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El artista y exvoluntario del Hogar San José de Buenos Aires compartió recuerdos íntimos del tiempo que compartió con Jorge Bergoglio antes de que fuera Papa. En sus palabras, resuena la imagen de un hombre cercano, humilde y profundamente humano.
Luis Quiroz conoció a Jorge Bergoglio mucho antes de que el mundo lo llamara Francisco. El encuentro ocurrió en 2002, en Buenos Aires, cuando Quiroz trabajaba como voluntario en el Hogar San José, ubicado en el barrio de Once. Allí, durante dos años, compartió vivencias diarias con el entonces cardenal, en un espacio dedicado a la reinserción de hombres en situación de calle. Hoy, tras la muerte del Papa, el artista salteño recuerda con emoción y gratitud esos años.
“Bajábamos del colectivo por distintas puertas y caminábamos juntos las cuatro cuadras hasta el hogar. Íbamos charlando, y él me abrazaba mientras yo le contaba mis experiencias de vida y sobre el arte sacro. Era alguien que escuchaba con profundidad, con interés real”, relata.
Entre las rutinas compartidas estaban los desayunos comunitarios. “Preparábamos el mate cocido y las facturas que nos regalaban, y desayunábamos todos juntos. Él se sentaba a la par de los muchachos, nunca se ubicaba en un lugar superior”, recuerda Quiroz. “A veces contaba cuentos para hacerlos reír. Y me decía: ‘Hoy logramos hacerlos reír, ya su día cambió’. Para él, la risa era algo sanador”.
Luis también evoca la filosofía de Francisco para con los más vulnerables: no buscaba cambiarlos, sino aceptarlos. “Él decía: ‘por lo menos ya van a poder comprarse sus puchos, sus vinitos, lo que ellos quieren’. No juzgaba, solo compartía su ejemplo de vida, y eso acercaba a la gente a Dios”.
Ese mismo espíritu de apertura lo vio reflejado en su vínculo con el arte. Quiroz, reconocido por su trabajo en arte religioso, encontró en Francisco un apoyo inesperado. “Bendijo cinco de mis cuadros en iglesias de Buenos Aires. A diferencia de mis primeros maestros, que me exigían escribir los íconos en idiomas tradicionales como griego, latín o ruso, él me alentó a escribirlos en español. Le gustaba mi arte contemporáneo”, remarca con gratitud.
El artista también tuvo la oportunidad de visitar al Papa en el Vaticano en dos ocasiones. En una de ellas, le entregó un ícono de la beata María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mamantula. “A los tres días la declararon beata. Sentí una alegría enorme”, rememora. En su segunda visita, gracias a autorizaciones especiales gestionadas por el propio Francisco, pudo recorrer espacios íntimos del Vaticano, incluso contemplar la última obra de Miguel Ángel. “Sentí su presencia, incluso sin poder verlo”.
Para Quiroz, el legado de Francisco es inmenso. “Fue el Papa que acercó a los que estaban lejos de la Iglesia. Impuso una cercanía real con el necesitado. Vivía con lo justo, con humildad, y enseñó a no juzgar. Para mí, representó al Jesús más puro: el que ama incondicionalmente, el que hace del amor al prójimo su único tesoro”.
Conmovido por su partida, Luis Quiroz afirma que su vida también fue transformada por ese encuentro. “Me ayudó a vivir más liviano, a no juzgar, a abrazar al otro tal cual es. Eso, para mí, es lo más grande que alguien puede dejar”.