhiben visibles resultados prácticos. Detrás de Brasil, Perú es el país latinoamericano que recibe mayores inversiones chinas. 200 empresas chinas llevan radicados 30.000 millones de dólares. En 2015 China se convirtió en el principal socio comercial de Perú. En 2021 el comercio bilateral ascendió a 37.000 millones de dólares, lo que significó un brutal salto del 60% en relación al año anterior. En 2020 China Yangtze Power International pagó 3.700 millones de dólares por la adquisición de Luz del Sur, la mayor compañía distribuidora de energía eléctrica.

Esa presencia creciente se manifiesta en diferentes áreas, inclusive en algunas preocupantes para Estados Unidos, como en las comunicaciones, con el desarrollo de la tecnología de 5G, donde la compañía china Huawei lleva claramente la delantera sobre sus competidoras. Otro caso especial es el sector minero. El proyecto más ambicioso en ese rubro, muy resistido por las organizaciones ambientalistas, es el complejo de Las Bambas, una mina de cobre a cielo abierto que, según sus promotores, podría aportar hasta el 1% del producto bruto interno peruano.

Historia y política

La economía no funciona como un objeto envasado al vacío. Lo más sugestivo del "Indice China 2022" es que en un puntaje de vulnerabilidad donde el máximo posible es 100 Perú tiene 62 puntos en términos de influencia política y cultural de la superpotencia asiática. Esa medición incluye la presencia de la agencia estatal Xinhua en los medios de comunicación, la asiduidad con que periodistas peruanos visitan Beijing para recibir cursos de capacitación de entidades estatales, los acuerdos de cooperación entre las universidades peruanas y empresas chinas de primer nivel, entre ellas Huawei, Alibaba o Tencent, y la intensa actividad del Instituto Confucio, que promueve la lengua y la cultura del país oriental.

Para China la historia es parte del presente y su influencia en Perú tiene profundas raíces históricas. En un artículo publicado en el diario "El Peruano", Xi Jinping recordó al pensador marxista Juan Carlos Mariátegui quien en su libro "Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana" señaló: "Espiritual y físicamente, la China está mucho más cerca de nosotros que Europa. La psicología de nuestro pueblo es de tinte más asiático que occidental .Este es el "código secreto civilizatorio" que explica la inseparabilidad entre los inmigrantes chinos y los peruanos en los últimos 175 años".

Desde la abolición de la esclavitud, decidida en 1854 por el presidente Ramón Castilla, Perú recibió una importante oleada de inmigrantes chinos, contratados en empleos de baja calificación para reemplazar a la mano de obra esclava en el desarrollo de obras de infraestructura. Con el tiempo, ese alud inmigratorio se mezcló con la población aborigen, lo que originó un mestizaje étnico que se advierte en la adopción de algunas costumbres y en cierta tradición gastronómica.

Esa fusión étnica potenció la credibilidad de la tesis del navegante e historiador británico Gavin Menzies, quien en su libro "1421: el año en que China descubrió el mundo" relata las peripecias de una gigantesca flota china, encabezada por el almirante Zehjn Ze, quien habría dado la vuelta al mundo un siglo antes que Hernando de Magallanes y visitado las costas peruanas mucho antes del arribo de los conquistadores españoles comandados por Francisco Pizarro. Menzies intenta probar su teoría con testimonios de arqueólogos y botánicos que aseguran haber encontrado vestigios de esa presencia.

Más allá de interpretaciones cargadas de intencionalidad política, lo cierto es que a partir de la década del 90, con el gobierno de Alberto Fujimori, Perú protagonizó una vigorosa apertura internacional de su economía que derivó en la celebración de tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea y en su protagonismo en la creación de la Alianza del Pacífico, en la que participan Chile, Colombia y México.

La economía peruana registró desde entonces una permanente afluencia de inversiones extranjeras. La mayor parte provino de Estados Unidos, a través de compañías como Cerro Verde y Southern Copper Corporation, que operan en la explotación del cobre y transformaron a Perú en el segundo exportador mundial, pero también de países como España, Gran Bretaña, Japón, Suiza y Corea del Sur.

Ese ola de inversiones se acentuó a partir del descubrimiento de uranio por la empresa canadiense Plateau Energy en 2017 y muy especialmente por el hallazgo de litio. El proyecto de Falchani, a cargo de la también canadiense American Lithium, es considerado el sexto yacimiento de su tipo en el mundo.

China, que ingresó mucho más tarde en esa carrera, es ahora el segundo inversor extranjero, apenas detrás de Estados Unidos. Pero esta cercanía despierta recelos en Washington, aunque no perturba el funcionamiento del tratado bilateral de libre comercio de Perú con Estados Unidos. En Lima, más allá de los frecuentes cambios en la cúspide del poder, el modelo económico y la política exterior han permanecido virtualmente invariables desde la década del 90.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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