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En este extraño país nuestro, la confirmación de la condena a seis años por malversación de fondos públicos a Cristina de Kirchner provocó un notable aumento en su imagen positiva, y correlativamente una disminución de su imagen negativa. Según las encuestas el rechazo a CFK, en las semanas previas al fallo, había alcanzado un pico de 60%; una vez conocido éste se redujo a 53,1%. El sentido común nos señala que cuando la justicia califica de delincuentes a determinados ciudadanos, la sociedad toda se debería sumar a ese reproche. Pero en la Argentina de Francella no somos así, y aplica la remanida frase de que en estos pagos el sentido común es el menos común de los sentidos. Este es un fenómeno que no es original y lo podemos constatar con la innumerable cantidad de intendentes y legisladores, con condenas firmes, que son reelegidos (a veces con abrumadora mayoría).
Lo cierto es que -de cualquier manera- una importante mayoría de nuestros conciudadanos, han visto con satisfacción que la expresidenta sufra el castigo en el que coincidieron diez jueces y seis fiscales. Para muchos la condena se quedó corta y repudian que pueda cumplir su pena con todas las comodidades de su amplio departamento. No se sabe si por acosar a sus juzgadores o por no tener conciencia de que es una rea convicta, Cristina se indigna de las restricciones a su libertad (precisamente en eso consiste la pena) que considera como persecución política. Parece que el juez de Garantías le denegó a CFK la posibilidad de adosar a su tobillera una guarda de diamantes y brillantes (fake news). Los abogados de Cristina deberían reclamar que la tobillera afecta su dignidad (y ella no es ninguna vieja dama indigna) ya que, en el famoso libro árabe medieval de Las mil y una noches, se hace referencia a estas joyas como un símbolo para diferenciar a las mujeres que ejercían la prostitución y a las lesbianas. Actualmente, en Colombia y México, las pulseras de tobillo se comercializan (googlear) como "tobilleras de puta".
El inconsciente (o consciente) colectivo de esa mayoría, en realidad, fantasea con que prontamente Cristina desaparezca de la memoria de los argentinos y languidezca silenciosamente, triste y olvidada.
En 2015
Hace casi diez años (diciembre de 2015) vivimos una situación parecida cuando Macri salió electo presidente derrotando a la coalición kirchnerista. En ese entonces muchas voces vaticinaban la muerte política de Cristina Kirchner. Rescato un artículo que escribí en esos días (Último tango en Cafayate), que reproduzco parcialmente aquí:
James Joyce, en su célebre novela Ulises, utilizó la técnica del monólogo interior donde los personajes (especialmente su protagonista femenina, Molly Bloom) dejan fluir atropelladamente sus pensamientos. Se me ocurrió que uno podría imaginar las desbocadas cavilaciones de Cristina Elisabet en ritmo y letra de tangos. Escuchemos ese cruel soliloquio.
¿Qué pasa? "Los amigos ya no vienen ni siquiera a visitarme, nadie quiere consolarme en la aflicción" (La cumparsita). Compañeros, "¿no ven la pena que me ha herido? ¿no ves que vengo de un país que está de olvido, siempre gris? (La última curda). ¡Qué sola me siento! "Uno está tan solo en su dolor... Uno está tan ciego en su penar..." (Uno).
Porque yo pienso que "si una vuelta te toca hocicar, fuerza, canejo, sufre y no llores" (Tomo y obligo).
Me rebelo absolutamente a ser "solo una mueca del viejo pasado, que ya no se puede resucitar". No quiero que se me recuerde como "una mueca de mujer vencida" (Volvió una noche). Pero es cierto que tengo "nostalgias de las cosas que han pasado, arena que la vida se llevó, pesadumbre de barrios que han cambiado y amargura del sueño que murió" (Sur). La verdad es que "Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenen mi soñar". (Volver).
"Cristina se indigna de las restricciones a su libertad (precisamente en eso consiste la pena) que considera como persecución política".
Pero debo confesar que siento "angustia de sentirme abandonada, sola y triste en esta noche, noche negra y sin estrellas..." (Nostalgias). Me parece que cada vez se alejan más mis posibilidades de volver, ni siquiera "adivino el parpadeo de las luces que, a lo lejos, van marcando mi retorno" (Volver). Siento que la política se aleja y que "hoy vas a entrar en mi pasado, en el pasado de mi vida" (Los mareados). Solo espero que la gente, cuando nos recuerde no diga: "Locos!, Locos!, Locos! Loca ella y loco yo!" (Balada para un loco). Menos aún que nos señalen diciendo: "Chorros! Vos, tu vieja y tu papá". (Chorra). No saben, acaso "que siempre ha habido chorros, ¡Maquiavelos y estafaos" y que a "nadie importa si naciste honrao!" (Cambalache).
El viento calafateño me grita: "una sombra ya pronto serás, desde que se fue, nunca más volvió" (Caminito) y también "me dice "Es la vida'. Y no lo vi más" (Volvió una noche). "Qué importa perderme, mil veces la vida para qué vivir. Cuantos desengaños" (Por una cabeza). Pero debo admitir que, finalmente "me toca a mí hoy emprender la retirada, debo alejarme de mi buena muchachada. Ya me voy y me resigno... Contra el destino nadie la talla..." (Adiós, muchachos).
En esta oportunidad, un mínimo de prudencia me hace recordar aquella frase falsamente atribuida al personaje Don Juan Tenorio: "Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud".