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2 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Las huellas más antiguas de los primeros pobladores

La presencia humana en nuestra región se remonta a unos 14 años aC, pero hay indicios de que pudo ocurrir alrededor de 40 mil años antes.
Sabado, 02 de agosto de 2025 01:18
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El territorio regional del Noroeste tuvo la mayor cantidad de población a partir de la aparición del hombre en el sector austral del continente americano; afirmación que surge de estudios arqueológicos realizados a partir de la aplicación de fechados radiocarbónicos para organizar cronológicamente los diferentes restos hallados.

Por lo general, las fechas fluctúan en 14.000 a 12.000 años antes del presente, aunque hay algunos indicios más antiguos obtenidos recientemente y aún en etapa de contrastación; se trata de las pruebas obtenidas en la cueva Cacao 1 de la Puna de Catamarca, donde el Dr. Carlos Asquero obtuvo fechados de 40.000 años. Impensado hallazgo que sacudió el ámbito académico a nivel internacional. Hasta entonces, los estudiosos consideraban que los datos más antiguos provenían del avance de grupos asiáticos desde el Estrecho de Bering hacia el sur del continente.

Del material orgánico de la cueva se remitieron diez muestras orgánicas a cinco laboratorios de distintos países, y aquella "segura teoría" del poblamiento continental quedó temblequeando. Los científicos que la apoyaban a ojos cerrados debieron sentarse, mezclar y dar de nuevo.

Estos primeros grupos humanos de hábitos nómades han sido clasificados con el nombre de "Industrias Precerámicas o Acerámicas" y se clasificaron cronológicamente en base a utensilios y herramientas elaboradas en piedra con técnicas particulares y distintivas y en general, usando obsidiana y basalto -material no perecedero-; aunque, también por suerte, de algunos sitios se han rescatado objetos de hueso, cuero y otros de carácter orgánico, de contextos que se mantuvieron casi intactos hasta nuestros días por estar sepultados y protegidos de los agentes climáticos y erosivos.

Durante miles de años estas bandas o familias extensas se movieron por un escenario natural que les proveyó lo necesario para vivir, siempre siguiendo fuentes o cursos de agua, buscando tropas de guanacos, ciervos y animales menores que fueron la base de su alimentación y la materia prima para fabricar armas de caza; puntas de dardo y lanza, grandes hachas, raspadores, cuchillos, etc. La alimentación era completada con productos silvestres típicos, recolectados en cada piso ecológico, frutos, hierbas, raíces y granos. Actualmente, estos sitios de ocupación son conocidos como "paraderos" o "talleres-paraderos". Posteriormente hubo algunos cambios en su forma de vida y comenzaron a ocupar aleros y cuevas de manera temporal, mostrando entonces una tendencia al sedentarismo, y aunque continuaron viviendo de la caza y la recolección, perfeccionaron sus métodos y técnicas.

Pastores y agricultores

Unos siglos más tarde se produjeron marcados cambios surgidos de nueva ideología y la disposición de mejor tecnología, los llevó a organizarse en caseríos alrededor de pequeños campos de cultivo. Aprendieron a domesticar camélidos y otros animales, siendo la llama, el camélido fundamental para su desarrollo y a la vez, aprovechada de manera integral; como animal de carga y que les proveía lana y carne. Proteína esencial que consumieron junto al producto del cultivo de maíz, poroto y papa; trilogía alimenticia que demandó tiempo, esfuerzo y experiencia para domesticar.

Una vez asentados en determinados territorios, comenzaron a organizarse como sociedades, con una estructura social, religiosa y política.

Entre 1.200 a 1.000 años antes de Cristo, estuvieron comunicados con pueblos de territorios muy distantes mediante la organización y circulación de frecuentes caravanas de camélidos, comerciando el excedente de productos elaborados y recolectados. Así se explica el registro de materia prima o de productos elaborados exóticos en una región; por ejemplo, la presencia de obsidiana extraída de una cantera de la Puna o la presencia intrusiva de un objeto de origen andino, en contextos del valle de Cianca.

Cada una de las etapas establecidas para su estudio está bien diferenciada y marcada por un proceso de desarrollo que tuvo ciertos aportes evidenciados por el resultado de intercambios llegados como oleadas desde los grupos que habitaban las cercanías del lago Titicaca; un centro neurálgico cultural de los Andes Meridionales.

Por otro lado, desde épocas remotas, casi 10.000 años a.C. fumaron alguna especie de tabaco silvestre, como lo indica el hallazgo de una pipa de hueso en una cueva de Huachichocana, en Jujuy. De este largo y paulatino proceso escalonado bajo estudio, hoy la arqueología cuenta con la asistencia de otras disciplinas y ha establecido cronológicamente ciertos parámetros con mayor certeza.

