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El viaje por la ruta nacional 34 pasa por un lugar en Salta conocido como Cabeza de Buey. Está allí la vieja estación ferroviaria por donde circula el tren General Belgrano. Pero es más conocido por los automovilistas ya que allí se encuentra el peaje carretero. El lugar alberga una larga y casi desconocida historia.
Ocurre que fue parte del camino real de postas que iba desde Buenos Aires a Potosí. Precisamente ese era un nudo troncal donde se derivaban los caminos de mulas y carretas que se dirigían a Jujuy o bien a Salta luego de pasar por Cobos y su afamado fuerte, y desde allí por La Lagunilla, hasta acceder a la ciudad por el Portezuelo.
El viejo camino real fue utilizado por centurias sea por viajeros y naturalistas, héroes y próceres de la independencia, y toda clase de personajes variopintos religiosos, civiles y militares. Muchos dejaron sus memorias y gracias a ellos recuperamos datos valiosos para reconstruir la historia de la región. El camino de postas se remonta al siglo XVI. Los conquistadores españoles y más tarde los fundadores de ciudades dejaron plasmadas sus impresiones en cartas y documentos.
Toda esa región se encuentra comprendida en lo que hoy se conoce como el Valle de Cianca, por el nombre del español que fue allí flechado por los indígenas. El historiador y arqueólogo Gustavo Flores Montalbetti lo dejó claramente expresado en sus escritos. Y queda de manifiesto que el nombre del valle es Cianca y no Siancas como generalizadamente se lo conoce. Y en donde se encuentra como enclave mayor la pujante ciudad de General Güemes.
Desde Tucumán al norte se pasaba por varias postas, incluyendo la Villa del Rosario, Concha (muy cerca de Metán), Río Piedras, Chilcas, el río Pasaje (hoy Juramento), Palomitas y Cabeza de Buey.
Acarette Du Biscay fue uno de los viajeros que plasmó sus impresiones a mediados del siglo XVII. Multitud de viajeros pasaron por allí a lo largo del siglo XVIII, entre ellos vale rescatar a Anthon Z. Helms de la misión del barón de Nordenflycht, contratados por el rey de España para poner en marcha un moderno método de amalgamación de la plata en Potosí. Pero es recién en el siglo XIX cuando el camino comienza a aparecer en forma asidua en escritos de viajeros nacionales y extranjeros.
Caminos con historia
Los ejércitos de la independencia con Güemes, Belgrano y San Martín lo hicieron en las primeras décadas del siglo XIX. Valga recordar el encuentro de Yatasto entre Belgrano y San Martín en una estancia que nunca fue posta, pero que como tal quedó en el imaginario colectivo.
Recordemos que ante la falta de comida le trajeron de regalo a San Martín un gran dorado del río Pasaje que se lo preparó con relleno de verduras de la huerta y pasó a la historia como el "Dorado a la San Martín". Esta es una de las recetas culinarias y gastronómicas más antiguas de la vieja Salta si obviamos una previa que fueron los "Turrones de Esteco".
La vieja ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Esteco o Esteco I se fundó para abastecer de miel y cera al Potosí. Un viajero español, Diego Alonso de Ocaña, comenta en 1600 que además se llevaban desde allí "una gran zuma de turrones" y que estas golosinas secas al estilo de las de Alicante en la Península se preparaban con huevos de campo (especialmente suris), miel, que la había en abundancia y a falta de almendras se las reemplazaba con pepitas secas de zapallos.
Tiempos de Independencia
El dorado relleno a la San Martín fue comentado y rescatado por la gran novelista hispanoamericana Juana Manuela Gorriti autora de esa obra emblemática conocida como la "Cocina Ecléctica". Obra que reunía las viejas recetas de sus amigas salteñas que se las hacían llegar primero a Bolivia y más tarde a Perú donde Juana se radicó para desarrollar sus habilidades en las tertulias literarias que organizaba en Lima.
Decenas de biografías han rescatado la vida de esta ilustre salteña que hoy descansa y acompaña a los grandes de Salta en el Panteón de las Glorias del Norte en la Catedral Basílica.
Estando en Yatasto, en la finca casona de los Toledo Pimentel, San Martín expresó sus deseos de ir a conocer la tumba de su ilustre tío don Gerónimo Matorras, pacificador del Chaco, que había fallecido luego de sus tratados de paz pactados con el cacique Payquín. Matorras habría sido enterrado en San José de Orquera y su lugarteniente y comandante de campo Francisco Gabino de Arias Rengel se haría cargo de continuar esa misión pacificadora en el Gran Chaco. La escritora e historiadora Sonia Diez Gómez ha tomado cartas en este asunto con solvencia académica.
