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Un lunes nos despertamos con el anuncio -sorpresivo- de la eliminación de las retenciones a los granos, y a la carne vacuna y aviar hasta el 31 de octubre o hasta cubrir el cupo de 7.000 millones de dólares; lo que ocurriera primero. Tres días más tarde, habiendo cubierto este cupo que dio liquidez al MULC; la ventana se cerró. Las reglas de juego volvieron a ser las de antes con la misma intempestividad; dejando un tendal de sospechas, enojos, suspicacias y una sensación de debilidad política y de chapucería económica sin igual. Para conseguir 7000 millones de dólares, el gobierno pagó 1500 millones de dólares; el mismo déficit que demandaban los proyectos vetados de financiamiento universitario y de emergencia pediátrica. Estruendosa coincidencia.
Y, si bien estas leyes implicaban erogaciones de dinero mientras que la norma transitoria significó una caída en la recaudación y una toma de capitales; el hecho es que echó por tierra -sin atenuante alguno - el argumento del Gobierno de que no había dinero para financiar esos proyectos de ley. Quedó bien claro que sólo es un tema ideológico y de prioridades.
Las palabras del ministro Caputo, en Estados Unidos cuando buscaba -desesperado- el salvataje norteamericano diciendo "esto fue consecuencia de un ataque de la izquierda"; son rimbombantes pero falsas. El ataque no fue de la izquierda sino que, la Cámara de Diputados -en más de dos tercios-, votó en contra de los vetos presidenciales; incluyendo a sectores aliados al gobierno y legisladores que supieron militar en LLA. Voto ratificado en Senadores también por abrumadora mayoría. Esto no es un ataque de la izquierda; son las reglas del juego democrático; le guste al gobierno o no.
¿No piensan hacer ninguna autocrítica? Sé que es contra fáctico pero ¿y si hubieran negociado como debían haber hecho? ¿No habrían evitado el costo fiscal de la medida -sorpresiva, demagógica, sospechosa y rudimentaria- y, además, hubieran evitado la grave crisis política en la que se y nos sumergieron? ¿Por qué no había plata para financiar esas dos leyes y si hubo plata para financiar el costo fiscal de la baja transitoria de las retenciones? O la hay, hoy, para la reimpresión de las boletas electorales ante el bochorno de Espert.
Pero hay otro aspecto -más oscuro y preocupante- que no se está tomando en cuenta; el de la promulgación del decreto 681/25 por medio del cual el Presidente condiciona la entrada en vigor de la ley de Discapacidad insistida por el Congreso, supeditándola a que se incluyan partidas en el Presupuesto 2026 para su financiación. Esto es un claro desafío al Congreso y un gambito a la independencia de los Poderes del Estado.
Imaginemos esta situación. Un empresa privada regulada recibe una normativa nueva de cumplimiento obligatorio con plazo perentorio por parte del Ente Regulador que la controla. La empresa acepta la nueva normativa pero le dice al regulador que como este año su presupuesto está cerrado y en curso; le indique de qué manera financiar la implementación de la nueva regulación. Esto es algo que nunca podría suceder en el mundo real. Acá la situación es similar. El poder Ejecutivo no puede promulgar parcialmente una Ley condicionándola a que el poder Legislativo le asegure las partidas presupuestarias por medio de otra Ley que aún no ha sido ni siquiera tratada: el proyecto de Ley del Presupuesto 2026.
Si el Presupuesto no se aprueba; ¿jamás se aplicará la Ley de Discapacidad insistida por el Congreso? Y si se toma en cuenta el requerimiento de Milei; ¿habrá que votar una nueva Ley de Discapacidad? Lo correcto hubiera sido que el poder Ejecutivo decidiera qué gastos recortar -por ejemplo, dejar de gastar en Defensa e Inteligencia; entre otras cosas no críticas-; y reglamentar la Ley que estaba promulgando.
Pero no. Mientras el poder Ejecutivo emitió un decreto por el cual promulgó la ley de Discapacidad supeditando su cumplimiento a que el Congreso le asegure las partidas presupuestarias futuras para su eventual aplicación futura; incurrió en un déficit equivalente a las otras dos leyes vetadas, buscando desespiralizar el dólar -que iba a en camino a desmadrarse- antes que su alza impactara en la inflación; todo como consecuencia de la debilidad política en la que el gobierno había quedado ante esos vetos; a los cuales llegó por su propia decisión y terquedad. Kafkiano. Lo peor es que ni el conejo mágico de Caputo ni el salvataje norteamericano "calmaron" al Mercado.
Pero -"Principio de revelación"- quedaron claras las prioridades del gobierno. Que el dólar y la inflación lleguen planchados a las elecciones legislativas de Octubre, y que "la izquierda golpista" se quede sin las dos leyes que el Congreso Argentino sancionó; ambas referidas a temas sensibles y caros al sentir argentino como son la ley de financiamiento educativo y la ley de emergencia pediátrica. Y el gobierno ratificó, dos cosas trascendentes: una, que el Mercado tiene prioridad por sobre la salud infantil vulnerable y por sobre la educación pública. La otra, más grave, que está dispuesto a volverse inconstitucional si lo cree necesario.
Cuando Caputo advirtió que vendería "hasta el último dólar" para defender el techo de la banda no lo hizo en broma. Están dispuestos a morir con las botas puestas y a vulnerar la Constitución si algo va en contra de la ideología que buscan defender. Parafraseando al príncipe Hamlet, "algo huele mal en Argentina". Ojalá esté equivocado. Ojalá.