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El conflicto entre Estados Unidos y Brasil derivado de la brutal suba de aranceles a las exportaciones brasileñas dispuesta por la Casa Blanca trasciende el aspecto comercial y reconoce hondas raíces políticas que tornan virtualmente imposible su superación en el corto plazo. Su trasfondo es una áspera confrontación entre el presidente Donald Tump y su colega brasileño, Luis "Lula" Da Silva, que difícilmente encuentre salida mientras uno de los dos permanezca en el gobierno. Sólo con un Brasil sin Lula o un Estados Unidos sin Trump puede visualizarse una solución al diferendo.
Trump apuesta sus cartas a una derrota del Partido de los Trabajadores en las elecciones presidenciales brasileñas de octubre de 2026. En esa contienda aspira a un triunfo de la centroderecha opositora, liderada por su amigo el ex presidente Jair Bolsonaro, hoy bajo un régimen de detención domiciliaria, obligado a usar tobillera electrónica, inhibido de utilizar las redes sociales y de tomar contacto con diplomáticos extranjeros. La actual situación legal de Bolsonaro, que inhabilita su candidatura presidencial surgió de una decisión de Alexander Moraes, juez de la Corte Suprema de Justicia, que dio lugar a la petición de la Fiscalía de Estado de procesarlo por la organización de un golpe de Estado.
Esta acusación es producto de la investigación judicial abierta a raíz de los asaltos contra el Palacio Legislativo y otros edificios gubernamentales en Brasilia registrados el 8 de enero del 2023, siete días después de la asunción de Lula, perpetrados por seguidores de Bolsonaro que denunciaban la existencia de fraude en las elecciones que habían impedido su reelección y vuelto a colocar a su rival en el Palacio del Planalto.
Ese acontecimiento ocurrió dos años después del fracasado asalto al Capitolio sucedido el 6 enero de 2021, dos semanas antes de la asunción de Joe Biden a la Casa Blanca, cuando militantes republicanos invadieron el edificio para reclamar contra el supuesto fraude en las elecciones en que Trump había visto frustrada su reelección.
La incriminación a Trump por la presunta autoría intelectual de ese hecho, presentada entonces, fue congelada por la justicia federal estadounidense cuando el magnate republicano regresó al poder en enero de 2025 con el argumento de que un presidente no podía ser enjuiciado mientras esté en ejercicio de su mandato. Esa decisión supone que cuando Trump abandone la Casa Blanca todavía podría ser juzgado por su responsabilidad en el episodio.
Trump no vaciló en proclamar su solidaridad con Bolsonaro. En una carta que dirigió al ex presidente señala: "He visto el terrible trato que recibe a manos de un sistema injusto que se ha vuelto en su contra. Este juicio debe detenerse de inmediato". Agrega que "no me sorprende verlo liderando las encuestas: es un líder fuerte que ha servicio bien a su país". Expresa también que "mi sincera esperanza es que el gobierno brasileño cambie de rumbo, deje de atacar a sus oponentes políticos y ponga fin a su ridículo régimen de censura".
Simultáneamente, el Secretario de Estado Marco Rubio ordenó la revocación de la visa de ingreso a Estados Unidos a Moraes, sus familiares y sus "aliados" en la Corte Suprema. Un inusual comunicado oficial consignó que "la cacería política del juez Alexander de Moraes, del Tribunal Supremo Federal de Brasil, contra Jair Bolsonaro creó un complejo de persecución y censura tan amplio que no sólo viola los derechos fundamentales de los brasileños, sino que también se extiende más allá de las fronteras de Brasil y afecta a los estadounidenses".
El diputado Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos de Jair, transitoriamente radicado en Texas, agradeció a las autoridades estadounidenses por la medida. Previamente, la Corte Suprema brasileña había ordenado el bloqueo de sus cuentas bancarias por estimar que se estaban utilizando fondos para promover "interferencias extranjeras" en las decisiones judiciales. Bolsonaro junior fue una de las estrellas de la reunión en Miami de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), en la que fustigó al gobierno de Lula por "comunista" y solicitó a Trump la adopción de sanciones en su contra.
El conflicto entre Estados Unidos y Brasil derivado de la brutal suba de aranceles a las exportaciones brasileñas dispuesta por la Casa Blanca trasciende el aspecto comercial y reconoce hondas raíces políticas que tornan virtualmente imposible su superación en el corto plazo. Su trasfondo es una áspera confrontación entre el presidente Donald Tump y su colega brasileño, Luis "Lula" Da Silva, que difícilmente encuentre salida mientras uno de los dos permanezca en el gobierno. Sólo con un Brasil sin Lula o un Estados Unidos sin Trump puede visualizarse una solución al diferendo.
