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Güemes, hombre de excepcionales cualidades traducía en sus gestos la nobleza de espíritu y hacía gala del honor. Esta cualidad va unida al concepto de hidalguía, de la convicción profunda de los principios y valores que enaltecen al ser humano. Sin el honor la vida civilizada no es posible y menos aún en quien se erige como cabeza de gobierno de la provincia. Honor y fidelidad a los principios son la medida de la grandeza del héroe.
La irrestricta responsabilidad de Güemes frente a la causa de la libertad de la Patria se visibiliza en las respuestas que ofrece a los jefes realistas Pedro Antonio de Olañeta y Guillermo de Marquiegui, en oportunidad que le hubieran ofrecido recursos materiales para que abandonara el mando de las tropas a su cargo y dejara expedito el camino al ejército invasor. En sendas epístolas fechada en 19 y 22 de septiembre de 1816, Güemes rechaza los ofrecimientos y puntualiza su adhesión a las ideas emancipadoras y la confianza en la labor de sus escuadrones gauchos. En las epístolas se confirma otro rasgo distintivo de la personalidad de Güemes, el honor, que se traduce en el respeto intrínseco a los ideales que animan a su accionar.
En la devolución a Marquiegui expresa: "Con la de Ud. de 19 del corriente he recibido otra de su general Olañeta y como el contenido de ésta, es todo análogo a la de Ud., me remito a su contestación en lo principal de la solicitud. Repito a Ud., lo que digo a aquél, agregando que yo no aspiro a premios ni recompensas. Trabajo por la libertad del país, estoy convencido por principios que la causa que sostengo es justa y santa, y aunque sea sin concurso de otras naciones he de vencer o morir ... Calculen Uds. Lo que quieran; siembren la seducción y la discordia y cada día nos aseguraremos más en el conocimiento de su debilidad. Espero que otra vez no me insulte Ud., con tan groseras propuestas y convencido de que soy honrado, de que me asiste un carácter firme e incapaz de cometer bajezas, se valga solamente de las bayonetas y espadas que defienden a su rey".
El precio de la libertad
La respuesta a Olañeta responde a este mismo tenor, y contiene entre otros, estos términos que evidencian su hombría de bien y su resolución en lo referente a la solidez de su pensamiento del curso que había de seguir la emancipación:
"Al leer su carta de 19 del corriente formé la idea de no contestarla para que mi silencio acreditase mi justa indignación; pero como me animan sentimientos honrados, hijos de una noble cuna, diré a Ud., que desde ahora para siempre renuncio y detesto ese decantado bien que desea proporcionarme. No quiero favores con perjuicio de mi país: éste ha de ser libre a pesar del mundo entero.
Valerse de medios tan rastreros como inicuos sólo es el propio del que nació sin principios. Un jefe que manda un ejército tan respetable, a él sólo debe fiar el buen éxito de sus empresas. Lo demás es quimera, es degradarse y es manifestar mucha debilidad. Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. No son asesinos, sino de los tiranos que quieren esclavizarnos. Con éstos únicamente lo espero a Ud., a su ejército y a cuantos mande la España. Crea Ud., que ansío por este dichoso día que me ha de llenar de gloria. Convénzase Uds., por la experiencia que ya tienen, que jamás lograrán seducir no a oficiales, pero ni al más infeliz gaucho: en el magnánimo corazón de éstos, no tiene acogida el interés, ni otro premio que la libertad. Por ella pelean con la energía que otras veces han acreditado y que ahora más que nunca la desplegarán. Ya está Ud. satisfecho; ya sabe que me obstino, y ya sabe también que otra vez no ha de hacer tan indecentes propuestas a un oficial de carácter, a un americano honrado y a un ciudadano que conoce más allá de la evidencia que el pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete. Sin perjuicio de esto vea Ud., si en otra cosa puede serle útil su afectísimo servidor Q. S. M. B.".
Carta a Belgrano
En carta de Güemes a Manuel Belgrano fechada en Huacalera el 6 de noviembre de 1816, hace alusión directa a su honradez, un rasgo que se reitera en la documentación. Reafirma esta cualidad y previene sobre no prestar atención a un sector que difamaba al gobernador. También hace presente que no espera comprensión en la generación de su tiempo, sino que este beneficio le sería concedido en generaciones futuras, presagio que luego fue cumplido:
"Por lo que respeta a mí, no se me da el menor cuidado, el tiempo hará conocer a mis conciudadanos que mis afanes y desvelos en servicio de la patria, no tienen más objeto que el bien general; créame, mi buen amigo, que éste es el único principio que me dirige, y, en esta inteligencia, no haga caso de todos estos malvados que tratan de dividirnos. Güemes es honrado, se franquea con Ud. con sinceridad": En estas epístolas subyace una idea íntimamente vinculada con el honor. En la filosofía griega, el honor es el reflejo del valor interno en el espejo de la estimación social, pero también por la conciencia de su valor por el reconocimiento de la sociedad a la que pertenece.
"Trabajo por la libertad del país, estoy convencido por principios que la causa que sostengo es justa y santa".
El elogio y la reprobación son la fuente del honor y del deshonor. Elogio y censura son considerados por la ética como el hecho fundamental de la vida social, mediante el cual se manifiesta la existencia de una medida de valor en la comunidad de los hombres.