Al igual que los historiadores metanenses Eduardo Poma y Hugo Solorza en lo que fueron los movimientos patriotas revolucionarios. Lo cierto es que en ese devenir histórico San Martín solo llegó hasta Yatasto y décadas más tarde Domingo F. Sarmiento solo lo hizo hasta Metán. Ambos grandes de la historia argentina, lamentablemente, no nos regalaron una visita a la ciudad capital del Valle de Lerma.
Belgrano y su ejército que venían en retirada desde el éxodo jujeño probaron armas en Río de las Piedras y a pesar de que se sintieron fuertes siguen retrocediendo hasta Tucumán donde van a librar la famosa batalla de 1812. Fortalecidos, comienzan el avance hacia Salta y luego de pasar por Conchas y el río Pasaje, juran la bandera el 13 de febrero de 1813. Una semana después sorprenden al ejército realista en una batalla de frente inverso ingresando por el norte y lo derrotan un 20 de febrero de 1813.
Declarada la independencia en 1816 comienzan a llegar importantes misiones de viajeros ingleses que se dirigían a Potosí. Entre ellas las del capitán Joseph Andrews y las de sir Edmund Temple. Ambos dejarán ricas memorias de viajeros donde se puede abrevar en datos únicos de nuestra propia historia.
¿Dónde está la laguna?
En la década de 1880 el tránsito de viajeros se torna más fluido y menos restrictivo. Ahora bien, viajando al sur por la ruta nacional 34 se cruza el puente carretero donde un cartel señala "Arroyo Cabeza de Buey". Sin embargo, los viejos mapas llaman a este hidrónimo como "Arroyo de la Laguna". La pregunta es ¿Dónde está la laguna?
Esa región del Valle de Cianca es muy seca y árida, con vegetación xerofítica y de cactáceas, típica del bosque chaqueño, sin agua salvo en verano. El arroyo de La Laguna es un huayco en el sentido regional y geomorfológico del término, esto es consta de paredes verticales que se desploman lenta y lateralmente y de un fondo plano. Corta capas sedimentarias modernas que pertenecen al periodo Cuaternario. Aunque por debajo se extienden potentes formaciones sedimentarias del Terciario. Hay depresiones cercanas donde, en veranos excepcionales, se junta algo de agua. Hoy esas depresiones se han convertido en potreros y campos de cultivos.
Sin embargó allí existió la "Laguna de Cabeza de Buey" que mencionan los naturalistas viajeros. Una laguna clave por la sequedad de esa región que permitía tener agua fresca para los viajeros y sus animales, sean los caballos y mulares que llevaban a las personas, así como los bueyes que tiraban de las enormes carretas de carga. Esa laguna habría estado activa durante gran parte de la pequeña Edad del Hielo y habría sobrevivido hasta bien entrado el siglo XX.
El ornitólogo y viajero inglés Henry Durnford, que murió joven a los 26 años y está enterrado en el cementerio de Campo Santo (Salta), dice que al pasar por allí en 1878, observó que en la laguna había una gran variedad de aves y rescata en sus escritos el chajá y la coscoroba, esta última el bello cisne de la región. Elio Daniel Rodriguez identificó coscorobas en La Lagunilla a pocos kilómetros de la ciudad de Salta. Otro viajero, el alemán Karl Oenike, no solamente se refiere a la laguna y que en ella fue a cazar patos y palomas, sino que además nos dejó un hermoso dibujo de esta, tal como se encontraba en 1888 cuando acampaban por allí los ingenieros que iban trazando la topografía del ferrocarril una de cuyas ramas iba a ingresar a lo largo del río Mojotoro hasta la ciudad capital de Salta.
El diario de viajes de K. Oenike fue publicado por R. Liebenthal e I. Yujnovsky (DIHA, Bs. As., 104 p., 2025) y reproduce los dibujos que se conservan en el Linden Museum de Stuttgart (Alemania).
Como parte de las investigaciones del suscripto en la Universidad Nacional de Salta se realizó una visita para estudiar el camino de Oenike, el huayco del arroyo de La Laguna y buscar identificar donde se encontraba ese cuerpo de agua hoy desaparecido. Una anciana nacida en el lugar, octogenaria, doña Olga Villa, nos comentó que cuando ella era niña la laguna estaba allí. Nos habló de totoras y de patos que empollaban entre esas plantas, de otras aves que tenían dicho hábitat y lo más interesante de miquilos (Myocastor coypus) y hasta de yacarés.
No deja de ser interesante que muchos viajeros hablan de estos yacarés en nuestra región, incluso en el Valle de Lerma. En síntesis, los relatos de los viajeros decimonónicos, así como las historias vivas de los ancianos son una fuente invalorable para entender cambios climáticos y otros procesos históricos.