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Palabras que transforman: proyectar la escuela hoy

El acceso masivo a la educación no garantizó la igualdad de oportunidades. En una escolarización sin aprendizaje, analizar la realidad es el primer paso para cambiar el rumbo.
Sabado, 27 de diciembre de 2025 01:01
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Las palabras construyen significados; hay palabras que describen situaciones y otras que las instalan. Mientras las que describen actúan como espejos que nos devuelven la imagen de lo que ya es, las palabras que instalan funcionan como cimientos: al nombrar una posibilidad, crean el espacio para que algo nuevo suceda. En este espacio escribo. A veces para muchos desde la utopía, para otros desde la posibilidad, pero siempre con la convicción de que la palabra es el primer acto para transformar nuestra realidad educativa.

Fin de año: las escuelas cerraron informes, es hora de analizar resultados, proyectos presentados, y tomar decisiones. Momento en el que podemos co-crear desde otras miradas y paradigmas, recuperando experiencias sin quedarnos en un lugar donde solo prevalezca el desgano y la queja. Es el momento en el que, a pesar del cansancio acumulado, hay quienes elegimos detenernos a mirar el recorrido para sostener la ilusión de construir mundos posibles. Pensando siempre en las infancias y apostando por esa educación que, como sociedad, nos merecemos. Porque educar es, esencialmente, un acto de confianza hacia lo que viene y hacia nuestra propia identidad como escuela, incluso más allá de las incertidumbres. Es un acto de fe.

Una escuela es una organización que aprende: aprenden los docentes, los alumnos, las familias. Valorizar el saber del otro es construir. Y una comunidad que aprende se retroalimenta con el quehacer de cada uno, cada aula abierta al intercambio fortalece el proyecto colectivo que sostiene a la institución. Por eso, pensar la escuela como un espacio vivo y en diálogo constante puede resignificar el sentido de enseñar y aprender. Sucede un cambio distintivo en el propósito educativo cuando pasamos de la mera transmisión a un espacio de intercambio, debate y construcción activa de conocimiento, donde el enseñar y aprender se vuelven procesos más profundos, críticos y conectados con la realidad.

En función de las demandas de un mundo en constante cambio, hoy existe un mayor acceso masivo a la educación y a la información, pero el acceso no ha garantizado la igualdad de oportunidades. Estamos ante una escolarización sin aprendizaje, donde el sistema admite a los alumnos, pero falla en integrarlos y darles una educación de calidad, esto sigue generando una brecha entre la educación pública y privada.

Los alumnos deben adquirir conceptos y actitudes para resolver problemas de forma autónoma. Hablamos de aprender a aprender, de centrar el trabajo de la escuela en transmitir información y contenidos, pero sobre todo hablamos de que los estudiantes aprendan conceptos, modos de comprensión y actitudes que les sean de utilidad para resolver problemas. De formar personas autónomas que sepan qué hacer con ese conocimiento que han construido, llevarlo a la práctica: del saber-saber al saber-hacer.

Hablamos de aprender a vivir juntos, de educar para la convivencia, para la autorregulación y el encuentro con el otro. De formar ciudadanos democráticos preocupados por el prójimo, con vocación inclusiva y responsabilidad social. La escuela debe formar ciudadanos comprometidos, trabajadores inteligentes, consumidores críticos, autónomos y con proyectos.

La escuela no es un espacio aislado, lo que sucede en ella debe ser legible y comprensible para toda la sociedad. El escenario histórico actual nos demanda revisar nuestras prácticas pedagógicas y resignificar la identidad de cada nivel educativo para garantizar trayectorias escolares continuas y sin fragmentaciones. Exige enfocarnos en saberes y valores socialmente significativos, adaptados a las capacidades que requiere la sociedad actual. Sin embargo, esta mejora no puede basarse en percepciones subjetivas, sino en diagnósticos precisos derivados de indicadores reales. Solo analizando el estado actual del sistema podremos establecer objetivos de mejora. Este camino no solo busca corregir, sino también visibilizar todo aquello que la escuela ya hace bien y que merece ser reconocido.

Creo que educar implica descubrir y desarrollar modos de amar, de conocer y de vincularnos con el otro. Supone la búsqueda responsable de formas para habitar nuestros espacios comunes, manteniéndonos abiertos al intercambio, la cooperación y la reflexión compartida. En medio de un escenario donde muchos educadores se paran para educar con coraje, la pregunta obligada es: para el próximo año ¿se proyectan políticas educativas que acompañen? Ojalá que sí, que sean políticas educativas situadas y contextualizadas, porque renovar esfuerzos y sueños, fortalecer y mejorar, es compromiso de todos. íFelices Fiestas!

 

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