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El lugar de María en la Fe popular y en la Redención

Un documento teológico promulgado por León XIV define el lugar de la Virgen en la Redención. Algunas interpretaciones intentaron sembrar dudas, pero nada ha cambiado para el pueblo fiel.
Sabado, 15 de noviembre de 2025 01:11
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A principios de este mes de noviembre, el Papa León XIV firmó un documento presentado por el Dicasterio para la Doctrina de la fe, titulado Mater Populi fidelis, una nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra de la salvación, que fue elaborado por el Cardenal Prefecto de dicho dicasterio, Monseñor Víctor Manuel Fernández y su equipo de colaboradores. En el mismo se precisa la vocación y la misión de María, la Madre de Jesús en la obra de la salvación, indicando con precisión teológica cuáles títulos se deben atribuir a la Madre de Dios y cuáles no corresponden. Como sucede en estas cuestiones doctrinales, no tardaron en llegar las voces críticas de diversos sectores, sobre todo los grupos radicalizados y conservadores.

A nosotros, los creyentes de la calle, no nos afectan en nada estas nuevas disposiciones, pero los medios de comunicación, para fastidiar al Santo Padre León XIV y al Cardenal Fernández, alentados por sectores de la misma iglesia, han difundido parcialidades de este documento, generando incertidumbre entre los fieles cristianos e injustas acusaciones a los prelados vaticanos. La doctrina tradicional sobre el verdadero culto a la Virgen María no ha variado y está expresado con mucha claridad en los documentos del Concilio Vaticano II, del Papa Pablo VI y Juan Pablo II, y de modo especial, de un Papa mariano como fue Benedicto XVI. Francisco siguió el mismo derrotero, intentando precisar la centralidad Cristológica de toda piedad, acción pastoral y vida espiritual de la iglesia. Para los cristianos de Latinoamérica, María ocupa un lugar preponderante en la vida cotidiana de la devoción y la religiosidad, considerando sobre todo que fuimos evangelizados junto a la conquista con una fuerte presencia de la pastoral de la contrarreforma, frente al avance de la reforma protestante.

Este documento viene a advertir el uso adecuado por los títulos dados a María, la Madre de Jesús y Madre nuestra; e indica que deben evitarse aquellos que conduzcan a errores teológicos, como cuando se llama "corredentora", confundiendo a los fieles, ya que el único y exclusivo papel salvífico es de Jesús, Redentor de todas las cosas y de las personas. María es "Cooperadora" del plan de salvación, su "sí" permitió el misterio de la Encarnación.

María es "Cooperadora" del plan de salvación, su "sí" permitió el misterio de la Encarnación.

La maternidad de María significa que aporta su propia sustancia, su cuerpo y su alma, en la semilla, para que pueda formarse una nueva vida. La imagen de la espada que atraviesa su alma (Lucas 2,35), –dirá el Cardenal Joseph Ratzinger-, denuncia mucho más que cualquier martirio, un misterio más grande y profundo: María se entrega completamente como tierra en manos de Dios, se deja usar y consumir para convertirse en aquel que ha necesitado de nosotros para ser el fruto de la tierra. Sin María, Jesús no sería verdadero hombre. Hay una conexión entre el misterio de Cristo y el de María que no podemos separar. María es madre en un sentido teológico y de fe. María se volvió tierra fértil para fructificar en el mismo Cristo, hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero Hombre. La iglesia necesita del misterio mariano, y debe como María ser tierra fértil, tierra santa para la Palabra de Dios.

Existen muchos movimientos, dirá el padre Raniero Cantalamessa, que pretender, quizás con noble intención, crear una iglesia mariana, separada de la jerarquía católica, y separada de Jesús. Y sólo se puede hacer un servicio sano al Pueblo de Dios en comunión plena con la iglesia.

Siempre existió un nivel de conflictividad, que recrudeció en el desarrollo del Concilio Vaticano II, entre los movimientos litúrgicos, cristológicos y ecuménicos enfrentados a los movimientos marianos. Se fueron buscando caminos de comunión e integración y el documento mariano del dicasterio, sólo viene a echar luz y evitar más confusiones, teniendo en cuenta de la tensión que generan estas discusiones y ponen en peligro la unidad y la comunión de la misma iglesia.

A mucha gente le gustaría que todo se defina por dogmas, como baldes que nos ponen en la cabeza y nos dicen por dónde ir y qué hacer. Pero, en estas épocas, dirá el teólogo Hans Urs Von Balthasar, debemos atrevernos a ver a María tal como es, y no tal como nos gustaría imaginarla: y verla en un plano general, para no olvidar su papel en la obra de la salvación y en la iglesia. "En verdad, Ella se manifiesta como arquetipo de la iglesia, a imagen de la cual, nos debemos formar nosotros, es decir, cada cristiano individual y aún más, nuestra imagen de lo que es la iglesia. Debemos tener puesta constantemente nuestra mirada en María, no para multiplicar las fiestas marianas, las devociones o las definiciones, sino sencillamente para saber que son en realidad Iglesia, 'espíritu eclesial o comportamiento eclesial'".

La Virgen María aparece en dos oportunidades en el Evangelio de Juan, el discípulo amado, al que Jesús desde la cruz le da el título de "hijo" y a María la nombra como "la Madre". Aparece María en el comienzo de la vida pública en las Bodas de Caná y al final del recorrido de la vida pública del Señor, al pie de la cruz, en el tierno relato de Juan 19, 25-27. María atraviesa toda la vida de Jesús con un perfil bajo y mucho silencio, pocas, pero contundentes palabras, indicando que el único camino de salvación es Cristo, su hijo. María es madre del pueblo fiel, preocupada por todos los hombres, desde la fiesta de los esposos en Caná, hasta la soledad de los discípulos de Jesús, en los días de su muerte y sepultura. Y estuvo firme en el momento mismo del nacimiento de la Iglesia, en Pentecostés. Siempre tierra fértil, siempre "servidora del Señor", siempre disponible.

Los hombres de nuestro tiempo, marcados por el ruido, el narcisismo de mostrarse, la búsqueda de la popularidad, quieren una "fe segura", se aferran a contenidos de fe, más bien imaginarios y el contenido de la fe en nuestro credo, buscando siempre fábulas. Y el enemigo de la fe no es la duda, sino la certeza, o las certezas que nosotros creamos.

La fe es un don y tarea, es dinámica, nunca estática. Quien quiera escuchar y respetar el evangelio, tiene que tomar en serio las escenas del Evangelio, donde aparece María. Debe ver a María, su persona y su función en un todo de la vida de Jesús, y debe resonar con fuerza inusitada esa enseñanza de María en Caná, "hagan lo que él les diga", María es la primera iglesia. Ella refleja en su rostro, el verdadero Rostro de Dios, que es ternura y amor, María es una síntesis del mensaje esencial del Evangelio.

 

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