Todas las acciones armadas de las que tomo parte y las que pergeñó el general Martín Miguel de Güemes con sus gauchos en el Noroeste y el Alto Perú, demuestran ampliamente que actuaron imbuidos del fervor por una patria libre, independiente y soberana.
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Todas las acciones armadas de las que tomo parte y las que pergeñó el general Martín Miguel de Güemes con sus gauchos en el Noroeste y el Alto Perú, demuestran ampliamente que actuaron imbuidos del fervor por una patria libre, independiente y soberana.
En uno de sus trabajos, la Dra. Sara Mata expone detalladamente la forma en que se fueron constituyendo las milicias locales en las provincias del virreinato, y a partir de la revolución la unión de provincias del Río de La Plata, que en muestra de apoyo se sumaban al Ejército Auxiliar del Alto Perú. Esta fuerza formada en 1810 había partido de Buenos Aires y su destino eran las intendencias de Chuquisaca y La Paz, en las que sus habitantes proclamaban la independencia desde un año antes en cabildo abierto.
Esos permanentes reclamos y alzamientos eran sofocados por las fuerzas militares realistas con sangrientas represiones y ahorcamientos. Poco antes de 1780, en la gobernación intendencia de Salta se habían formado cinco regimientos que intervinieron con poca incidencia en la gran sublevación de los pueblos andinos producida el año siguiente, por lo que la presencia militar tuvo que ser reforzada con la instalación del 3er Cuerpo de Caballería Fijo de Buenos Aires.
Este proceso concluyó con la organización de las Milicias Regladas a principios del siglo XIX, en que algunos hombres destacados ocuparon los cargos jerárquicos en las ciudades, en tanto, hacendados y propietarios lo hicieron en las milicias rurales. La negociación por el reconocimiento de estos jefes locales fue el centro de las disputas entre el ejército y las milicias provinciales; por otro lado, fue el inicio de un firme proceso de liderazgo que alcanzó el teniente Martín Miguel de Güemes en Salta, Jujuy, Orán y sur del Alto Perú.
A partir de 1810 se ven las intenciones de los jefes del Ejército Auxiliar por subordinar a su mando a los jefes de las milicias locales; repudiando su capacidad militar, el manejo de las tropas y el conocimiento de la geografía; de modo que a poco de iniciadas las acciones, las diferencias y altercados no tardaron en aparecer. Sucedió días después del primer triunfo de las armas de la patria obtenido por Güemes en Suipacha; negado y omitido; y una semana después el del coronel Esteban Arce en Arohuma, cerca de Oruro. También, completamente ignorado. Todo se incluye en la inexplicable conducta de Juan José Castelli que impidió la temprana expulsión de los españoles. Por sus reclamos, el entonces teniente Güemes fue dado de baja y desmembrada la división de gauchos.
Una segunda oportunidad se presentó con el ataque que dirigió el día 14 de abril de 1815 en que con sus gauchos diezmaron a la numerosa vanguardia realista que ocupaba el Puesto Grande del Marqués, permitiendo la posibilidad de arrollar a las tropas enemigas que habían emprendido un desesperado movimiento de retroceso hacia Lima. Entonces, Rondeau tampoco lo autorizó.
El Plan Sanmartiniano
El fracaso de las dos campañas militares del Ejército Auxiliar del Alto Perú, motivaron al coronel mayor José de San Martín a organizar una expedición que terminara para siempre con el poder realista en América del Sur, haciendo caer su autoridad en el Perú, debido a que era palpable la imposibilidad de hacerlo ingresando por el río Desaguadero. Por su experiencia, la guerra debía decidirse atacando desde el océano y a poco de las derrotas que tuvo José Rondeau en Venta y Media y Sipe Sipe, comenzó a darle forma al plan continental. Una vez que San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte a comienzos de 1814, solicitó que Güemes estuviera entre los refuerzos que necesitaba, impresionado por el resultado triunfal de sus acciones.
Al ser ascendido a coronel y jefe de la vanguardia del Ejército Auxiliar, San Martín le encargó la organización de una fuerza militar en la línea del río Juramento. En carta de abril 1814, expresó "(…) el plausible resultado del ataque a la brusca, que emprendió el valeroso teniente coronel D. Martín Güemes el 29 de marzo (…), es imponderable la intrepidez y entusiasmo con que se arroja el paisanaje sobre las partidas enemigas, sin temor del fuego de fusilería que a ellos hacen (…), En premio de esa acción, con fecha 9 de mayo se nombra a Güemes teniente coronel de Ejército (…)".
San Martín y Güemes se encontraron en Tucumán para definir el plan, a pedido del primero y tres días antes de su retiro del Ejército Auxiliar. Apolinario Saravia también fue designado para el cargo de jefe de frontera en Guachipas, bajo las órdenes de Güemes.
