inicia sesión o regístrate.
El juego del Go es un juego de estrategia en el que se enfrentan dos "ejércitos" y gana quien consigue ocupar el mayor "territorio". Los jugadores se alternan colocando piedras blancas y negras sobre las 361 intersecciones de un tablero cuadrado de 19 por 19 líneas.
Después de las dos primeras jugadas de ajedrez, existen unas cuatrocientas jugadas posibles. En el Go, luego de las dos primeras jugadas, existen más de 130.000 jugadas posibles y este número crece de manera exponencial a medida que el juego progresa. Así, el Go es considerado uno de los juegos más complejos del mundo. "El espectro de posibilidades del Go es un número más grande que la cantidad de átomos del universo", escribió Google en su página, años atrás, cuando AlphaGo -su inteligencia artificial-, venció al campeón mundial del juego.
En la antigua China, el juego del Go representaba una de las cuatro formas de arte que cualquier erudito chino debía dominar para alcanzar un refinamiento intelectual y una sabiduría similar a la del Zen. Yasunari Kawabata, es su libro "El Maestro de Go", narra de una manera hermosa las vicisitudes que enfrentan los Grandes Maestros de Go ante una partida importante.
Un avance imparable
En octubre de 2015, AlphaGo venció cinco veces seguidas al campeón europeo, Fan Hui. Era la primera vez que una IA le ganaba al Go a un jugador profesional.
En marzo de 2016, AlphaGo le ganó a Lee Sedol, niño prodigio considerado uno de los mejores jugadores de Go. Durante el segundo juego de la serie, AlphaGo hizo una jugada imprevista -la famosa "jugada 37"- y los comentaristas, todos jugadores profesionales, aseguraron que la máquina se había equivocado. Lee Sedol, en cambio, se levantó y dejó la sala para ir al baño. Supo de inmediato que no había sido una equivocación. Menos de tres horas después, AlphaGo ganaba el segundo match sin contemplaciones.
En mayo de 2017, una versión mejorada de AlphaGo le ganó al campeón Mundial Ke-Jie. Ke-Jie, considerado el mejor jugador humano de la historia del Go, perdió de manera inapelable.
La "jugada 37"
Cuando AlphaGo le ganó a Lee Sedol; ocurrieron varias cosas significativas. En primer lugar, cuando -poco tiempo antes- se había preguntado a los 300 expertos mundiales más importantes de la IA cuándo una IA le ganaría a un ser humano al Go, todos coincidieron en responder que nunca antes del año 2030. Sin embargo, ocurrió casi una década y media antes, lo que muestra la velocidad de los avances.
Segundo, al tratarse de un juego tan complejo, cuando a un Gran Maestro se le pregunta "por qué hizo tal o cual jugada", la respuesta es "porque se sintió correcta"; o sea, implica una «intuición" que no se pensaba que una computadora pudiera desarrollar.
Además, desde el punto de vista social y geopolítico marcó un hito. En Asia no sólo los "frikis del Go" (fanáticos) siguieron en vivo el acontecimiento, sino que también había gobiernos, ejércitos y empresas tecnológicas entre los observadores. El retador, una empresa occidental de capital estadounidense con sede en Londres acababa de ganar en un juego oriental antiguo, emblemático y por el que -en el mundo oriental- se siente algo parecido a la devoción. Era como si un equipo de robots coreanos se hubiera presentado en el estadio de los Yankees y hubiera derrotado al equipo estrella de béisbol en Estados Unidos. El golpe fue devastador.
Por último, porque esa famosa "jugada 37" fue por completo inesperada y considerada inusual e innovadora. Esa jugada marcó un punto de inflexión y subrayó la capacidad de la IA para pensar fuera de los patrones establecidos. Después de esa histórica "jugada 37", Lee Sedol dijo: "Pensé que AlphaGo estaba basado en cálculos de probabilidad y que era meramente una máquina, pero cuando vi este movimiento, cambié de opinión. AlphaGo es creativo".
Pensando "fuera de la caja"
"AlphaGo está diseñado para batir a los jugadores humanos; no para imitarlos. Para lograr esto, AlphaGo tiene que aprender a descubrir nuevas jugadas por sí sola, jugando miles y miles de partidas dentro de sus redes neuronales y mejorando sus capacidades usando un enfoque de prueba y error conocido como aprendizaje reforzado"; escribieron sus desarrolladores en un ensayo.
Desde este suceso, la inteligencia artificial "despegó". Una IA derivada de ella, AlphaZero, logró, en 24 días y jugando contra ella misma, obtener un nivel de juego que jamás podrá ser alcanzado por ningún ser humano.