Trump apuesta sus cartas a una derrota del Partido de los Trabajadores en las elecciones presidenciales brasileñas de octubre de 2026. En esa contienda aspira a un triunfo de la centroderecha opositora, liderada por su amigo el ex presidente Jair Bolsonaro, hoy bajo un régimen de detención domiciliaria, obligado a usar tobillera electrónica, inhibido de utilizar las redes sociales y de tomar contacto con diplomáticos extranjeros. La actual situación legal de Bolsonaro, que inhabilita su candidatura presidencial surgió de una decisión de Alexander Moraes, juez de la Corte Suprema de Justicia, que dio lugar a la petición de la Fiscalía de Estado de procesarlo por la organización de un golpe de Estado.
Esta acusación es producto de la investigación judicial abierta a raíz de los asaltos contra el Palacio Legislativo y otros edificios gubernamentales en Brasilia registrados el 8 de enero del 2023, siete días después de la asunción de Lula, perpetrados por seguidores de Bolsonaro que denunciaban la existencia de fraude en las elecciones que habían impedido su reelección y vuelto a colocar a su rival en el Palacio del Planalto.
Ese acontecimiento ocurrió dos años después del fracasado asalto al Capitolio sucedido el 6 enero de 2021, dos semanas antes de la asunción de Joe Biden a la Casa Blanca, cuando militantes republicanos invadieron el edificio para reclamar contra el supuesto fraude en las elecciones en que Trump había visto frustrada su reelección.
La incriminación a Trump por la presunta autoría intelectual de ese hecho, presentada entonces, fue congelada por la justicia federal estadounidense cuando el magnate republicano regresó al poder en enero de 2025 con el argumento de que un presidente no podía ser enjuiciado mientras esté en ejercicio de su mandato. Esa decisión supone que cuando Trump abandone la Casa Blanca todavía podría ser juzgado por su responsabilidad en el episodio.
Trump no vaciló en proclamar su solidaridad con Bolsonaro. En una carta que dirigió al ex presidente señala: "He visto el terrible trato que recibe a manos de un sistema injusto que se ha vuelto en su contra. Este juicio debe detenerse de inmediato". Agrega que "no me sorprende verlo liderando las encuestas: es un líder fuerte que ha servicio bien a su país". Expresa también que "mi sincera esperanza es que el gobierno brasileño cambie de rumbo, deje de atacar a sus oponentes políticos y ponga fin a su ridículo régimen de censura".
Simultáneamente, el Secretario de Estado Marco Rubio ordenó la revocación de la visa de ingreso a Estados Unidos a Moraes, sus familiares y sus "aliados" en la Corte Suprema. Un inusual comunicado oficial consignó que "la cacería política del juez Alexander de Moraes, del Tribunal Supremo Federal de Brasil, contra Jair Bolsonaro creó un complejo de persecución y censura tan amplio que no sólo viola los derechos fundamentales de los brasileños, sino que también se extiende más allá de las fronteras de Brasil y afecta a los estadounidenses".
El diputado Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos de Jair, transitoriamente radicado en Texas, agradeció a las autoridades estadounidenses por la medida. Previamente, la Corte Suprema brasileña había ordenado el bloqueo de sus cuentas bancarias por estimar que se estaban utilizando fondos para promover "interferencias extranjeras" en las decisiones judiciales. Bolsonaro junior fue una de las estrellas de la reunión en Miami de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), en la que fustigó al gobierno de Lula por "comunista" y solicitó a Trump la adopción de sanciones en su contra.
Política y religión
Esta alianza forjada por los vínculos personales entre Trump y la familia Bolsonaro y por la afinidad ideológica entre el Partido Republicano y la derecha brasileña está cimentada en una sólida base histórica originada en el entendimiento entre el ala conservadora del movimiento evangélico estadounidense y la poderosa corriente evangélica surgida en Brasil a partir de la década del 60, que congrega hoy a un porcentaje cercano a un cuarto de su población.
Esa presencia evangélica adquirió fuerza durante el régimen militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, que tuvo que lidiar con la oposición de una parte significativa de la jerarquía eclesiástica, encabezada por el obispo de Olinda y Recife, Hélder Cámara, influida por la "teología de la liberación", cuyo desarrollo abrió camino a la irradiación territorial de las "comunidades cristianas de base", que fueron el germen del Partido de los Trabajadores.