Como había sucedido a partir de la primera ocupación de Salta, los jefes realistas reincidían en el envío de partidas para recorrer la campiña confiscando las reses, caballos y mulas necesarias; sin distinción ni cuenta ni razón. Pero el descontento de los hacendados afectados en distintos parajes se generalizó y reaccionaron formando "milicias rurales" guiadas por un líder comarcano.
La guerra gaucha
Estos grupos de resistencia protagonizaron duros enfrentamientos con soldados experimentados y bien armados que terminaban derrotados o huyendo sin cumplir su propósito; siendo conocidos los que mantuvieron los grupos de Luis Burela, Pedro Zabala, José Francisco Gorriti y Gabino Sardina.
Se iniciaron así los movimientos de resistencia de paisanos voluntarios a los que Güemes concentró con la promesa, entre otros beneficios además del fuero gaucho, de lograr la expulsión de los tiranos. La organización que en principio estructuró en Salta se expandió hasta abarcar todo el territorio norteño hasta Tarija y Cinti, como una sólida formación militar dividida en Compañías e integradas por escuadrones con un cuerpo de oficiales, e identificadas según el lugar de origen.
Las experimentadas y numerosas tropas bien equipadas y armadas que descendieron desde Lima con ánimos de invadir la región fueron resistidas y rechazadas, cuando no eliminadas, mediante la quita de recursos, el despliegue de estrategias acordes a la geografía y aguardando el momento preciso para atacar.
A mediados de 1820 y para emprender "la guerra hostil de corsarios", Güemes creó divisiones a las que asignó los nombres de Carmen, Pirata, Nazareno, Coronela, Candelaria, etc. que siguiendo sus instrucciones debían llevar adelante acciones precisas.
Por entonces tenía a su mando nueve hombres con el grado de coronel, treinta y dos con el de teniente coronel, veintiséis sargentos mayores, ochenta y siete capitanes, setenta y siete tenientes, setenta y tres subtenientes, además de dos capellanes, un cirujano y la asombrosa cifra de seis mil seiscientos diez gauchos. A estos se sumaron el apoyo de sus compañeras u otros familiares; y la incondicional colaboración de cientos de mujeres que en ciudades y campo oficiaban de espías y correos.
Indudablemente, con algunos escritos de la pluma del general y hoy a la luz de otros documentos, podemos dimensionar su minucioso y detallado trabajo al formar y hacer funcionar aquella red de espionaje de excelencia en información y rapidez de envío; el sistema resultó de fundamental importancia debido a las dificultades y carencia de medios disponibles.
El nombre de la mayoría de los hombres que participaron se puede encontrar en los extensos listados de registros nacionales y libros provinciales; mientras injustamente y solo en ciertos escritos, figuran los de mujeres como la coronela Juana Azurduy, Magdalena Güemes, Martina Silva, Loreto Sánchez de Peón Frías, Juana Moro, Gertrudis Medeiros, Juana Torino, Andrea Zenarruza, María Petrona Arias y muchas más que estuvieron, y de las que nunca sabremos su nombre.
"Lo estamos esperando"
Los estudiosos aún discuten algunas cuestiones menores para definir si fueron nueve o trece las invasiones a Jujuy y Salta que rechazaron los gauchos y los pobladores del norte durante aquellos años. Pero, cualquiera sea la cifra no cambia en nada el espíritu de haber sido una epopeya gloriosa. Faltos de métodos con que enfrentar las estrategias de guerra desplegada por Güemes y sus oficiales, en un par de ocasiones intentaron sobornarlo abiertamente. Así lo hizo, en una carta, el jefe español Pedro de Olañeta:
"(…) Si Ud. se halla al cabo de lo expuesto y tiene ánimo de no sacrificarse, avíseme Ud. a la mayor brevedad para que con mis jefes le proporcione cuanto desee para su familia. Si se obstina espere muy presto el resultado porque reforzado el ejército con los Regimientos de Extremadura, Gerona, Cantabria, y los famosos Escuadrones de Húsares y Dragones, en el momento menos esperado impondrá la justicia de los pueblos donde arribe (…)".
Así le respondió el héroe gaucho: "(…) diré a Ud. que desde ahora para siempre renuncio y detesto ese decantado bien que desea proporcionarme. No quiero favores en perjuicio de mi país: éste ha de ser libre a pesar del mundo entero. Vengan enhorabuena esos imaginarios regimientos de Extremadura, Gerona, Cantabria, Húsares y Dragones, y vengan también cuantos monstruos abortó la Europa con su Rey Fernando a la cabeza. Nada temo, porque he jurado sostener la independencia de América, y sellarla con mi sangre (…), (…) Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. No son asesinos, sino de los tiranos que quieren esclavizarnos. Con éstos únicamente lo espero a Ud., a su ejército y a cuantos mande la España. Crea Ud. que ansío por este dichoso día que me ha de llenar de gloria (…)"