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El gobierno libertario argentino transita su primera "crisis horribilis", en manos y diseño del mismísimo presidente de la Nación. Desde el viernes 14 de febrero, cuando el token o memecoin $LIBRA irrumpió en el mercado cripto, la estafa promovida por Javier Milei desmiente el único activo concreto de este gobierno: la confianza en una persona idónea para manejar y mejorar la economía.
Un requisito elemental
En partes, el término idóneo no es capricho del autor o editor. Es un descriptor legal, ético y preciso que a la vez es filtro para las personas que quieran ocupar cargos públicos. Es parte del lenguaje constitucional en su Artículo 16, y base necesaria para evaluar el mérito de servir a la Nación siendo funcionario público. En el caso de la posición de presidente, la prueba de idoneidad es doble: elección libre, democrática y transparente; y mandato popular para "hacer cumplir" la Constitución de la Nación Argentina. Tan serio es el tratamiento del concepto que la Ley de Ética Pública contempla principios y obligaciones fundamentales hacia los cargos públicos. Entre ellos: probidad y transparencia en el ejercicio de la función pública, primacía del interés público sobre el interés personal, uso responsable de los bienes y recursos del Estado e imparcialidad y objetividad en la toma de decisiones. La desviación de estos principios estipula sanción y condena política y social, como la inhabilitación para ejercer la responsabilidad cívica de liderar.
Sin ni siquiera entrar en detalles de la estafa $LIBRA, el último párrafo debería alertarnos que le hemos dado poca atención a la prueba de idoneidad en las últimas décadas en nuestro país. Descontando Alfonsín, todas las personas que tuvieron el honor de presidir el país han sido procesados o condenados por delitos que atentan contra el principio de aptitud.
Integridad y compromiso
En el ámbito político, el concepto de idoneidad hace referencia a la capacidad y competencia de una persona para desempeñar un cargo público o ejercer una función dentro del Estado. Se fundamenta en criterios de mérito, conocimientos, experiencia y ética, diferenciándose de la designación basada en el nepotismo, el clientelismo o la lealtad partidaria. La idoneidad implica que el acceso a cargos públicos debe basarse en la preparación técnica, la formación académica y la experiencia relevante para el puesto. Además de la capacidad técnica, se espera que el funcionario actúe con integridad y respeto por los principios democráticos y republicanos. La idoneidad política busca que las decisiones y acciones de los gobernantes prioricen el interés público por sobre intereses económicos personales.
Si partimos de estos postulados generales y lo aplicamos a la crisis $LIBRA, no es tan difícil entender porque hasta los militantes libertarios acérrimos y los expertos de cripto más importantes del mundo se unen en el horror. La sociedad también. Los actores de la política también. El mercado también. El círculo íntimo del presidente aún más.
La aclaración o excusa de falta de conocimiento previo o de tiempo para "interiorizarme" en la estafa cripto delatan, justamente, la falta de idoneidad del presidente para ocupar su cargo. No fue un hecho aislado. El presidente piensa la función pública como un robo, el Estado como organización criminal y el amplio abanico político como casta. Denigra la institucionalidad, reniega de la estructura estatal, desfinancia los pilares del bienestar y rifa los bienes comunes. Irrespetuosamente se desliga de la tradición nacional en la política exterior, confunde sus ideales personales como políticas de Estado, insulta al que piensa diferente y atenta contra la convivencia democrática al tener que negociar.
La crisis LIBRA$
La crisis $LIBRA es el último ejemplo de la falta de idoneidad de Javier Milei. Un ejemplo burdo, bruto, que cruje con el único activo real, concreto y en auge que tenía su gobierno y su naciente espacio político: la confianza en una persona que, justamente, sabía de economía y finanzas. Porque si bien el relativo orden macro y baja de inflación son logros demostrables, también lo son sus razones o mecanismo: una mega devaluación inicial, una recesión inducida, un aprecio del dólar, nueva deuda externa, carry trade y superávit a través de la desfinanciación a las provincias (Salta, una de las más afectadas) y a los servicios públicos base. No hay mucho que jactarse cuando 5% del PBI salieron a costa de mejores universidades, escuelas, hospitales, ciencia y tecnología y recursos para manejar la crisis climática que todavía devora los bosques patagónicos. Cuando la administración pública depende del humor de un consultor político y la hermana del presidente, la crisis $LIBRA termina de tener sentido. En todo esto, una persona, votada por la república, utiliza su posición institucional para beneficio propio y de terceros. Cuando una situación genera dudas sobre sus orígenes y fines, siempre es mejor volver a la pregunta de Cicerón, "¿cui bono?", ¿a quién beneficia?
Y las otras dudas
La arista más grave del episodio es la pregunta que termina de interpelar: ¿en qué otros temas de seriedad para el país el presidente no se interiorizó antes de actuar? ¿qué parte de su acción política fue diseño de terceros con negligencia propia? ¿es Javier Milei quien gobierna? No son preguntas de chicana. Son preguntas empíricas a la luz de su recorrido en la gestión.
A modo breve de ejemplo, si repasamos temas concretos donde una acción presidencial genera dudas por su eficacia, sus razones o resultado esperable, veremos que repiten un patrón similar. Cuando propuso la ley ómnibus, ¿entendió que eliminaba la ley de manejo del fuego que hoy hace falta en la Patagonia?; cuando prorrogó el presupuesto por segundo año consecutivo, un hecho sin precedentes, ¿entendió que desfinanciaba la salud, la educación, la ciencia y la tecnología, la seguridad y hasta el Instituto del Servicio Exterior de la Nación?; cuando decidió la salida de la Argentina de la Organización Mundial de la Salud, ¿entendió que dejaba al país sin intercambio de datos y científicos críticos para hacer frente a la próxima pandemia?; cuando desfinanció a las universidades públicas, ¿entendió que erigía barreras al ascensor social e impactaba de lleno en el desarrollo tecnológico del país, como el CONICET?; cuando forjó el retorno de la SIDE, ¿entendió que daba paso libre a la utilización política de los servicios de inteligencia, con la historia que tiene nuestro país en la materia?; cuando planificó salir del Acuerdo de París, ¿entendió que también significa la perdida de diálogo tan necesario para mitigar contra la crisis climática que se devora la Patagonia? Cuando promovió una estafa en sus redes sociales verificadas en función de presidente de la Nación, ¿pensó que no habría consecuencias?
Idoneidad
Preguntas que solo apuntan a una respuesta: una persona no idónea para ser presidente. El sistema democrático argentino tendrá que resolver las vías institucionales y legales para hacer frente a esta situación inédita. El poder judicial -independiente del ejecutivo y legislativo- deberá demostrar si está a la altura que le exige la Constitución. Pero la parte más importante para salir de esta situación es la reflexión personal de cada uno que ama a este país. Debemos seriamente darnos el gusto de votar a la persona que se merece nuestro voto, no porque tiene motosierra, sino porque es idónea. Este año, en las elecciones provinciales y nacionales, tenemos la oportunidad de poner en acción esa reflexión.