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26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Un salteño, al mando del helicóptero que acompaña al rompehielos Irízar

Francisco Castro Lacroze se formó en la Armada a partir de 2006 y este año acompañará la campaña antártica.
Sabado, 02 de diciembre de 2017 23:49

Cuando ingresó a la Armada Argentina, en 2006, Francisco Castro Lacroze no se imaginó que su verdadera pasión sería volar. 

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Cuando ingresó a la Armada Argentina, en 2006, Francisco Castro Lacroze no se imaginó que su verdadera pasión sería volar. 

Eso lo descubrió después, siendo cadete en la Escuela de Oficiales, cuando lo invitaron a participar en un vuelo. Desde entonces decidió no bajar de las nubes y seguir su carrera como aviador naval.

Nacido en Salta hace 30 años, Francisco vivió en distintos lugares de la Argentina, porque el trabajo de su papá, que es oficial de marina, hizo que él, junto a su mamá y sus cinco hermanos, lo acompañaran por muchos destinos. 

Seguramente la profesión de su padre influyó en su elección de vida: en los últimos siete años Francisco anduvo por cinco ciudades diferentes. Desde el año pasado vive en Bahía Blanca, donde trabaja en la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros, tras haber completado su formación como helicopterista en 2015.

Este fin de semana Francisco se tomó un tiempo para hablar con El Tribuno y contar sobre su próximo destino, que lo llevará a la Antártida en el rompehielos ARA Almirante Irízar para colaborar en la campaña antártica al mando del helicóptero UH-3H Sea King (en castellano: “rey del mar”). 

Después de más de diez años, el Irízar volverá al continente blanco, tras recuperarse del incendio que sufrió en abril de 2007.

Las pruebas

En octubre Francisco estuvo a bordo del rompehielos, que debía hacer pruebas de hielo en la Antártida, antes de la campaña, que será en los meses de verano. 

Desde Ushuaia viajó tres días hasta llegar a las islas Orcadas del Sur, en zona antártica. Una vez allá, durante unos 10 días, Francisco acompañó la expedición desde el helicóptero junto a un grupo de meteorólogos especializados en glaciares, que tomaban fotos y medían los tipos de hielos.

Francisco explicó que el Irízar, en su navegación normal, intenta esquivar hielos, no romperlos, y que el Sea King ayuda a detectar dónde hay hielos para esquivarlos. 

Experiencia

“En este caso, buscábamos ciertos tipos de hielo para que el Irízar fuera a romperlos”, señaló. 

En un vuelo bajo, el helicóptero, que puede volar a 180 kilómetros por hora, barre una zona grande en pocos minutos, mientras el barco va a 10 o 15 kilómetros por hora. Este vuelo glaciológico, como se llama, permite conocer qué tipos de hielos hay para evitar los que son muy viejos, grandes y duros, que ningún barco del mundo puede romper.

El trabajo lo hicieron cerca de la base Orcadas de la Armada Argentina, que está habitada durante todo el año y adonde llegan muchos barcos turísticos que hacen cruceros por la Antártida. 

En este amplísimo espacio blanco, el Irízar y el Sea King hicieron vuelos de adiestramiento y se prepararon para la campaña en condiciones climáticas similares a las de la Antártida. 

Francisco contó que las jornadas de trabajo eran muy largas, porque la noche se hacía corta. “El atardecer era a las 19 pero hasta las 21 había luz crepuscular y el sol salía a las 4 pero a las 2.30 ya había claridad... El sol nunca llega al cenit, nunca pasa por arriba, sino que da una vuelta al horizonte todo el tiempo. Es muy raro”, relató.

En la Base Aeronaval Comandante Espora, de Bahía Blanca, Francisco es jefe de “Detall General”, que es la oficina administrativa de personal en un buque o repartición de la Armada. 

“Lo que más me gusta de mi trabajo es la versatilidad. Estoy en la oficina, con gente a cargo, y dos o tres veces por semana volamos”, comentó, y aseguró que lo que más le apasiona es andar en helicóptero.

Dijo que esta aeronave es muy versátil: puede aterrizar en barcos, en plataformas o en medio del terreno. Como los vuelos no son rutinarios, le ha tocado hacer vuelos de carga, de rescate y hasta llevar autoridades, como el ministro de Defensa, Oscar Aguad, y el presidente, Mauricio Macri. “Es un trabajo divertido, que tiene sus cosas malas, por supuesto, pero, por lo menos a mí, me llena”. 

A pesar de que le encanta su trabajo, Francisco observó que no es para cualquiera: “Es muy particular. Hay que bancarse algunas cosas, como pasar mucho tiempo lejos de casa, cubrir guardias, cortarse el pelo, lustrarse las botas”, contó. Sin embargo, aseguró: “Me llena cantar el Himno con el uniforme. Si uno siente eso, se lo recomiendo”.

“En la Armada tenemos submarinistas, barqueros, infantes, buzos, meteorólogos, oceanólogos, de todo. Uno va haciendo su carrera según lo que le gusta y le toca. La Armada es una institución nacional y es un reflejo de este país. Tenemos muchas falencias porque este país tiene muchas falencias, pero la proyección es buena”, expresó.

Sobre el ARA San Juan

“Nadie está preparado para esto”, dijo Francisco sobre la desaparición del submarino ARA San Juan. Él estuvo con los 44 tripulantes en Ushuaia a principios de octubre. 

Consideró que esto no sucedió porque el barco fuera viejo o no tuviera mantenimiento. “El submarino es como un avión. Nunca sale a volar si no tiene todos los papeles en regla y el mantenimiento al día. Las máquinas fallan y los humanos nos confundimos. Ojalá que lo encontremos y sepamos lo que pasó”.

Francisco apuntó a Tandanor, la empresa estatal que reparó el San Juan en 2014 y tardó 10 años en arreglar el Irízar. 

“Yo tuve la suerte de navegar en un submarino durante seis días. Es una experiencia increíble. El profesionalismo que hay en el submarino -y no es por menospreciar a otros- no se ve en los barcos porque la exigencia del submarino es terrible. El problema es que en el aire y debajo del agua las emergencias se suelen pagar con la vida”, dijo. 

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