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27 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Escuelas y pantallas: una mirada crítica y realista

Domingo, 27 de julio de 2025 02:13
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En las últimas décadas, el debate sobre el uso de dispositivos digitales en el aula se ha polarizado entre quienes los demonizan y quienes los abrazan sin cuestionamientos. Desde una mirada clásica del sistema escolar, a menudo se asume que el uso de la tecnología entre niños y jóvenes es intrínsecamente perjudicial, obviando que los niños y adolescentes de hoy no conocen un mundo sin pantallas. Insistir en políticas de prohibición es aislar a la escuela de la realidad social y condenar a los estudiantes a romper esos límites, impulsados por la atracción y dependencia que generan los dispositivos móviles.

La noción de una "ética de pantallas" basada en miedos de un sistema planteado por adultos, parte de la idea de que la mera presencia de pantallas impacta negativamente en el aprendizaje. Sin embargo, estudios en Argentina muestran que la exposición a pantallas comienza en la primera infancia: casi la totalidad de los hogares cuenta con televisores y smartphones, y el 80% de los niños de menos de dos años ya utiliza pantallas táctiles con ayuda adulta, mientras que más del 37% las emplea sin supervisión directa. (Dra. Ingrid Waisman, Dra. Elisa Hidalgo y Dra. Maria L. Rossi, Cordoba, 2018)

Pretender erradicar los celulares del aula es configurar a la escuela como un espacio anacrónico, desconectado de las prácticas sociales de los jóvenes. En la Ciudad de Buenos Aires, las investigaciones sociopedagógicas revelan que la convivencia entre docentes y alumnos gira en torno a estrategias cotidianas de manejo del celular, más que en la imposición de reglas inquebrantables. Estas estrategias, pensamiento colectivo y protocolos de aula resultan más efectivos que la prohibición absoluta para generar espacios de aprendizaje armónicos. (Iglesias A., Di Napoli P., CONICET, 2021).

"Pretender erradicar los celulares del aula es configurar a la escuela como un espacio anacrónico"

Por otro lado, según el Observatorio de Argentinos por la Educación, el 54% de los estudiantes de 15 años declara distraerse a diario con su propio celular y el 46% por los dispositivos de sus compañeros, cifras que lideran el ranking entre los 80 países evaluados en PISA 2022. Esto demuestra que ni la desterritorialización de la escuela ni la ausencia de normas claras reducen la distracción; al contrario, exigen abordajes integrales que reconozcan el fenómeno digital en su complejidad. (Goldin A.P., Alzú M. S., y Sáenz Guillén L., 2025)

Visión neuroeducativa

El celular funciona como un sistema de recompensa inmediata: cada "swipe" activa circuitos dopaminérgicos que refuerzan conductas de consumo rápido de información, mientras la producción sostenida de serotonina, necesaria para un ánimo tranquilo y proyectos a largo plazo, queda desplazada. Este desequilibrio contribuye a la ansiedad, la impulsividad y la dificultad para gestionar frustraciones en niños y adolescentes, tal como señalan los neurocientíficos vinculados a los estudios sobre estrés digital en el aula.

Lejos de utopías de prohibición, se podrían proponer medidas realistas y colaborativas:

- Diseñar espacios de aula híbrida donde el uso de pantallas complemente, no reemplace, actividades manuales y presenciales.

- Implementar programas de alfabetización digital que aborden la salud mental, los sesgos algoritmos y la economía de la atención.

- Articular con las familias talleres de concientización sobre el uso responsable de redes y notificaciones.

- Establecer normas flexibles de convivencia que reconozcan contextos y permitan la autorregulación de los estudiantes.

La tecnología no es un monstruo al acecho ni un superhéroe infalible, sino una herramienta con potencial educativo real. Solo desde una mirada crítica, informada y colaborativa podremos integrar las pantallas en la vida escolar, respetando la cultura digital de nuestros jóvenes y garantizando su bienestar emocional y cognitivo.

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