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Europa ante la encrucijada

La paz, la guerra y el futuro del orden mundial constituyen la gran inquietud que se cierne sobre el viejo continente, debilitada su cohesión interna, abandonado por EEUU y con la amenaza rusa golpeando su puerta.
Miércoles, 03 de diciembre de 2025 02:02
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En el tablero internacional de fines de 2025, los movimientos de las potencias revelan un contraste inquietante. Mientras Donald Trump y Vladímir Putin exploran la posibilidad de un acuerdo de paz que abra la puerta a negocios conjuntos -incluyendo la explotación de tierras raras en Rusia y Ucrania, así como inversiones en reconstrucción -, las élites europeas parecen decididas a tensar la cuerda hacia un escenario bélico. Incluso se discute la creación de un fondo con los 300 mil millones de dólares rusos congelados, al que Estados Unidos aportaría capital, con el fin de que empresas rusas y norteamericanas participen en proyectos de distinta índole. Sin embargo, los 28 puntos de este plan se enfrentan al boicot europeo, que no acepta la idea de una Rusia victoriosa, pues ello alteraría de manera sustancial el mapa geopolítico del continente.

La crisis de la OTAN es un ejemplo palpable. Con Trump en la Casa Blanca, se escuchan en Europa voces que llaman a "prepararse para perder hijos" en los próximos tres años, dado que Washington habría abandonado el flanco oriental de la Alianza para concentrarse en China. Esta retirada debilita a la OTAN y abre una crisis en la Unión Europea, que se enfrenta a un posible proceso de desintegración. El desenlace dependerá de si un futuro gobierno demócrata en Estados Unidos decide retomar el compromiso con Europa.

En este contexto, Alemania emerge como protagonista. Friedrich Merz, canciller desde 2025, ha declarado que "no habrá paz a costa de la capitulación de Ucrania", defendiendo una postura firme frente a Moscú. Merz critica tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda, a las que considera amenazas para la democracia alemana. Todo sugiere que el problema podría pasar a ser Alemania, y no Rusia, en la dinámica continental.

Las cifras económicas refuerzan la paradoja: el PBI europeo es diez veces mayor que el ruso; el francés equivale a una vez y media el ruso, y hasta el italiano supera en alguna medida a Moscú en producción. Sin embargo, Europa carece de la tecnología misilística y la capacidad militar que Rusia conserva y mejora a diario. Aun así, por tamaño y recursos, Rusia difícilmente podría imponerse militarmente a Europa en una guerra limitada, excluyendo la amenaza nuclear. El dilema no reside en los pueblos, sino en las élites, que apuestan por el globalismo y reprimen a las fuerzas políticas disidentes.

Ejemplos abundan: la prohibición de "Alternativa por Alemania" pese a su victoria electoral (y la muerte sospechosa de 7 de sus candidatos a dos semanas de las elecciones), la proscripción del partido de Le Pen en Francia, o la anulación de resultados en Rumania. Estos episodios alimentan sospechas de manipulación y profundizan la desconfianza ciudadana. Y muestra como no se "escucha" al Pueblo Europeo.

La historia enseña que la violencia rara vez se controla. Carl von Clausewitz advertía que "la guerra es la continuación de la política por otros medios, y quien la inicia debe saber cómo terminarla". Argentina ofrece lecciones: la guerra de la Independencia (el consumo de recursos, vidas humanas y descalabro en las provincias hubiera hecho pensar dos veces a las elites de Buenos Aires el emprender esa guerra) y la batalla por Malvinas (originalmente el éxito de la Operación Rosario con "no bajas" británicas para luego desplegar una pequeña guarnición de 500 hombres y forzar así la negociación…hasta que luego sucedió lo del ARA Belgrano…y más tarde lo del HMS Sheffield…) muestran cómo decisiones políticas mal calibradas escalan en costos humanos y materiales.

Hoy, las élites europeas creen que podrán manejar los tiempos y que dentro de tres años habrá guerra con Rusia. Putin, en contraste, ofreció firmar un acuerdo de paz y modificar la legislación rusa para prohibir la guerra. Aunque pueda parecer un gesto simbólico, su valor político es significativo.

El plano militar confirma que la guerra moderna ha cambiado. La experiencia ucraniana revela que las doctrinas de la OTAN no estaban preparadas para un conflicto de gran escala. Los drones baratos, capaces de neutralizar sistemas millonarios, han transformado las tácticas. La guerra de posiciones recuerda a la Primera Guerra Mundial; los blindados y misiles de precisión se vuelven obsoletos frente a la guerra electrónica; y la defensa aérea se enfrenta a un dilema económico insostenible. La modernización tecnológica impone cambios constantes en doctrinas y conceptos de empleo, obligando a repensar tácticas, organización y presupuestos.

Mientras que aún no señalamos términos estratégicos, operativos, todos deducimos que esto se trata de la Gran Geopolítica.

Europa se juega su destino en esta encrucijada. Las élites que gestionaron la pandemia buscan ahora un control total apoyado en la tecnología, mientras actores considerados "irracionales" alteran el tablero mundial. Irrumpen los Trump, los Orbán, las Meloni …y los Putin. La guerra en Ucrania podría estar llegando a su fin, pero sus lecciones apenas comienzan. Los ejércitos suelen prepararse para la guerra pasada, no para la que viene. Y en ese desfase se define, muchas veces, el futuro de las naciones.

Este escenario acarrea, sin lugar a duda, consecuencias para nuestra nación en todos los frentes (político, económico, social, militar). Pero ello será motivo de otro espacio, siempre que los lectores así lo quieran saber, porque indudablemente, la vida de todos, inclusive en este extremo de América, podría ser alterada por el devenir de los próximos acontecimientos.

 

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