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Trump vs. California, y el fantasma de la secesión

Jueves, 26 de junio de 2025 02:12
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La decisión de Donald Trump de enviar efectivos de la Guardia Nacional a California para detener a los inmigrantes ilegales a fin de proceder a su deportación masiva puso de relieve un conflicto subyacente que polariza a la sociedad estadounidense con una intensidad sólo comparable a la que desató la guerra civil que ensangrentó al país entre 1861 y 1865. El fallo de un juez federal que suspendió la orden impidió, al menos transitoriamente, una escalada de violencia, pero no disipa un horizonte tormentoso de imprevisibles derivaciones.

California, el principal reducto electoral del Partido Demócrata, es también el mayor "santuario" para los inmigrantes ilegales. Con un elevado porcentaje de población de origen hispano y una idiosincrasia multicultural que es producto de su historia, la política antimigratoria de Trump generó el estallido de protestas masivas cuya virulencia no pudo ser controlada por las autoridades locales. Muchos manifestantes enarbolaban banderas mexicanas, lo que sirvió a Trump para calificar a las protestas como una "invasión extranjera".

Pero el estallido del conflicto no fue un rayo caído en medio de una noche estrellada. Es el resultado de tensiones profundas, largamente reprimidas, que asoman en la superficie cuando ocurren circunstancias propicias. La separación de Estados Unidos es una tendencia recurrente en California. Esa corriente "independentista" recrudeció en 2016 como reacción al ascenso de Trump a su primer mandato, se aletargó bajo la administración demócrata de Joe Biden, pero reaparece ahora con renovado impulso tras el regreso del líder republicano a la Casa Blanca.

Este fenómeno coincide con una creciente polarización ideológica que afecta hoy a Estados Unidos. Así como el electorado republicano se vuelca hacia la derecha, los demócratas giran hacia la izquierda. Una encuesta del Pew Research Center consigna que el republicano promedio es más conservador que el 97% de los demócratas, mientras que los demócratas promedio son más liberales (un término que en Estados Unidos califica a quienes en otros países se autoproclaman "progresistas") que el 95% de los republicanos.

En 1994 un estudio similar mostraba un escenario mucho más matizado, donde esos porcentajes eran inferiores en ambos partidos y había más posturas intermedias. Bernard Grofman, académico del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de California, confirma que "tenemos que retroceder históricamente a algo así como al período de la década del 1890, después de la Guerra Civil, para encontrar políticas en Estados Unidos que estuvieran tan polarizadas como ahora".

En 2018 el separatismo californiano acuñó el término "Calexit", en analogía con el "Brexit" que consagró el divorcio de Gran Bretaña con la Unión Europea, aunque algunos analistas encuentren más apropiada una comparación con el caso de Cataluña en España. Si bien la constitución estadounidense no contempla la secesión de sus estados miembros, los "independentistas" se amparan en una cláusula de su constitución estadual para impulsar la realización de un referéndum sobre la cuestión. Los promotores lanzaron ya la recolección de las firmas necesarias para la convocatoria a una consulta popular que tendría lugar en 2028. Si triunfase el "sí" se crearía una comisión especial para estudiar los mecanismos posibles para viabilizar la propuesta.

Por sus implicancias en el mapa electoral estadounidense, la separación de California parece alegrar más a los republicanos que a los demócratas. Un artículo publicado por Mises Wire y Ryan McMaken, dos intelectuales republicanos, recalca las ventajas de una secesión de California, que privaría a los demócratas de un estado clave en la integración del Colegio Electoral que nomina al presidente de Estados Unidos y restaría también el derecho a voto a los californianos residentes en los demás estados, que pasarían a ser ciudadanos de un país extranjero.

En sentido contrario, un grupo de conservadores contrarios a la secesión respondió con la iniciativa de dividir a California en dos estados, con la creación de Nueva California para separar a las grandes ciudades, de abrumadora mayoría demócrata, de los distritos rurales, donde los republicanos tienen un mayor arraigo y si fueran parte de un estado independiente tendrían, además de autonomía política, representación propia en ese Colegio Electoral.

