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3 de Diciembre,  Salta, Centro, Argentina
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Un enorme mural rescata un rincón olvidado y le devuelve color al macrocentro

Se encuentra ubicado en Siria casi esquina Av. Belgrano. “La idea era traer vida donde ya no la había”, expresó Matías Cazuza, a cargo del proyecto impulsado por la Municipalidad capitalina.
Miércoles, 03 de diciembre de 2025 11:23
Mural ubicado a la vera de las vías del ferrocarril

En la esquina de Belgrano y Siria, un paredón que solía pasar desapercibido hoy se transforma en un estallido de color y vida. El mural, diseñado por el artista Matías Cazuza, no solo revaloriza la flora y fauna del norte, sino que también recupera un espacio urbano que los vecinos pedían revivir. Entre pinceles, aerosoles y un taller de muralismo, la obra avanza y ya genera entusiasmo en todo el barrio.

Quien pasa por la zona difícilmente pueda ignorar ese paredón eterno que acompaña las vías del ferrocarril. Durante años estuvo ahí, descuidado, gris y casi invisible. Hasta ahora. Hoy, un cardenal, horneros curiosos, gorriones y flores de ceibo reaparecen en ese muro de 60 metros de largo por 5 de alto, devolviendo energía a un sector que parecía olvidado.

Matías es artista plástico, muralista y diseñador de interiores egresado de la Universidad Nacional de Tucumán. Fue convocado por la Municipalidad de Salta para liderar este proyecto de embellecimiento urbano, que ya conquistó a los vecinos.

¿Cómo nació la idea de intervenir ese paredón?

Desde la Municipalidad se comunicaron conmigo luego de ver mis trabajos en redes sociales. Empezamos a conversar varias semanas con el director de Muralismo de la comuna, Martín Córdoba, hasta encontrar una propuesta que encajara con el espacio. Ese sector estaba bastante abandonado, y la intención era recuperarlo y realzarlo. Cuando vimos el potencial del muro, supimos que el muralismo podía ser una herramienta poderosa.

El diseño tiene una impronta bien norteña, ¿qué buscaste transmitir?

Queríamos revalorizar la flora y fauna de la región. Por eso aparecen un cardenal, horneros, gorriones, flores de ceibo… Son elementos propios del norte que generan identidad. La idea era traer vida donde ya no la había.

La obra es enorme. ¿Cómo es trabajar en un mural de esas dimensiones?

Es grande, sí, es de 60 metros de largo por 5 de alto. Trabajo solo en esa pared, pero en paralelo llevamos adelante un taller de muralismo con unos 15 chicos. Ellos ejecutan una parte del diseño como práctica. Es la segunda vez que organizo talleres así, y me encanta porque el muralismo también es una forma de formación y de comunidad.

¿Cuánto avance llevan y qué implica técnicamente?

Comencé hace dos semanas. La primera fue de preparación del muro, ya que hubo que restaurarlo, repicar, revocar y luego aplicar la imprimación. La segunda semana ya trabajamos con los chicos del taller. Si el clima acompaña, en unos 15 días podría estar terminado. Entre todo. Se usarán en total, cerca de 150 litros de pintura y unos 100 aerosoles.

Tenés formación en diseño de interiores, pero hace 17 años te dedicás al muralismo. ¿Cómo conviven esas disciplinas?

Para mí se fusionan naturalmente. El diseño me dio la base para entender el espacio, y el muralismo me permitió transformarlo. Siempre lo pensé como una herramienta para llevar mensajes positivos y embellecer las ciudades. Cada muro es una oportunidad para ganar un espacio y devolverle algo a la comunidad.

Mientras el mural avanza, los vecinos se acercan, preguntan, observan. Algunos incluso llamaron a la redacción, como es el caso de la docente y catequista Adriana López, para contar la alegría que les genera ver esa esquina renacer. “No es solo pintura, es identidad, es paisaje y es, sobre todo, la prueba de que el arte puede cambiar un lugar y también el ánimo de quienes lo habitan”, expresó.

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