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De la "fatiga" de su lucha, a su "relax" en Salta

Miércoles, 11 de septiembre de 2024 01:57
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Solamente la muerte pudo detener un espíritu tan activo, innovador, desarrollista y progresista como el de Domingo Faustino Sarmiento, el cual hace 136 años se inmortalizaba en el bronce que corrientes modernas han pretendido quitar su lustre, pero su sola obra y legado le sigue dando el brillo que lo caracteriza como el padre del aula y el maestro de América.

Nacido casi con la Patria en 1811, en los suburbios de San Juan, la pobreza no pudo sacarle su hambre de conocimiento. Autodidacta en cuanta materia pudo instruirse, la ignorancia fue una de "las barbaries" que combatió con su pluma y con sus obras, educando a la sociedad de aquella Argentina naciente. Su determinación queda plasmada en lo que dijo como presidente a sus ministros cuando, realizado el primer censo nacional de 1869, el estudio arrojó que el 77% de la población era analfabeta; él reunió a los miembros de su gabinete y les expresó: "Señores ministros, ante los primeros datos del censo, voy a proclamar mi primera política de Estado para un siglo: escuelas, escuelas, escuelas". Para él, nada primaba más que educar al soberano.

Hablar de Sarmiento es hablar de una persona que sabía de todo, pues dedicó su tinta para escribir hasta del escudo nacional argentino, del cual celebró que mientras los blasones europeos amedrentaban al mundo con leones, hipogrifos y fieras aladas, nuestro emblema simboliza fraternidad, virtudes y libertad. Conocido por publicar su diario El Zonda, el padre del aula escribió más de 50 libros a lo largo de su vida; si bien "Facundo, Civilización y Barbarie" es el que tiene una copia en cada biblioteca del país, Sarmiento sentó su mirada de cómo debía ser la nación naciente en Argirópolis, proponiendo incluso un nuevo nombre a su país; el hombre que aprendió "la historia de Grecia de memoria y la de Roma en seguida", escribió hasta la "Vida de San Martín", a quien lo conoció en su exilio, "tocándole con maña ciertas cuerdas", como contó respecto a cómo lo provocó en el día que pasaron juntos. Incluso dedicó tiempo a escribir "Vida de nuestro Señor Jesucristo", cuyo contenido sobresale teniendo por detrás un autor masón.

"Hablar de Sarmiento es hablar de una persona que sabía de todo, pues dedicó su tinta para escribir hasta del escudo nacional argentino".

Faustino Valentín, como figura en su acta de nacimiento, no solo abordó la política y la educación, hubo otras ramas donde también incursionó. Las comunicaciones fueron de su interés, promoviendo la instalación del telégrafo; podemos decir que Sarmiento hizo "la primera cadena nacional" cuando, en 1873, al inaugurar la estatua a Manuel Belgrano en Plaza de Mayo, frente a Casa Rosada, su discurso fue telegrafiado en directo al país.

La industria acaparó igualmente su atención, concretando la primera exposición agroindustrial del país, por ejemplo, que se hizo en Córdoba en el año 1871. Ese mismo año inauguró el Observatorio Astronómico Nacional, también en Córdoba, pues el firmamento no podía quedar fuera de su conocimiento, intentando anticipar hasta los cambios en la atmósfera con la introducción de los más modernos aparatos meteorológicos de la época, inclusive. Párrafo aparte merecería destacar el impulso que le dio a la extensión del ferrocarril, conectando más pueblos, ciudades, localidades, provincias…

Pensar en un hombre con un legado tan extenso, es pensar también en un hombre que dejó huella por el mundo. Recomendada en la lectura es su libro "Viajes por Europa, África y América", donde narra el mundo que conoció cuando el Gobierno de Chile le encomendó conocer los sistemas educativos de distintas naciones. A diferencia de la época, cuya gente miraba a Europa, Sarmiento solo tenía ojos para Estados Unidos, país que le causó una gran impresión en su desarrollo industrial, ferroviario, económico, etc. Estando allí, incluso llegó a presenciar los juicios por el asesinato de Abraham Lincoln. Dicen que en todos lados hay un argentino y, allí, don Domingo estuvo.

Es aquí cuando se torna imperiosa la incógnita si los pasos de Sarmiento también resonaron en su firme eco por esta provincia.