Para demostrar que la imaginación política no está agotada, algunos de los promotores del "Calexit" contrapropusieron la creación de dos estados independientes, entregando una parte de la superficie californiana a los nativos americanos, en lo que, a su juicio, representaría un acto de reparación histórica y también sería una "zona de amortiguación" entre la California separada y Estados Unidos.

La independencia de California implicaría el surgimiento de un nuevo estado que por su producto bruto interno superaría a Japón como cuarta economía mundial y en tal carácter podría reclamar ser parte del G-7. También supondría una reducción de la participación estadounidense en el producto bruto mundial, lo que acercaría aún más a China a ocupar el primer puesto. Estas dos consecuencias explican el interés geopolítico de China por promover la secesión y, al mismo tiempo, la cerrada oposición de Washington que torna imposible su materialización.

YouGov, una consultora de opinión pública con sede en el Reino Unido, publicó una encuesta que exhibe la existencia de demandas secesionistas en varios estados. Alaska, con un 36% a favor, sería el territorio con mayor ímpetu independentista, seguido por Texas con el 32% y California con el 29%. El porcentaje más bajo se registra en Connecticut, con el 9%.

Curiosamente Alaska, Texas y California tienen culturas políticas muy distintas. Texas, ultraconservadora, es la antítesis política de California y Alaska tiene una composición étnica muy especial. Sin embargo, los tres presentan un común denominador. Su ingreso tardío a la Unión: Alaska en 1867, producto de su adquisición a Rusia, Texas en 1845, luego de su independencia de México en 1831, y California en 1848, resultado de la guerra entre Estados Unidos y México. Según ese estudio, realizado en 46 estados de la Unión, el 23% de las poblaciones locales apoyaría procesos de independencia de sus lugares de residencia, mientras que el 51% estaría en contra y un 27% se declara indeciso. Incluso el 28% de los consultados tampoco se negaría a que otro estado se separe de Estados Unidos. Esa inquietud secesionista es mayor entre los votantes republicanos (29%) que entre los demócratas (21%) y los proclamados políticamente neutrales (19%).

Aunque la gran mayoría de los estadounidenses se niegan a admitir la secesión de cualquiera de sus estados, la polarización política y su impacto regional, que en los mapas se patentiza nítidamente en la división entre la mayoría demócrata en los estados de las costas oceánicas ("azules") y republicana en los estados centrales ("rojos"), hace que la cuestión del federalismo, en especial de la autonomía estadual, recobre actualidad en la agenda pública.

El tema tiene hondas raíces históricas. Los politólogos suelen pasar por alto las alternativas de los debates de la convención de Filadelfia que dio origen a la constitución estadounidense. Los representantes de las trece colonias británicas allí reunidos pretendían que la declaración de su independencia de la Corona inglesa no afectase en lo más mínimo la amplia autonomía de la que gozaban para sus asuntos internos. De allí que el texto constitucional aprobado limitara al máximo las atribuciones del poder central. Esta singularidad estadounidense explica, por ejemplo, que Estados Unidos sea el único país en que el aborto esté legalizado en algunos estados y prohibido en otros y que algo similar ocurra con asuntos como la despenalización del consumo de drogas o la reglamentación de la tenencia de armas. De hecho, la guerra civil obedeció a que los estados del sur, amparados en sus derechos, se negaban a abolir la esclavitud, que fue producto de una enmienda constitucional aprobada por el Congreso de la Unión días antes de la rendición de los separatistas.

Los acontecimientos de California, magnificados políticamente porque el gobernador Gavin Newsom aparece hoy como el más probable candidato presidencial demócrata para las elecciones de 2028, grafica la profundidad del desafío que enfrenta Estados Unidos en este segundo mandato de Trump.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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