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Peleas de cúpula que complican al país

El rol de Villarruel puede ser crucial; como decía John Adams, célebre vicepresidente y presidente de EEUU entre 1797 y 1801: el vicepresidente de "ser nada puede pasar a ser todo".
Viernes, 29 de noviembre de 2024 02:06
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Un tema controvertido en estos días es el papel de la vicepresidenta Victoria Villarruel en el gobierno del presidente Javier Milei.

Para ahondar en este tema, repasamos algunas características del rol de los vicepresidentes en la región. Así, en América, de diecinueve regímenes presidencialistas diecisiete tienen vicepresidente y en su forma de elección, las fórmulas de presidente y vicepresidente son votadas en conjunto, excepto Venezuela que lo elige el presidente. En Perú y Costa Rica, electos por fórmula presidencial, se eligen dos vicepresidentes y en Honduras tres.

En referencia a los espacios que ocupan en el gobierno, sólo en Argentina, Bolivia, Estados Unidos y Uruguay el vicepresidente tiene un lugar en el Poder Legislativo; en Estados Unidos y Argentina preside el Senado, y vota solamente en caso de empate; en Brasil, Panamá, República Dominicana y Venezuela, el vicepresidente integra el Consejo de ministros y puede ser ministro de Estado.

La forma de elección y los espacios de poder que ocupan en los gobiernos nos hablan a las claras de que los vicepresidentes forman parte del entramado de decisiones de los gobiernos.

Entonces, cuando el presidente Milei le dedica -al día siguiente del 19 de noviembre en que se cumplió un año de la victoria- una serie de críticas públicas a la vicepresidente Villaruel, tales como que "no tiene ninguna injerencia en la toma de decisiones" y que mantiene un diálogo "meramente" institucional; realizadas en una fecha simbólica, como el aniversario de las elecciones presidenciales, denotan la intencionalidad política de exhibir sin tapujos que el poder político lo tiene un solo líder que decide los destinos del país.

El liderazgo, no se declama, se ejerce. Para ello, Milei hace ver el control político que ejerce sobre el único funcionario electo habilitado constitucionalmente para reemplazarlo.

Luego, la estrategia de control es prístina: primero, vaciar de contenido la figura de la vicepresidente, ratificando que "no decide"; la segunda, es esterilizar el dialogo político, porque dialogar con la vicepresidente es hablar con "nadie" ya que no sólo no dialoga con el que decide, a la sazón el presidente; sino que el contacto con ella no suma a la hora de tomar decisiones y, como sabemos, en los ámbitos de poder lo que no suma, resta.

Estas acciones políticas del presidente se producen en vísperas del 10 de diciembre, una fecha simbólica para la Democracia, en la que se emparenta la apertura democrática con los derechos humanos, luego de la oprobiosa dictadura militar finalizada en 1983. Decimos, en vísperas del 10 de diciembre, ocasión de aprobación por la labor cumplida a un año de asunción de los actuales presidente y vice, que sumado a un contexto político de baja de la inflación, la apreciación del peso, la baja del riesgo país, la suba de bonos y acciones de Argentina, la eliminación del impuesto país y el éxito del blanqueo; el gobierno se empodera y festeja.

En esta coyuntura favorable donde se consolida el poder simbólico y factico, ¿Qué hace el presidente? ¿lo usa para disciplinar opositores? ¡No!, focaliza su poder para vituperar a quien está en segundo término en la línea sucesión presidencial en Argentina.

Un "clásico argentino"

Las opiniones en los entretelones del poder afirman que la actual relación entre Milei y Villarruel es un "clásico argentino" en referencia a las relaciones entre el presidente y el vicepresidente de los mandatos de los expresidentes Carlos Menem, Fernando de la Rua, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Abonando una discutible teoría, en la que se sostiene que históricamente primaron los intereses partidarios y económicos por sobre los principios republicanos.

Lo que, si se pude afirmar, con beneficio de inventario, es que quienes conformaron fórmulas de presidente y vicepresidente en Argentina, tenían estas características: los titulares del poder pertenecían a partidos políticos de gran raigambre política, con partidos con historias que remontan al siglo XlX hasta el siglo XXl y que las fórmulas estaban constituidas, por lo menos, con un líder político reconocido. Además, con dos alianzas que llegaron al poder: UCR – FREPASO y la "concertación plural" del kirchnerismo con radicales disidentes.

El partido LLA, de se constituyó hace tres meses, y Villarruel renunció al partido Demócrata el año pasado. Es decir, tenemos a los integrantes de la fórmula: uno estrenando partido y otra, sin partido político, liderando en las encuestas de opinión, con una alianza electoral entre dos visiones antagónicas: el liberalismo libertario vs el nacionalismo católico.

Rispideces en la cúspide

Ahora bien, los antecedentes de rispideces en el poder presidencial que consistieron, por parte de Cristina Fernández, en tratar de "okupa" al vicepresidente Julio Cobos y el gobierno de la Alianza se derrumbó por el enfrentamiento extremo entre el presidente Fernando de la Rua y su vice, Carlos Álvarez, situaciones que avasallan el respeto debido a relaciones personales e institucionales entre dos mandatarios con igual legitimidad de origen.

Cuando el presidente asegura públicamente que la vicepresidente está al margen de la decisión política y que dialogar con ella no tiene entidad política alguna, se infiere que, cual "mancha venenosa", no hay que acercarse a Victoria Villaruel, so pena de ser sindicado como traidor/ conspirador en contra de las políticas oficiales.

Preocupación

La preocupación es legítima, porque, haciendo votos para que el gobierno inicie el camino del dialogo y la moderación, también hacemos votos para que el futuro de este gobierno o el de cualquier otro signo político, no se cimente en el personalismo excluyente, es decir, al margen de la tradición política americana, de las constituciones propias, y ajenas a las lecciones que nos brinda la historia reciente.

En suma, la esencia de las instituciones -reconocida por todas las ideologías políticas- es dotar de estabilidad al sistema político y recrear un ámbito en el que impere el diálogo y las políticas de estado.

 

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