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En San Antonio de los Cobres, a más de 3.700 metros de altura, donde el viento arrastra historia y silencio, vive Alejandra Alejo. Tiene 48 años, es madre soltera de cinco hijos —tres ya recibidos y dos en camino a graduarse— y lleva consigo una fuerza que no se aprende en los libros: la de construir futuro con las propias manos.
"Soy nacida y criada en San Antonio", dice con orgullo. Su vida transcurre entre las montañas, la arcilla, la lana de llama y los anhelos. Aprendió a hilar y tejer con apenas 12 años, manejando lana de llama como quien respira tradición. Siempre le gustó todo lo que implique crear con las manos: el tejido, el bordado, y más adelante, la cerámica.
Fue en 2009, casi por curiosidad, que se anotó en un curso de cerámica impulsado por el municipio. Lo dictaban Rubén Tolaba y Yolanda Vilca, dos maestros artesanos oriundos de Jujuy.
"Al final me terminó gustando", recuerda. Tras casi un año de capacitación, con exposición final incluida, de todos los productos elaborados, decidió que aquello que había empezado por curiosidad podía ser algo más grande.
El emprendimiento nació en 2011 y lleva un nombre que honra las raíces: "Thuru Maky," que en quechua significa "manos de barro". Alejandra es el alma y la cara visible del taller que alguna vez, en principio, integraron ocho familias. Varias se retiraron del proyecto por cuestiones de salud y otras continúan pero producen a menor escala.
"Estas cosas te tienen que gustar. No es un hobby: hay que ser constante, estar atenta a lo que busca el cliente, mejorar las terminaciones, innovar", dice. Hoy solo quedan ella y otra familia produciendo a gran escala, pero su pasión no mengua.
"No es fácil, pero tampoco es imposible", repite, casi como un mantra. Contó que mediante proyectos de fondos ciudadanos pudieron reconstruir y refaccionar un inmueble viejo y abandonado que ahora funciona como taller, sala de exposición y refugio de cultura viva. "A través de los proyectos conseguimos muebles, folletería, banners... y reconstruimos todo", cuenta. Allí atienden a turistas, visitantes y estudiantes. Siempre con las puertas abiertas.
Entre la arcilla y la familia: el arte que financia un sueño
Desde ese rincón en las alturas, moldeando platos para locro, paneras, tazas, compoteras, bandejas o ensaladeras, financió la educación de sus cinco hijos. Uno, el mayor, es gendarme, otra de sus hijas es enfermera, el hijo que sigue es técnico analista de sistemas, programador. Una de las más chicas cursa enfermería y la menor de todas, profesorado de inglés. Están próximas a recibirse. "Todo esto lo logré vendiendo artesanías", afirma Alejandra. "Lo que yo siempre soñé era que mis hijos fueran profesionales. No me desmerezco yo pero no me gustaría que pasen la misma situación porque hoy la artesanía se vende menos, no como años atrás, ahora se vende una que otra cosa".
"El trabajo fuerte lo hacemos en verano. En invierno la arcilla se congela, se agrieta. Es una materia noble, pero también caprichosa", explica. La materia prima la extraen a más de 110 kilómetros, en Santa Rosa de los Pastos Grandes, más precisamente en la mina Sijes, en el campamento Monte Amarillo. El resto —esmaltes, pinturas, herramientas— lo consigue en La Tinaja, un local especializado en Salta Capital, o lo encarga desde Buenos Aires.
Las piezas, esmaltadas, listas para el uso, aptas para microondas, y sin necesidad de curado, tienen precios que arrancan en $2.900 y llegan hasta los $30.000, según el tamaño y la complejidad. Los turistas suelen llevar piezas pequeñas por una cuestión de equipaje; los salteños, en cambio, compran surtido: platos hondos, bandejas para empanadas, tazas, paneras o compoteras.
"No lo voy a dejar morir, lo que me costó hacer nacer. Thuru Maky significa manos de barro. Elaboramos piezas de cerámica"
Actualmente, Alejandra lleva adelante una exposición y venta en el Centro Cultural América, ubicado en la calle Mitre 23, en pleno microcentro salteño. La exposición será hasta el 3 de agosto, de 9 a 21 hs, todos los días. Allí ofrece su línea completa de cerámica, y también una colección de tejidos realizados con lana de llama: gorros, pulóveres, prendas abrigadas y confortables, pensadas para esta época del año.
"No voy a dejar morir, lo que me costó hacer nacer", afirma con convicción acerca de su proyecto "Thuru Maky". "Es un trabajo muy lindo que uno hace con las manos. Es nuestra forma de mostrar talento, de enseñar a los que vienen, de compartir con la gente que nos visita", sostuvo.
Quienes quieran conocer su arte también pueden acercarse al local de Thuru Maky, en la localidad de San Antonio de Los Cobres. Está ubicado en la calle Pellegrini, en pleno centro, más precisamente, en la tradicional zona conocida como "Las Cinco Esquinas". Está abierto de lunes a sábado, de 10 a 17 horas.
A quienes sueñan con emprender, Alejandra les deja un mensaje sencillo y poderoso: "Soñar y concretar. Eso es todo. Solo hay que animarse a ponerse la mochila al hombro y seguir siempre para adelante".