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Demografía y geopolítica: nuestro destino ignorado

La población, su distribución y su calidad de vida son decisivas para el futuro. Los cambios deberían estar en la agenda de los gobiernos.
Jueves, 06 de noviembre de 2025 01:12
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"La demografía es el destino". La frase, tantas veces citada por estrategas y economistas, parece no haber calado en las dirigencias occidentales. En un mundo obsesionado con la economía, los mercados y las ideologías, pocos advierten que detrás de los grandes procesos históricos y de los futuros conflictos globales se esconde una fuerza silenciosa pero determinante: la estructura demográfica. Las naciones, sin importar su poder militar o su nivel tecnológico, terminan siendo prisioneras de su pirámide poblacional.

El dato demográfico

Más de la mitad de la población mundial —unos 4.300 millones de personas— se concentra en apenas siete países asiáticos (India, China, Indonesia, Pakistán, Bangladés, Japón y Filipinas), que ocupan solo el 11% del territorio terrestre. Ese desequilibrio espacial y demográfico explica buena parte del dinamismo económico del continente asiático, que combina juventud, urbanización acelerada y fuerza laboral abundante.

En contrapartida, Occidente envejece. Europa, que en 1950 albergaba uno de cada cuatro habitantes del planeta, hoy representa menos del 10%. Con tasas de fertilidad inferiores a 1,4 hijos por mujer y una edad media superior a los 45 años en países como Italia, Alemania o España, se encamina a una contracción poblacional inédita. La consecuencia será un continente envejecido, con menos trabajadores, menor productividad y sistemas previsionales al borde del colapso. A ello se suma una inmigración de culturas que no siempre se integran, alterando la identidad social y política europea.

China, otrora ejemplo de planificación, enfrenta hoy su castigo demográfico: la "política del hijo único" redujo la tasa de natalidad a 1,2 hijos por mujer y su edad media asciende a 39 años. En contraste, India -con 1.430 millones de habitantes y una edad media de 28 años- se proyecta como el país más joven entre las grandes potencias y con potencial de liderazgo global en el siglo XXI.

El despertar de África

En el otro extremo del mapa, África -tan postergada como decisiva- es el continente del futuro demográfico. Hoy representa el 18% de la población mundial y se estima que superará el 40% hacia el año 2100. Nigeria, con más de 220 millones de habitantes, podría desplazar a Estados Unidos como la tercera nación más poblada antes de 2050. Sin embargo, ese crecimiento demográfico también encierra un dilema: sin educación, infraestructura y gobernanza, el bono poblacional puede transformarse en inestabilidad crónica. Pero si logra canalizar su energía joven, África será la reserva vital del mundo.

América, transición incierta

América atraviesa una transición demográfica silenciosa. Brasil, Argentina, Chile o Uruguay muestran tasas de natalidad en descenso, envejecimiento progresivo y una creciente concentración urbana. La región aún goza de una población relativamente joven, pero la ventana de oportunidad se cierra rápidamente. El desafío no es solo crecer, sino distribuir, equilibrar territorios y sostener población en regiones vacías o en declive.

Estados Unidos constituye una excepción parcial: su crecimiento depende casi exclusivamente de la inmigración. Su fortaleza histórica —la capacidad de atraer y absorber talento extranjero— podría revertirse si prevalecen políticas restrictivas. Sin ese flujo, la economía más poderosa del planeta también envejecería y perdería dinamismo. Japón y Corea del Sur ya enfrentan ese destino, con tasas de fertilidad de apenas 0,8 hijos por mujer y una población que literalmente se reduce año a año.

Peligrosamente vacío

Argentina ocupa el séptimo lugar mundial en extensión territorial, pero con apenas 47 millones de habitantes y un crecimiento anual de sólo 0,9%, es una nación subpoblada. Su densidad es de las más bajas del planeta: 16 habitantes por km², frente a 106 de Italia o 270 de Alemania. El problema no es solo el número, sino su distribución: más del 60% de la población vive en el Área Metropolitana de Buenos Aires y en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, que ocupan menos del 22% del territorio. El resto del país —el Norte Grande, Cuyo y la Patagonia— permanecen semivacíos, desaprovechando vastos recursos naturales.

La ausencia de una política demográfica nacional es alarmante. No existen programas de incentivo poblacional, ni planes de repoblamiento productivo, ni estímulos para radicar familias en zonas estratégicas. Por el contrario, proliferan discursos y "modas culturales" de corte antinatalista que desalientan la formación familiar. En términos geopolíticos, un país despoblado pierde soberanía: no hay defensa sin población, ni desarrollo sin jóvenes, ni futuro sin nacimientos.

Demografía y geopolítica

El siglo XXI marcará el punto de inflexión: la población mundial alcanzará su máximo entre 2050 y 2070, para luego comenzar a declinar. Será un mundo de potencias envejecidas, regiones superpobladas y territorios vacíos. En ese escenario, la competencia entre Estados no será solo por recursos naturales, sino por capital humano: atraer, retener y sostener población joven y calificada será el nuevo campo de disputa.

Como señaló Paul Krugman, "la demografía es el motor silencioso de la economía y la política". Y, cabría agregar, de la soberanía. Argentina y buena parte de Occidente parecen ignorarlo. Pero la historia es clara: los imperios no caen solo por guerras o crisis económicas, sino cuando se vacían de gente. Porque al final, la geopolítica es siempre la proyección de la demografía sobre el mapa del poder.

 

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