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El Gobierno se reinventó a sí mismo y va por más

Domingo, 24 de noviembre de 2013 04:00

El kirchnerismo siempre tuvo una formidable capacidad para reinventarse a sí mismo, aún en los momentos más críticos y de mayor debilidad política de su gestión. El retorno de Cristina tras su operación, repleto de rumores de todo tipo, fue la muestra más cabal de esa situación: la Presidenta decidió delegar poder en un jefe de Gabinete fuerte, echar a su funcionario más cuestionado, abrir el diálogo con la prensa y dar señales concretas de que no ignoró el contundente mensaje de las urnas. Varias de esas medidas venían siendo solicitadas por todo el espectro opositor, lo que obviamente terminó dejando a esos dirigentes huérfanos de discurso en el corto plazo.

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El kirchnerismo siempre tuvo una formidable capacidad para reinventarse a sí mismo, aún en los momentos más críticos y de mayor debilidad política de su gestión. El retorno de Cristina tras su operación, repleto de rumores de todo tipo, fue la muestra más cabal de esa situación: la Presidenta decidió delegar poder en un jefe de Gabinete fuerte, echar a su funcionario más cuestionado, abrir el diálogo con la prensa y dar señales concretas de que no ignoró el contundente mensaje de las urnas. Varias de esas medidas venían siendo solicitadas por todo el espectro opositor, lo que obviamente terminó dejando a esos dirigentes huérfanos de discurso en el corto plazo.

La jefa de Estado, que mantiene un 54% de imagen positiva, decidió transitar la última parte de su mandato con un Gobierno más humanizado y con menores niveles de confrontación. ¿Significa eso un giro en las políticas centrales del “modelo”? Hasta ahora no se percibe eso, pero queda claro que se busca una forma de hacer política más cercana a los reclamos que realizó la ciudadanía en las elecciones, sobre todo en materia económica.

En el kirchnerismo reina por estas horas un aire cargado de positivismo que no se producía desde el fallo de la Corte que declaró constitucional a la ley de medios. Sus principales dirigentes creen que la oposición quedó desconcertada, que hay menos margen para criticar al Gobierno y que las chances de incidir en la carrera por la sucesión presidencial siguen intactas.

“Sergio Massa basó su campaña en el mínimo no imponible de Ganancias y en denostar a Guillermo Moreno. Está claro que con los cambios de Cristina se quedó sin discurso, aunque no fue el único”, reflexionó ayer ante El Tribuno un estrecho colaborador de la mandataria que pidió reserva de su identidad.

La salida del polémico secretario de Comercio Interior fue mucho más que el reemplazo de un funcionario desgastado, actuó en los hechos como una admisión de que las cosas no estaban funcionando bien y de que se vienen tiempos de mayor coherencia para la política económica. ¿Implica eso que habrá un control del gasto más estricto y que habrá menor incertidumbre en los mercados? Nada de eso se dijo todavía, pero descartarlo rápidamente podría ser aventurado.

En ese contexto, tampoco hay que esperar que el Gobierno se transforme en otro. Cristina, cuando habló de “profundizar el modelo” no fue ingenua con sus palabras. Los acuerdos de precios seguirán, los controles al dólar todo indica que también y aún no está claro si se flexibilizarán las trabas a las importaciones. Que no esté más Moreno, quien resistió los embates de varios exministros de Economía, es más una señal de apertura política que de modificaciones financieras en sí mismas.

El desafío de Capitanich

Capitanich, el principal ejecutor de las políticas presidenciales para los próximos dos años, sabe que se juega mucho más que una gestión en su paso por la Casa Rosada. El exgobernador de Chaco y precandidato a la presidencia mostró estos días un ritmo desconocido para el Gobierno en los últimos años. Teniendo en cuenta la debilidad y el desconcierto que tenía el Gobierno al asumir, Capitanich es consciente de que tiene más por ganar que por perder de cara a su verdadero objetivo en 2015.

El nuevo hombre fuerte del Gabinete mantuvo un discurso en total sintonía con lo que venía haciendo el Gobierno hasta ahora y se encargó en todo momento de dejar en claro que las decisiones las toma Cristina. Capitanich eligió diferenciarse con hechos políticos: dará conferencias de prensa diarias, su agenda se conoce con relativa antelación y visitará el Congreso regularmente como no lo hacía ninguno de sus antecesores. A buen entendedor, pocas palabras.

De todas maneras, hubo algunos gestos que llamaron la atención en medio de una evidente apertura del Gobierno. El no haber invitado a los gremios opositores a la mesa de diálogo en la Casa Rosada pareció una muestra de aislamiento justo en momentos en los que el Gobierno quiere mostrar todo lo contrario.

¿Qué es lo peor que hubiese pasado si Hugo Moyano o Pablo Micheli estaban presentes? ¿Que reclamen por una suba de Ganancias? Eso ya viene siendo instalado incluso por los gremios más cercanos al oficialismo. Ahora, esos sindicatos quedaron en una posición victimizadora de la que carecían hasta la semana pasada, lo que podría derivar en algunas protestas en el corto plazo.

En el Gobierno nadie se anima a decir que la purga de funcionarios ya terminó. De hecho, hay fuertes versiones de que se vienen cambios en Seguridad y Justicia. ¿Seguirá Sergio Berni como amo y señor de la lucha contra el delito? ¿Julio Alak continuará siendo ministro? En medio de un resurgimiento impensado por muchos del Gobierno nacional, aún queda todo por develarse.

 

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