Casi diez siglos antes de la Era Cristiana (a.C.), aparecen en el noroeste los utensilios que estos antepasados manipularon para la rutina diaria y durante el desarrollo de ritos y ceremonias, objetos hechos en cerámica. Las pipas de fumar tuvieron gran difusión y en cierto momento son acompañadas o reemplazadas por el uso de otras sustancias alucinógenas extraídas de determinadas especies.

La cerámica arqueológica

Aunque su clasificación depende de un estricto y detenido análisis en que cuentan la arcilla, la cocción, la forma, el tamaño, el tratamiento de las superficies, si está decorada y con qué técnica, pintada, modelada o combinada, etc., de modo somero podemos definir dos tipos:

1) cerámica de uso diario, que contenía líquidos y alimentos y para cocinar; en general, identificada como "tosca, alisada, pulida, cepillada", entre otros; y

2) cerámica suntuaria o decorada, revestida por el significado de un uso específico, ante la evidencia del tratamiento y delicadeza de técnicas depuradas con que fue trabajada.

Generalmente son piezas relacionadas a ceremonias funerarias o de otro tipo. Aparecen urnas conteniendo restos humanos o como ajuar en enterratorios comunitarios o destacados.

En segundo lugar, por su directa asociación a ceremonias de ofrendas a sus dioses y en ritos de siembra y cosecha. Hacia los últimos siglos del primer milenio se observa un elemento importante, el paso de pequeñas jefaturas locales a cacicazgos de tipo regional con curacas que ejercían dominio sobre sociedades bien constituidas.

Comúnmente, en los valles altos y puna, los sitios de asentamiento son fácilmente identificables, debido a que construyeron viviendas y otras estructuras de piedra; distinto a lo que sucede en las tierras bajas, donde los habitáculos se hicieron con materiales perecederos. Los grupos humanos o pequeñas sociedades que portaron la cerámica clasificada como "más antigua de la República Argentina", corresponden al ámbito de las Selvas Orientales o Floresta Tropical.

San Francisco-Vaquerías

El Complejo Cultural San Francisco-Vaquerías comenzó a ser motivo de estudio en 1901 cuando en la zona del oriente jujeño sobre unas barrancas del río San Francisco, una misión sueca dirigida por Erland Nordenskjöld y Eric Boman encontró por primera vez unas urnas funerarias a las que llamaron Arroyo del Medio; este material se encuentra desde entonces en el Folkens Museum de Estocolmo.

Años más tarde, otros etnógrafos e investigadores como Enrique Palavecino y Ciro Lafón se interesaron por estudiarla, aunque, Antonio Serrano dio un esquema teórico intentando clasificar el material cerámico del llamado "Complejo Cultural de San Francisco", también estudiado por científicos como Osvaldo Heredia y Alberto Rex González, entre otros.

En la década de 1970 Bernardo Dougherty reordenó los tipos cerámicos y pudo fechar restos orgánicos asociados extraídos de Saladillo Redondo en Jujuy en 620 años a.C.; posteriormente, Alicia Fernández Distel registró una fecha más antigua, entre 800 y 1. 000 a.C. en Abra de los Morteros y Los Hornos en la misma provincia.

Si observamos la franja oriental de las provincias de Salta y Jujuy, veremos que el valle de Cianca se amplía hacia el norte contenido hacia el este por las serranías de Santa Bárbara, del Centinela y el Maíz Gordo y a la vez, se unifica con la floresta del oriente jujeño, abriéndose hacia el valle de Centa en la misma formación natural del "Gran Chaco o Chaco Gualamba".

Al ser el río San Francisco el tramo de culminación de la corriente que nace como Mojotoro y luego continúa bajo el nombre de Lavayén, y por resultado de trabajos de campo, resulta indiscutible que sus portadores tomaron la corriente de agua como eje de movimiento y dispersión; es decir que, remontaron el curso y sus afluentes dejando vestigios en su avance hacia la cabecera de la red hidrográfica y por otros ríos del valle de Lerma.

En el corazón del valle de Cianca, en 1980, localizamos el sitio arqueológico de Ojo de Agua, oportunamente trabajado con Mirta Santoni y Vito Márquez, profesionales del Museo Antropológico de Salta, sumándose luego los doctores Alberto Rex González, Alicia Fernández Distel y Beatriz Ventura; más tarde, los académicos chilenos Lautaro Núñez Atencio y Agustín Llagostera Martínez, interesados en las correlaciones culturales con pobladores de sitios del desierto de Atacama.

El hallazgo más importante en nuestra provincia es una urna funeraria de base ovoide con cuello corrugado, y cientos de trozos de varias piezas que se encasillan como "Cultura Vaquerías", decoradas con pintura a dos y tres colores, dispersas a su alrededor.. Las piezas y material de estudio recuperado en los sitios arqueológicos del valle de Cianca se encuentran resguardados y expuestos en el Museo Profesor Osvaldo Maidana de la localidad de Campo Santo.

 

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