El domingo 30 de octubre de 1983 quedó grabado en la memoria colectiva como el día en que la Argentina recuperó la voz. Las urnas, por fin, volvían a llenarse de votos y de sueños, después de una de las etapas más oscuras de la historia nacional. El pueblo argentino, cansado del miedo y del silencio impuesto por los años de represión, salía a las calles con una mezcla de emoción y nerviosismo. Las filas en las escuelas eran largas, y en cada boleta se respiraba la esperanza de un pueblo que quería volver a empezar.
Raúl Alfonsín, con la fórmula de la Unión Cívica Radical, ganó aquellas elecciones y se convirtió en símbolo de una transición histórica. Su llegada a la Casa Rosada no solo marcó el fin del gobierno militar, sino el comienzo de una era que apostó por la justicia, la memoria y los derechos humanos. Bajo su gestión se creó la CONADEP y se publicó el informe “Nunca Más”, que documentó los horrores de la represión y abrió el camino a los juicios contra las juntas militares.
Desde aquel 30 de octubre de 1983 hasta hoy, la democracia argentina atravesó crisis económicas, conflictos políticos y desafíos sociales, pero se mantuvo en pie. Cuarenta y dos años después, sigue siendo un logro colectivo que nos recuerda el valor de la libertad y la importancia de defenderla día a día.
Hoy, al mirar hacia atrás, el país celebra no solo una fecha, sino una convicción: que nunca más el miedo ni la violencia silencien la voluntad del pueblo argentino.
Aquella elección se polarizó entre los dos partidos políticos tradicionales de la democracia argentina, la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Justicialista (PJ), los que sumados obtuvieron casi el 92% de los votos, mientras que la tercera fuerza sólo obtuvo el 2%.
Alfonsín ganó en 16 de los 24 distritos electorales (Buenos Aires, Capital Federal, Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, La Pampa, Mendoza, Misiones, Neuquén, Río Negro, San Juan, San Luis, Santa Fe y Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur), mientras que Luder triunfó en ocho (Chaco, Formosa, Jujuy, La Rioja, Santa Cruz, Salta, Santiago del Estero y Tucumán). De este modo, el triunfo radical se transformó en la primera derrota en elecciones presidenciales del Partido Justicialista.
El clima democrático en Salta
Ese domingo 30 en Salta, al igual que en todo el país, se vivía un clima de fiesta cívica. Familias enteras se acercaban a las escuelas, muchos por primera vez en años, a depositar su voto en las viejas urnas de madera que habían vuelto a tener sentido.
Había mucho en juego. Se elegía gobernador, legisladores y senadores provinciales, pero sobre todo se elegía recuperar la voz ciudadana, silenciada por la represión y el miedo. La provincia debía reorganizar sus instituciones luego de un largo período de inestabilidad y gobiernos de facto.
El resultado de esa jornada marcó un nuevo capítulo político: Roberto Romero, del Partido Justicialista, obtuvo un amplio triunfo con el 50,67% de los votos, imponiéndose sobre Bernardo Solá, de la Unión Cívica Radical, que alcanzó el 26,90%. En tercer lugar quedó Roberto Ulloa, el exgobernador de facto que intentó capitalizar su gestión anterior desde el Partido Renovador de Salta.
Romero asumió el desafío de reconstruir las instituciones provinciales, devolver la confianza y encaminar la administración pública hacia una nueva etapa. El peronismo recuperó así la conducción de Salta, tras casi una década de interrupción.
El PJ se aseguró la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, con 78 bancas, mientras que la UCR obtuvo 39 y el PRS 15. En el Senado Provincial, el justicialismo logró quedarse con todos los departamentos, consolidando un dominio político que marcaría los primeros años del regreso democrático.
Aquel 30 de octubre quedó grabado en la memoria colectiva como una jornada de reencuentro con la libertad. En las radios se escuchaban marchas partidarias, en las casas se seguían los resultados por televisión y en las calles los autos tocaban bocina al grito de “¡Viva la democracia!”.
Fue el fin de una época oscura y el comienzo de un camino que aún hoy, más de cuatro décadas después, sigue siendo motivo de reflexión, orgullo y de nuevos desafíos para todos los argentinos.