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El pueblo quiere saber de qué se trata

Sabado, 25 de mayo de 2024 01:33
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La semana de Mayo es pletórica en hechos memorables, desde el día 22 en el que un Cabildo Abierto deliberó en la conveniencia de acordar sobre los destinos del Virreinato del Río de la Plata, hasta la organización de un nuevo gobierno, y especialmente, en las personas que habrían de conducir la nueva etapa que se habría en estos territorios.

Un primer proyecto de carácter conservador, fue la organización de una Junta presidida por Cisneros, el otrora virrey, y acompañado por Belgrano y Castelli, por el párroco de Monserrat Juan Nepomuceno Solá y por el comerciante vasco José Santos de Incháurrregui, personas respetables y confiables.

No inspiró confianza una nueva autoridad presidida por Cisneros. Desde la casa de Rodríguez Peña, centro revolucionario, se gestó en la noche del 24 al 25, una intensa labor del grupo patriota buscando firmas para que se nombrara otra Junta.

Amaneció así el día 25 de mayo, día lluvioso según la tradición. Para protegerse, la gente usó seguramente los capotes y también los paraguas venidos en las últimas importaciones. Las calles estaban tomadas por los patricios. Toda la noche se había registrado una intensa actividad en los cuarteles y en los conventos.

Más de 400 frailes, militares y simples vecinos, además de French y Beruti, en nombre de más de mil activistas, firmaron los cuadernillos donde se reclamaba al cabildo el nombramiento de una nueva Junta. El historiador Roberto Marfany, quien revisó cuidadosamente las cifras, expresa que los peticionantes fueron 1.097 personas. No era todo el pueblo, pero si una porción significativa de él.

"La Junta Provisional Gubernativa juró al anochecer de ese 25 de mayo, arrodillada frente al crucifijo, ser leal a Fernando VII".

Esta surgió como un reclamo popular cuidadosamente orquestado, con golpes en la puerta del cabildo, el edificio que todavía hoy, aunque mutilado en su arquitectura y pequeño en relación a su entorno, es el mejor testimonio de esa histórica semana.

Los gritos de "el pueblo quiere saber de qué se trata". Y por fin, luego de nueva deliberación surgieron los nombres de Cornelio Saavedra (militar altoperuano) para la presidencia, Juan José Paso y Mariano Moreno (abogados de Buenos Aires) en calidad de secretarios, en tanto que Juan José Castelli, Manuel Belgrano (abogados de Buenos Aires) Miguel de Azcuénaga (militar de Buenos Aires), Manuel Alberti (sacerdote porteño), Juan Larrea y Domingo Matheu (comerciantes catalanes) fueron designados vocales.

La Junta Provisional Gubernativa, a nombre del Señor Don Fernando VII, juró al anochecer de ese día, arrodillada frente al crucifijo, ser leal al monarca caído en desgracia, pero a cuyo nombre se había constituido. De este modo, sin sangre y en paz, concluía la primera etapa en la transición del régimen colonial a la independencia política.

El gran protagonista de la Semana de Mayo, Saavedra, víctima a su tiempo de persecución y destierro por obra de sus compatriotas, expresó en sus Memorias: "Nosotros solos, sin precedente combinación con los pueblos del interior, tuvimos la gloria de emprender tan abultada obra. Hubo en Buenos Aires quienes vieron la empresa como imposible o tediosa o locura o delirio, otros nos miraban con compasión porque en breve seríamos víctimas del poder español".

Los primeros actos de la Junta revelan serenidad y energía, a la par que comprensión de que las circunstancias obligaban a derivar hacia soluciones que poco antes nadie había pensado que habría que adoptar, y que ni siquiera se consideraba fueran las mejores.

La Junta estaba constituida por hombres que nunca se habían reunido para considerar la posibilidad de ejercer algún día, juntos o separados, el gobierno del Virreinato. Algunos de ellos, al encarar la crisis política que en aquellos años aquejaba al Imperio Español, habían actuado con propósitos diferentes y hasta opuestos a todo gobierno de Junta. La primera cuestión que debieron encarar fue, por consiguiente, afirmar la mutua confianza entre ellos, y ganar la del pueblo, de ese pueblo en cuyo nombre se había hecho todo, había que asegurar la paz y la tranquilidad general, había que evitar la formación de facciones que perturbaran el orden público, nutridas por resentimientos sociales o personales, para cuyo florecimiento eran propicias las circunstancias de aquellos días.

Objetivo

La Junta tenía por consiguiente, que ganar prestigio corriendo contra el tiempo. Que lo logró, hubo de reconocerlo el espía portugués Possidonio Da Costa, quien en carta a Rio de Janeiro decía que sus integrantes trabajan "con calidad y mucha actividad". Al constituirse la Junta de Buenos Aires se la dotó de un reglamento en virtud del cual el nuevo gobierno pasó a sustituir al virrey, y a ejercer el poder real dentro de la organización administrativa establecida.

Era también imprescindible conquistar la adhesión de las ciudades interiores, por lo cual, al día siguiente de su constitución, la Junta emitió su primera proclama cuyo encabezamiento decía: "la Junta Provisional Gubernativa de la capital del Río de la Plata, a los habitantes de ella y de las provincias de su superior mando".