Para contrarrestar la vigorosa expansión de esa corriente de izquierda de raíces religiosas, el régimen militar, firme aliado de Washington en la guerra fría, alentó la penetración de múltiples cofradías evangélicas provenientes de Estados Unidos que con el tiempo ganaron un enorme poderío económico y un creciente espacio político. Una expresión de ese fenómeno fue el meteórico desarrollo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, creada por el pastor Edir Macedo, que llegó a expandir su presencia fuera de Brasil.
La base de ese vertiginoso avance fue la "teología de la prosperidad", surgida en contraposición a la "teología de la liberación", fundada en el axioma de que Dios premia a los buenos con la riqueza y castiga a los malos con la pobreza. Esta concepción, emparentada con la interpretación de Max Weber sobre "La ética protestante en el origen del capitalismo",
Esta alianza forjada por los vínculos personales entre Trump y la familia Bolsonaro y por la afinidad ideológica entre el Partido Republicano y la derecha brasileña está cimentada en una sólida base histórica originada en el entendimiento entre el ala conservadora del movimiento evangélico estadounidense y la poderosa corriente evangélica surgida en Brasil a partir de la década del 60, que congrega hoy a un porcentaje cercano a un cuarto de su población.
Esa presencia evangélica adquirió fuerza durante el régimen militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, que tuvo que lidiar con la oposición de una parte significativa de la jerarquía eclesiástica, encabezada por el obispo de Olinda y Recife, Hélder Cámara, influida por la "teología de la liberación", cuyo desarrollo abrió camino a la irradiación territorial de las "comunidades cristianas de base", que fueron el germen del Partido de los Trabajadores.
Para contrarrestar la vigorosa expansión de esa corriente de izquierda de raíces religiosas, el régimen militar, firme aliado de Washington en la guerra fría, alentó la penetración de múltiples cofradías evangélicas provenientes de Estados Unidos que con el tiempo ganaron un enorme poderío económico y un creciente espacio político. Una expresión de ese fenómeno fue el meteórico desarrollo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, creada por el pastor Edir Macedo, que llegó a expandir su presencia fuera de Brasil.
La base de ese vertiginoso avance fue la "teología de la prosperidad", surgida en contraposición a la "teología de la liberación", fundada en el axioma de que Dios premia a los buenos con la riqueza y castiga a los malos con la pobreza. Esta concepción, emparentada con la interpretación de Max Weber sobre "La ética protestante en el origen del capitalismo",
impregna el trabajo de miles de pastores diseminados en los sectores populares que, a la inversa de la prédica de la izquierda, expresan una reivindicación del capitalismo como herramienta de ascenso social. El 12 de mayo de 2016, Bolsonaro, un diputado y ex capitán del Ejército que reivindicaba el régimen militar pero que era todavía desconocido por la mayoría de los brasileños, fue filmado vestido de blanco en las aguas del río Jordán, donde según la Biblia fue bautizado Jesús. En la oportunidad, el futuro presidente, que siempre se declaró católico y jamás afirmó haber dejado de serlo, recibió el bautismo de manos de Everardo Pereira, un pastor de la Iglesia de Dios y presidente del Partido Social Cristiano, al que Bolsonaro acababa de ingresar.
El matrimonio de Bolsonaro con Michelle, su tercera esposa, una devota evangélica a quien ante la inhabilitación de su marido muchos visualizan como su posible reemplazo, fue oficiado por el pastor Silas Malafaia, de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo. "Apocalypsis en los trópicos", una película documental de señalado éxito de la cineasta brasileña Petra Costa, revela la relevancia del rol de Malafaia, un televangelista multimillonario de ideología conservadora, en la propagandización de la imagen de Bolsonaro.
La primera aparición pública de Bolsonaro después de la confirmación de su victoria electoral en octubre de 2018 tuvo como escenario una oración evangélica dirigida por el pastor Magno Malta que fue transmitida en vivo por televisión. El flamante presidente electo, cuyo lema de campaña había sido "Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos", recordó que ese slogan "fui a buscarlo en lo que muchos llaman la caja de herramientas para reparar a hombres y mujeres, es decir, la Santa Biblia". Con semejantes antecedentes no es demasiado difícil entrever que la alianza entre Trump y Bolsonaro, fortalecida por la comunidad espiritual entre las cofradías evangélicas de Estados Unidos y Brasil, constituye una confrontación estratégica que trasciende la discusión arancelaria en curso. La próxima manifestación de esta disputa será la elección presidencial brasileña de 2026. Lo que suceda hasta entonces con esa controversia comercial tendrá que interpretarse en la clave de esa definición política, que incluye una singular dimensión teológica.