Batería baja

Tanto legado, tanta obra, tanta lucha lo llevó a "la fatiga" como bien reza el himno a su impronta. La búsqueda del reposo y el recupero de energías para su salud en deterioro lo trajo al norte, hasta Salta.

Concluido su tiempo para ocupar el sillón de Rivadavia, Sarmiento llegó a estas tierras visitando la ciudad de Rosario de la Frontera, interesado en las propiedades sanadoras de sus aguas termales que alcanzaron fama internacional a fines del siglo XIX y principios del XX.

Corría el año 1886 cuando, para el 9 de julio, Sarmiento se hizo presente en la localidad rosarina donde, según el historiador Eduardo R. Poma, la recepción no fue la mejor por parte del presidente del Consejo Municipal, quien confiscó la pirotecnia que se había preparado para celebrar el aniversario de la independencia. El padre del aula escribió que, si bien la fecha patria fue "festejada con pompa inusitada", esto fue porque "era la primera que se celebraba, y habría eclipsado a las fiestas mayas de otros lugares, si el lord mayor de Rosario, un Tiberio nato (…), no hubiera embargado y declarado artículo de guerra los cohetes voladores que el público termal había comprado, para izar el pabellón argentino".

"Carlos Maita cuenta que Sarmiento aprovechó su estadía para caminar por la serranía local, antes de llegar un poco más al norte, hasta Metán".

Más allá de este episodio, Sarmiento pudo disfrutar de las bondades medicinales y la cálida temperatura de las aguas termales, levantando su pulgar a su estadía en Rosario de la Frontera. Su pluma perpetuó su juicio: "El 9 de julio me toma este año en Las Termas de Salta; bien merecen el nombre, pues al decir de los conocedores, comprenden la más singular, variada y extraña colección de aguas minerales, desde fría hasta cocer huevos introducidos en un pañuelo, y con disoluciones de fierro unas, de azufre otras, de sal, o de varias sales bautizadas y analizadas, Vichy, Seltz, etc., etc.…", publicó en el diario El Censor.

En su paso por esta localidad, Sarmiento también inauguró una biblioteca, a la cual donó sus primeros libros, apertura que conllevó un festejo que retrató con sus palabras diciendo: "Todo el hotel arde y bulle. Se baila en el vestíbulo, en el salón, alrededor de la mesa de lectura (…) ¡Ah!, el viento puede soplar afuera, sacudir los faroles, hacer gemir los hilos del teléfono (porque hay teléfono) y remolinear la nieve que cubre las vecinas montañas. Aquí se siente calor, está uno bien y hay para toda la noche". Según consignó Poma, la biblioteca se bautizó posteriormente con el nombre de Sarmiento.

Por su parte, el escritor e historiador Carlos Maita cuenta que Sarmiento aprovechó su estadía para caminar por la serranía local, antes de llegar un poco más al norte, hasta Metán (sitio donde terminaba la conexión ferroviaria), donde se arrimó a la "posta de Yatasto", como la historiografía oficial llamó a la finca de los Toledo Pimentel y que estipuló como sitio del abrazo entre San Martín y Belgrano en 1814. Hasta allí alcanzaron a oírse los pasos del ex presidente, pues nunca se apersonó a la ciudad de Salta.

Recordatorio de su presencia en el sur salteño es un busto en las afueras del hotel Termal, de un blanco que recuerda las sales de los baños relajantes. Una placa rememora el centenario "de la llegada del prócer maestro" al actual complejo turístico y vacacional.

Vale contar como curiosidad que Sarmiento no fue el único ex presidente que se recompuso en las aguas termales. Figuras como el porteño Bartolomé Mitre y el tucumano Nicolás Avellaneda buscaron igualmente el regocijo de la calidez de los afluentes.

Así, Sarmiento dejó su huella por Salta, recargando energías en aquellas casillas a la vera del arroyo termal que el médico español Antonio Palau había instalado en 1880, como antecedente del famoso Hotel Termas inaugurado en 1896. Llamativo es pensar que el padre del aula, el maestro de América, uno de los jefes de Estado de las llamadas 'presidencias históricas argentinas', encontró confort y alivio en 'tierras gauchas'.

* Miembro del Inst. de Investigaciones Históricas "Manuel Belgrano" – UCASAL.

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