La indignación
Un testimonio esclarecedor de la dignidad y honor de Martín Güemes es la respuesta a los comisionados del Virrey Pezuela, quien le propusiera pasarse a su bando, fechado en Salta, 5 de octubre de 1820, y que es citado en las Obras Completas de Juana Manuela Gorriti. En el mismo se relata:
"Güemes lo leyó con aire impasible, contrayendo sólo de vez en cuando su labio una sonrisa de desprecio. 'Coronel - dijo, cuando hubo acabado la lectura-, ¿los veteranos españoles estiman en tan poco su honor, que se encargan de misiones como ésta?' El Coronel se ruborizó hasta lo blanco de sus ojos y llevando la mano al corazón juró que ignoraba el contenido de ese pliego, que el Virrey había confiado a su lealtad. Güemes le tendió cordialmente la mano y por toda réplica leyó en alta voz, el documento que tenía a la vista. Era una carta confidencial en que La Serna, después de apurar todas las seducciones que pueden subyugar a un hombre para inducirlo a abandonar, aunque sólo fuera neutralmente, la causa que defendía concluía ofreciéndole en nombre de su soberano un millón y los títulos de marqués y grande de España. – Y bien, Señores, dijo él dirigiéndose a los realistas: '¿No creéis conmigo que es ultrajar a un soldado el enviarlo con una proposición semejante cerca de otro soldado?' El honor brilló en los ojos de aquellos hombres, que cambiaron entre sí una fiera mirada e inclinaron la frente con vergüenza y dolor. Aquella muda protesta conmovió el alma noble y magnánima de Güemes. El héroe estrechó con efusión las manos de aquellos valientes. Os comprendo, les dijo, sois hombres de corazón, y por tanto dignos de defender una causa mejor. Decid a vuestro Virrey, añadió arrojando su carta al suelo con ademán suave y majestuoso, que Martín Güemes, rico y noble por su nacimiento, ha sacrificado su fortuna entera en el servicio de su patria; y que para él no hay títulos más gloriosos que el amor de sus soldados y la estimación de sus conciudadanos. Con ello Güemes se despidió y el coronel realista después de su partida exclamó: "Con tales adversarios nuestros esfuerzos serán vanos y América se perderá pronto a la Corona de España".
Conclusión
El proceso emancipador liderado por Martín Güemes está animado por un proceso espiritual con fuerte acento moral y conserva este sello de origen en la etapa de definición de la nueva república que emergía. Pero también estos sólidos principios morales y espirituales, que anidaban en el prócer los transfirió a una población bravía que asumió el desafío de ofrendarlo todo en aras de conseguir el ideal de la libertad. La lucha y la victoria forman parte de ese objetivo primigenio, conceptos que arraigan en ideales caballerescos, una verdadera prueba de fuego de la virtud humana. No significa simplemente la derrota del adversario, sino la búsqueda de un bien virtuoso: la emancipación.
"Jamás lograrán seducir ni al más infeliz gaucho: en el corazón de éstos, no tiene acogida el interés, ni otro premio que la libertad".
El patriotismo es un ideal, reflejado por un conjunto de hombres que en estos suelos ofrecieron su diestro brazo en pos del objetivo de la emancipación, guiados por la firme mano de Güemes. Esta implicaba necesariamente la responsabilidad del sujeto. Pero también, el patriotismo evidenciado por Güemes como por un conjunto de beneméritos paisanos, es la puesta en práctica de un humanismo centrado en una base ética y en una riqueza espiritual abrevada largamente en las aulas de las universidades charquina y cordobesa. Esta concepción humanista, ha reunido a los patriotas en la defensa de sus conciudadanos, en sacrificar la vida en honor del terruño, abandonando dinero, bienes y honores para ofrendarlo todo en aras del ideal de Independencia. La más alta entrega a un ideal es la prueba de un amor propio enaltecido.
El conjunto de bravos soldados que lucharon por la independencia comprendió que su servicio a las tropas era un fin moral en si mismo. Su líder contribuyó poderosamente a formar un contenido ideológico que sirvió de ejemplo a su gauchaje, y cuyo vértice más importante es el honor y amor a la Patria. Estos bravos, siguiendo el ejemplo de su líder, evitaron la compra de voluntades, no cedieron ante el chantaje. Es así como las virtudes que dispersaron en nuestros territorios en las campañas libertadoras, virtudes que unidas al heroísmo perfeccionan moralmente la gesta por la emancipación americana.
Pero también es de destacar que todo el continente de ideas no se petrificó en un estado teórico, sino que fueron puestas en práctica, es decir en acción. Y Güemes, en adhesión a ese bagaje espiritual, por los que trabajó incansablemente, lo lleva al cenit, a la más alta expresión, al inmolar su vida en aras del ideal supremo: la libertad.
En el presente, la figura de Martín Miguel de Güemes se yergue majestuosa. En ella se cimenta un bagaje moral, de quien, desdeñó título de grandeza y dinero, desechando los bienes materiales, despreciando el soborno. El legado güemesiano excede los gloriosos hechos de armas que protagonizó en pos de la libertad. Su mayor mérito consistió en gestionar estrategias militares como hechos políticos, pero sin usufructuar de los bienes del Estado.
La corruptela que se enquistó en nuestra amada Patria es un canto de sirena que seduce, pero que conlleva a la pobreza que padecen algunos sectores de la sociedad, y la falta de posibilidades de insertarse en un mundo en cambio.
A doscientos cuatro años del paso a la inmortalidad el prócer gaucho, ilumina con su ejemplo a nuestra dirigencia. Cabe que ella, labore para el bien del Estado y que no se aproveche de él para fines espurios.