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Los desatinos de las Fuerzas del Cielo

Sabado, 19 de julio de 2025 01:52
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La historia argentina brinda ejemplos dramáticos de lo que sucede cuando se unen el mesianismo religioso con el fanatismo político. Exhumamos, por ejemplo, el eslogan de la "Santa Federación" en tiempos de Juan Manuel de Rosas, que impuso una liturgia política teñida de una "religiosidad" que le otorgaba el tinte de una "Causa Justa". Adjunto, el culto a la personalidad con la obligación de velar el retrato del Restaurador en las iglesias con la "Mazorca" como brazo represor y ejecutor de aquel mesianismo que tuvo su punto más álgido en el fusilamiento de Camila O´Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez. Aquel dislate político-religioso estuvo bendecido por la Iglesia Católica, por supuesto. Así, el poder se sostenía con lealtad mística, violencia simbólica y real, y basado en la idea de la "redención nacional".

¡Qué parecido tiene esto con lo que vemos en nuestros días! La Mazorca, ahora es electrónica y está comandada por unos brutos -tal como lo eran los mazorqueros- comandados por un delirante llamado "Gordo Dan".

Este fenómeno tomó cuerpo nuevamente durante la Década Infame, cuando un gobierno surgido del Pueblo y de corte nacional (no nacionalista) y sobre todo laico, como el de Don Hipólito Yrigoyen, fue destituido por el contubernio celebrado entre sectores del Ejército y la Iglesia, unidos bajo la delirante idea de un "orden cristiano" que veían amenazado por el liberalismo radical.

En el otro extremo, podemos recordar el "cristianismo revolucionario", que abrevó en la Teología de la Liberación, inspirado en autores como el peruano, Gustavo Gutiérrez y el brasileño, Leonardo Boff (cuyos libros, sin embargo, recomiendo leer). El problema de unir el contenido cristiano con la praxis marxista es que finalmente se desbarranca en la mística Mesiánica y la violencia social. El resultado no fue sino la destrucción de las familias, un liberalismo "a la criolla" y la muerte violenta de muchos "apóstoles" y de los propios curas.

La democracia y las sectas

En la actualidad, asistimos a un peligro latente, como es tener un presidente –Javier Milei-, que se autopercibe como un "iluminado" por Yahve, porque para colmo este "iluminado" abreva en el Antiguo Testamento, el cual tijeretea y distorsiona a su antojo.

Más recientemente, la expansión de expresiones evangélicas ha tenido un auge importante. En su momento, otro personaje pintoresco, como Alfredo Olmedo, se sintió tocado por Jehová, y andaba predicando alguna fe en el Congreso nacional y en los medios. Parece que perdió la Biblia o se olvidó de la fe porque no volvió por esos caminos proféticos.

Pero donde el mesianismo de Milei comienza a mostrar ribetes preocupantes, es cuando señala en un templo evangélico, donde descaradamente se habla de milagros económicos y de otro tipo, con un pastor de dudosa reputación y que inaugura su casa con la presencia del presidente de la Nación. Evidentemente, Milei, no tiene introyectada la importancia de su cargo, porque además ensaya en la oportunidad un discurso plagado de interpretaciones pseudoteológicas, sencillamente irracionales.

Decir que "El Estado es el Maligno", cuando él, precisamente, el jefe de ese Estado, por vía de un silogismo, es decir "Yo soy el Maligno", o al menos su representante. Tampoco es lúcido afirmar que el Estado está condenado por la Palabra de Dios, cuando el propio Jesús, afirmó: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22;21). En ese momento, Jesús, separa la autoridad religiosa de la autoridad política en una clara advertencia contra las teocracias y también contra quienes usan la fe como excusa para inventar teorías mesiánicas.

Tampoco ha sido acertada su interpretación sobre la novena plaga de Egipto, donde hace decir a su ídolo, Moisés, algo que no está en el Pentateuco, sino en un pasaje de la película "Los Diez Mandamientos", donde Charlton Heston (Moisés) dice al faraón: "De tu boca saldrá la próxima plaga".

En definitiva, a la violencia verbal que usa el presidente, la descalificación y adjetivación, más la burla de que hace objeto a quienes no piensan como él, hay que sumarle esta peligrosa unción como elegido para "liberar al pueblo judío" (SIC), cuando en realidad, lo que el presidente debe hacer es sacar adelante al pueblo argentino del cual es su presidente.

Reafirmamos lo del principio, la historia nos ha hecho ver cuán peligroso es mezclar la política con el fanatismo religioso, del signo que sea.

Cambios

Hoy, la liturgia política ha cambiado el incienso por los micrófonos, pero el delirio de creerse enviado, la tentación de creerse infalible y la fantasía de creerse eterno, sumado a confundir el Antiguo Testamento con una plataforma electoral, sustentan el peligro de convertir el resentimiento personal en un argumento divino.

Hemos de aprender alguna vez que la fe verdadera libera: "La Verdad os hará libres" (Jn. 8;32). Esa fe consuela, construye, no grita, no insulta, no impone y sobre todo no gobierna. Luego, la política que se deja colonizar por la irracionalidad mística no termina en el Cielo sino en el abismo.

Urge desmitificar el cargo del profeta. Separar a Dios del Estado y al iluminado del timón; caso contrario, la tragedia volverá a repetirse. No por castigo divino, sino por estupidez humana.

 

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