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3 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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La deuda está hundiendo al mundo en desarrollo

El crédito es indispensable para el desarrollo, siempre que se lo oriente a la producción o a la inversión en estructuras productivas. Hoy, el sistema crediticio occidental tambalea y sus principales beneficiarios son los fondos buitres.
Domingo, 03 de agosto de 2025 02:26
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El año pasado estallaron violentas protestas en Nairobi tras un proyecto de ley que aumentaba impuestos para pagar la deuda del país. La crisis se gestaba desde hacía tiempo. El año anterior, el gobierno había recortado el presupuesto -incluyendo gastos en educación y salud-, así como el pago de salarios a empleados públicos para hacer frente a estos pagos. Al final, Kenia tuvo que emitir un bono internacional con una elevada tasa de interés del 10% para refinanciar su deuda. Hoy Kenia destina el 75% de sus ingresos fiscales al pago de su deuda. El Banco Mundial reporta que en el 38% de los países elegibles para asistencia al desarrollo, el PIB per cápita es hoy más bajo que antes de la pandemia; una caída que el banco ha descrito como "una reversión histórica en el desarrollo". Y el corazón del problema se encuentra en la financiación mediante deuda.

La deuda no es intrínsecamente mala; casi todos los países contraen deuda para impulsar sus economías. Y, en tiempos normales, la mayoría de los países puede sostener la carga que implica. Pero ante shocks exógenos (como la pandemia de COVID-19; o corridas financieras globales), esta tarea sea hace imposible para muchas de las economías en desarrollo. Hoy, en el África subsahariana, 19 países no pueden pagar sus deudas o están a riesgo de llegar a ese punto.

En la otra punta del mundo, en Japón, la licitación de bonos a 20, 30 y 40 años hecha en mayo mostró la peor demanda desde 1987. Esto desnuda un nuevo temor frente al deterioro fiscal de los principales emisores soberanos: Estados Unidos y Japón. Un informe del banco francés Société Générale advierte -con crudeza- sobre la "mega bomba" que podría ser Japón para los mercados globales.

El documento -firmado por el analista Albert Edwards-, afirma que "Japón, con el 'ratio de deuda' (*) más alto del mundo desarrollado, es uno de los casos más observados, pero no el único". Y plantea que Estados Unidos enfrenta una trayectoria de déficits crecientes, con proyectos legislativos que tienden a expandir el gasto sin contrapartidas claras de ingresos. Y aquí está el miedo: "La verdadera bomba de tiempo fiscal está en Estados Unidos, pero la mecha podría encenderse desde Japón. Esta es una transición de régimen. El modelo en el que las tasas se mantenían bajas, se ignoraba la inflación y se absorbía deuda sin límite podría estar llegando a su fin", afirma el reporte.

Crisis en aumento

La salud fiscal del grupo de las siete economías más desarrolladas del mundo (G7) se deteriora en todos los frentes. Japón, tiene la mayor ratio de deuda entre las economías desarrolladas (263%); producto de décadas de estancamiento, un marcado envejecimiento poblacional y sucesivos programas de estímulos fiscales. Italia (135%) sufre de déficits fiscales persistentes y un bajo crecimiento económico. En Estados Unidos (124%) la deuda se disparó por el mayor gasto en defensa, salud y recientes recortes impositivos. El Reino Unido (101%) acrecentó su déficit tras los ajustes económicos por el Brexit y Canadá (107%) aumentó tras los estímulos fiscales en la pandemia. Alemania (63%) es el único país con un ratio bajo gracias a su disciplina fiscal y su potente economía exportadora.

Pero, en el corazón de Europa, François Bayrou dijo: "Cada segundo que pasa, la deuda aumenta en 5000 euros". Con un déficit público que asciende al 5,8% del PBI y un ratio de deuda que asciende al 113%, Francia se coloca entre los tres países más endeudados de la zona euro, justo detrás de Grecia (153,6%) e Italia (135,3%). Así, se están por introducir enormes reformas al sistema de bienestar social francés; cosa que no creo que sea digerido por la sociedad francesa sin fuertes resistencias y nuevas y renovadas luchas en las calles.

La alerta Vaticana

Encargado por el papa Francisco en el marco del Jubileo 2025, un informe redactado por treinta expertos bajo la dirección del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz; llama a "hacer frente a las crisis de la deuda" para otorgar a los países en desarrollo mayor margen para sus "inversiones esenciales". "En el conjunto del mundo en desarrollo, la carga promedio de los intereses casi se ha duplicado en la última década". "54 países en desarrollo gastan ahora el 10% o más de sus ingresos fiscales sólo en el pago de intereses. Esta situación desvía recursos de inversiones esenciales en salud, educación, infraestructuras y resiliencia climática, privando a millones de personas de cuidados vitales, nutrición y empleo"; afirman. La inversión en infraestructura, atención médica, educación y resiliencia frente al cambio climático -todos elementos esenciales para el crecimiento a largo plazo-, se está desmantelando. La crisis de la deuda actual está socavando de manera directa las perspectivas de desarrollo de los países pobres. Esto no solo es inaceptable en términos humanitarios, sino que también plantea una amenaza significativa para la seguridad y la prosperidad global. Las sociedades que no pueden alimentar, educar o proporcionar empleos a sus poblaciones son más propensas a sufrir conflictos y producir migraciones masivas, efectos que se sentirán en todo el mundo.