La Junta se dirigió a los cabildos de todas las poblaciones del interior invitándolas a designar diputados a razón de uno por cada ciudad o villa, prescindiendo de las categorías de principales y subalternas. Este hecho debió ser grato al sentimiento localista, máxime cuando la invitación llegaba con el aval del Cabildo de Buenos Aires, espejo de valentía, lealtad y fidelidad, y plenamente apoyada por el ex virrey Cisneros. Se trataba de sostener una causa con profundas consignas fidelistas, por consiguiente, nada obstaba para plegarse a la Junta de Buenos Aires.

"La Junta estaba constituida por hombres que nunca se habían reunido para considerar la posibilidad de ejercer algún día el gobierno del Virreinato".

La Junta juzgaba que sus títulos eran tan precarios como los del Consejo de Regencia, y consideraba necesario establecer una autoridad legítima, la que no podía surgir sino de la concentración del voto de los pueblos.

Señalaba además la conveniencia de mantener la unidad del Virreinato teniendo en cuenta la amenaza siempre pendiente que entrañaba la política del Brasil, expansiva hacia las tierras hispanas.

El texto expresa: "Los derechos del Rey, se sostendrán así firmes en una discusión política, bajo la mirada fundamental de fidelidad y constante adhesión a Nuestro Augusto Monarca, y la Junta se lisonjea que de este modo se consolidará la suerte de estas Provincias, presentando una barrera a las ambiciosas empresas de sus enemigos, y un teatro estable de vigilancia y celo sus antiguos magistrados".

Estas primeras expresiones políticas de la Junta involucraban una promesa de actuar en respuesta a la voluntad popular, lo cual tenía que ser bien acogido por los pueblos, pero a la par, dejaba en libertad los factores demo geográficos y políticos opuestos a la unidad que gravitaban en la integración del estado español en Indias.

La Junta que por una parte admitía lo precario de sus títulos para regir el Virreinato y por otra se consideraba sustituta del virrey; estimando la capitalidad de Buenos Aires como aval suficiente para actuar a la cabeza del país; no alcanzó a ver las consecuencias de esta contradicción.

A poco de iniciar su gobierno, regiones que por especiales circunstancias históricas y particulares condiciones geográficas, habían definido su propio localismo, rechazaron decididamente el tipo jurídico de unidad que se les ofrecía, precisamente en momentos que la Junta, impulsada por la situación y por su deseo de no innovar, intentó fortalecer una tendencia centralista; tendencia que afirmó con las expediciones auxiliadoras que despachó para que actuaran como medios de compulsión, bajo pretexto de asegurar a los cabildos la libre expresión de su voluntad.

Los hombres de Mayo no pudieron ver que, si bien la unidad de los pueblos es siempre una creación, no bastan para lograrla simples disposiciones de gobierno, como se creyó posteriormente, obtenerla como saldo obligado del mito constitucionalista, sino que debía surgir como consecuencia de una conformación histórica determinada que permitiera ver en la heredad común lo que cada uno de sus miembros podía valorar de su propio pasado y avizorar de su propio porvenir apoyado el todo en un patrimonio espiritual capaz de formar la conciencia de una nacionalidad.

Ese factor de unidad no era otro en 1810, en cuanto a lo político que la persona del rey. El rey, no por sí mismo sino por lo que representaba como guardián de un estilo de vida y síntesis de un determinado concepto de la posición del hombre en el cosmos.

Papel de los criollos

La Junta Provisional Gubernativa nunca se consideró consecuencia de una revolución. En Mayo son los criollos quienes se adelantan y triunfan por el apoyo de las fuerzas militares, en cuyo seno se gesta todo lo ocurrido.

La Junta surge, en consecuencia, sorpresivamente, y por lo mismo carente de planes concretos de orden político, al punto que nunca se planteó la cuestión de modificar los cuadros de la administración. Tal puntualiza en setiembre de 1810: "La forma interior de nuestro gobierno es la misma que las leyes del reino nos prescriben, nunca se han visto estas en una observación más rigurosa, no hemos hecho en ellas alteración sustancial, sujetamos a sus reglas nuestros procedimientos y observamos con admiración y respeto la sabiduría de sus disposiciones, tributándoles la sumisión más profunda".

Los hombres de Mayo habían nacido y formado bajo los Borbones, y sus maestros intelectuales fueron los pensadores del absolutismo ilustrado. Bajo sus directivas Buenos Aires fortaleció su personalidad política, elevó su jerarquía económica y nutrió el orgullo localista de sus hijos; y si fue en ella donde se manifestaron las contradicciones previas al proceso que terminaría desembocando en la independencia, su primera manifestación se hizo sin desmedro alguno de la autoridad real, antes bien, procurando su afianzamiento.

Hace doscientos catorce años un grupo de vecinos porteños empezó a transitar un derrotero hacia una nueva expresión de organización política. Cabe hoy, revertir las nefandas políticas que en las últimas décadas sepultaron a la Patria en la mayor de la crisis de su historia. Lamentablemente, no parece haber un espíritu de conciliación que permita dejar de lado las apetencias personales, en favor del bienestar general. La ciudadanía es rehén de sectores político- sindicales, y de organizaciones sociales que pueden eclipsar la posibilidad de los cambios tan anhelados, por una sociedad cansada de la pobreza, corrupción e impunidad.

Hoy, y en otro contexto, el pueblo también exige saber cómo se han administrado sus impuestos, que no han revertido en su beneficio. Hoy, la exigencia es transparencia y austeridad.

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