Variaciones de esta IA se usan hoy, por ejemplo, para controlar reactores experimentales de fusión nuclear en condiciones que ningún ser humano podría realizar jamás. O, más reciente, en el corazón del Premio Nobel de Química del 2024 -otorgado a Demis Hassabis, John Jumper y a David Baker-, se encuentra AlphaFold 2 -otra mutación de AlphaZero-; por haber resuelto lo que antes se consideraba un problema insuperable en biología: predecir con precisión la estructura tridimensional de las proteínas de ADN,
ARN y otras moléculas a partir de sus secuencias de aminoácidos.
Más reciente: una IA logró resolver un problema relacionado con súper bacterias resistentes a los antibióticos en apenas dos días; mientras que llegar a esa misma conclusión al equipo científico le había llevado toda una década. El científico a cargo declaró: "(La IA) Me ofreció otras cuatro posibilidades y todas tenían sentido. En el caso de una de ellas, que nunca la habíamos considerado, ahora la estamos investigando".
Libre albedrío
Volviendo al juego de Go, nadie le dijo a AlphaGo que la ahora famosa jugada 37 era una buena idea. Lo descubrió por sí sola. Esto es lo que más impresiona de una IA: que, especificándole un objetivo con claridad, demuestra ser un sistema capaz de encontrar su propia estrategia y la forma más eficaz posible para encontrar una solución.
Nadie programa a una IA para que escriba como la novelista británica del siglo XVIII, Jane Austen; produzca un haiku (poema japonés de tres versos) original; o para que genere textos de marketing para un sitio web que vende autos. Estas características son efectos emergentes de una enorme arquitectura cuyos resultados no son decididos ni guiados por sus diseñadores. Es el primer peldaño de una escalera hacia una autonomía cada vez mayor.
Sobre este punto, una investigación interna de GPT-4 concluyó que no es probable que esta sea capaz de actuar de manera autónoma ni de autorreplicarse, pero, muy pocos días después de su lanzamiento, los usuarios ya habían encontrado formas de hacer que el sistema escribiera código para replicarse a sí misma y tomar el control de otras máquinas.
Esto, hoy, plantea una paradoja enorme: las tecnologías de nueva ola están mucho más allá de nuestra capacidad de comprensión a un nivel granular, pero, aún así, caen dentro de nuestra capacidad general para crearlas y utilizarlas. Y, el hecho de que gran parte de la tecnología por venir opere al límite entre lo que podemos entender, debería hacernos reflexionar. Comienza a ser evidente que no siempre vamos a ser capaces de predecir lo que estos sistemas autónomos harán a continuación; pues esa es la naturaleza misma de la autonomía. ¿O debería decir del "libre albedrío"?
Una «explosión de inteligencia» es el punto en el que una inteligencia artificial puede mejorarse a sí misma una y otra vez, de forma recursiva; fuera de nuestro control. Y las IAs ya están encontrando formas de mejorar sus propios algoritmos. Esto conformaría la tecnología incontenible definitiva. De hecho, hay argumentos de peso para afirmar que, por definición, una super-inteligencia sería imposible de controlar o de contener.
Gorilas en la niebla
Una entidad más inteligente podría dominarnos. El investigador en inteligencia artificial Stuart Russell lo llama el «problema del gorila». Estos animales son, a nivel físico, más fuertes y resistentes que nosotros, pero son ellos quienes viven en zoológicos en peligro de extinción; ellos son los que están contenidos. Nosotros, con nuestros músculos débiles pero grandes cerebros, hacemos la contención. Al crear algo más inteligente que nosotros, podríamos ponernos en esa misma posición.
La cruda realidad es que nadie sabe cuándo o cómo estas tecnologías podrían ir más allá de nosotros; ni qué podría ocurrir a continuación. Nadie sabe si llegarán a ser del todo autónomas o cómo hacer que se comporten acorde a nuestros valores; asumiendo que seamos capaces de establecer esos valores, en primer lugar.
La tecnología se ha convertido en un sistema indispensable y autónomo que impregna todos los aspectos de la vida cotidiana, de la sociedad y de la economía. No podemos prescindir de ella. Y, al contrario, existen fuertes incentivos para que aumente su autonomía, potencia y alcance de manera radical. Nadie controla lo que hace ni adónde irá después. No se trata de un concepto filosófico, ni de un escenario determinista, ni de un tecno-centrismo californiano exaltado; sino que es una descripción del mundo en el que habitamos.
Pero, al mismo tiempo, nos vamos pareciendo más y más a esos gorilas contenidos en sus jaulas. Apenas un eslabón necesario en el proceso de evolución de la inteligencia desde una carcasa biológica hacia nuevos y mejores contenedores de silicio. No creo que Darwin haya previsto este camino evolutivo. ¿Seremos capaces de controlar esta nueva forma evolutiva; nosotros?