Según Stiglitz, "los expertos están cada vez más de acuerdo en que el sistema actual de endeudamiento está al servicio de los mercados financieros y no de las poblaciones. Esta situación corre el riesgo de condenar a naciones enteras a una década perdida, o incluso peor". Mariana Mazzucato, profesora del University College de Londres y miembro de la Comisión, afirmó que la crisis de la deuda actual es sintomática de "un modelo de inversión roto". "La solución deben ser estrategias de inversión pública que creen capacidad productiva, valor añadido nacional y un espacio fiscal sostenible", afirmó. Además de un rediseño del sistema crediticio global; agrego yo. Si la comunidad internacional no actúa ya para reformar los sistemas de financiamiento global, esta crisis se convertirá en una catástrofe más a corto que a mediano plazo.

Un modelo roto

El sistema de financiamiento para el desarrollo que se encuentra en el corazón del régimen económico global -que incluye a bancos como el Banco Mundial, el FMI, o instituciones regionales como el Banco Africano de Desarrollo-; está estructurado de tal manera que exacerba la crisis. El problema comienza con las fuentes de financiamiento de los bancos multilaterales, que toman prestado dinero en los mercados de capital, y lo prestan a los países en desarrollo a tasas de interés favorables con largos períodos de pago, pero, a su vez, limita lo que pueden hacer cuando los países prestatarios enfrentan problemas de pago. Como estas entidades buscan mantener su calificación crediticia (AAA) para poder seguir obteniendo dinero de los mercados a baja tasa, rara vez pueden reducir la deuda a sus prestatarios en problemas. En general, la forma de ofrecer alivio es suspendiendo de manera temporaria los pagos, lo cual sólo es un bálsamo de corto plazo.

Por otro lado, cuando se estableció el Banco Mundial en 1944, las economías más poderosas del mundo eran todas occidentales. Hoy, los acreedores más importantes para muchos países en desarrollo no se encuentran en el Occidente sino en el Sur Global o en el sector privado. El mayor prestamista individual para África, por ejemplo, es el Banco de Desarrollo de China.

Cuando un país no puede pagar su deuda, debe reestructurarla. Pero ese proceso es desordenado, largo y doloroso. Los países deben negociar con cada uno de sus acreedores, y muchas de esas negociaciones se realizan a puerta cerrada, sin una supervisión clara ni mecanismos establecidos para hacer cumplir los acuerdos. Algunos acreedores, en particular aquellos que compran la deuda con descuento y luego demandan a los gobiernos por el valor total de los préstamos (los "fondos buitre"), suelen alargar las negociaciones y exigir pagos más altos, complicando todo el proceso. Así, el sistema actual impone un riesgo moral: debido a que los prestamistas casi siempre logran recuperar su dinero sin importar los efectos sobre el país deudor, existen pocos incentivos para prestar de manera responsable; sin considerar demasiado si los esquemas de pago son sostenibles o no. En general, también suelen ser decisiones más políticas que técnicas.

La deuda puede ser una herramienta poderosa para el desarrollo económico, pero solo si se utiliza de manera responsable y se gestiona de manera justa. Hoy, no se cumple ninguna de estas dos condiciones. Se necesita una nueva arquitectura de financiamiento al desarrollo que funcione para los países prestatarios; no en su contra. Un sistema que cree incentivos para que los acreedores actúen de manera responsable y que permita a los países deudores tener una mayor voz en la toma de decisiones. Y se necesitan mecanismos más rápidos y justos para la resolución de reestructuraciones de deuda. A menos que estas reformas ocurran, el ciclo de sobreendeudamiento y crisis recurrentes continuará creciendo.

El resultado será una crisis silenciosa que seguirá deshaciendo décadas de progreso y poniendo en peligro el futuro de miles de millones de personas. Es hora de que la comunidad internacional escuche las advertencias que nos llegan desde Nairobi, Accra, Islamabad, Tokio, París y tantas otras capitales del mundo. Reformar el sistema financiero global no es hacer caridad ni es socialismo; es sentido común. Y una inversión para una estabilidad compartida; otro bien común también cada vez más precario y escaso.

* El "ratio de endeudamiento" es un indicador financiero que permite conocer la proporción de deuda que tiene una empresa o un país en relación con el patrimonio del que dispone.

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