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Dos mujeres viven como fantasmas en la indigencia extrema

Son madre e hija y necesitan asistencia estatal para tratar sus severos problemas de salud, el hambre y el abandono. 
Sabado, 04 de agosto de 2018 22:45

Abandonadas. Dos mujeres sobreviven a cuatro cuadras de la plaza del municipio de El Quebrachal, sucias, hambrientas, enfermas, envueltas en harapos, en una casa sin techo, sin puertas ni ventanas. Son madre e hija de unos 80 y 50 años. No pueden pronunciar sus nombres, los olvidaron en el transcurso de una vida fantasmal, en un pueblo donde nadie parece registrar su dolorosa miseria. 

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Abandonadas. Dos mujeres sobreviven a cuatro cuadras de la plaza del municipio de El Quebrachal, sucias, hambrientas, enfermas, envueltas en harapos, en una casa sin techo, sin puertas ni ventanas. Son madre e hija de unos 80 y 50 años. No pueden pronunciar sus nombres, los olvidaron en el transcurso de una vida fantasmal, en un pueblo donde nadie parece registrar su dolorosa miseria. 

Ellas no figuran en las frías cifras de las estadísticas y los censos de las últimas décadas. Tampoco importan sus nombres y mucho menos si tienen una historia que le dé sentido a su existencia. 

Tuvo que llegar un samaritano hasta el alambrado de la precaria casa de ladrillos a tocar las manos, para humanizarlas y dejarnos perplejos por nuestra propia abulia social. 

El profesor Ivan Sanso es quien vio a la mujer más joven en un almacén de El Quebrachal mendigando caramelos y no pudo contener el dolor que le provocó la respuesta del comerciante: “Rajá de acá vieja de mierda”, le habría dicho, y él la defendió: “Hermano, ni a un perro se lo trata así”. 

Impresionado, Sanso buscó a la mujer junto con el asistente social Santos García, hasta que ubicaron el domicilio. Allí comprobaron que la familia estaba compuesta por dos mujeres sumidas en un infierno de pobreza y olvido. Entonces iniciaron una campaña para conseguir ayuda, para sacarlas de la sombra que las hace invisibles y despreciables. 

Nunca más adecuado decir que la indiferencia mata. 

Harapienta y con rastas en un pelo jamás peinado, la hija. 

“Ambas mujeres se encuentran en la indigencia extrema y sin ninguna asistencia estatal, no tienen pensiones, ayudas económicas ni reciben bolsones. Lo peor es que tampoco tienen cobertura de salud ni siquiera pública. No poseen documentación, su apellido sería Seguí”, explicó Sanso, quién contó que mientras dialogaba brevemente con las mujeres, podía ver los piojos caminando por sus cabezas.

“Requieren de todo, no tienen baño, ni cocina, tampoco aberturas, ni techo, solo las paredes de una precaria casa. Necesitan mercadería, ropa, calzados, muebles, elementos de higiene y limpieza. Además y esto es fundamental, precisan atención médica y psiquiátrica. Tienen menos que nada. La sociedad se olvidó de ellas, es como si no existieran”, dijo con pesar el profesor.

La madre no recuerda cómo se llama la hija que casi no habla, presa de una notable enfermedad mental. Tampoco sabe decir su edad: “50, por ahí ha de tener”, le dijo a Sanso que le preguntó: “Y usted, cuántos años tiene?” y la madre respondió: “No sé, se me ha perdido la libreta”. 

La casa deja escapar por los huecos de las ventanas el ácido vaho de la miseria. Duermen en la única parte que tiene techo, sobre un catre deforme que se sostiene sobre ladrillos. Arriba, cartones y una vieja gomaespuma con pretensiones de colchón, les sirven para poner el cuerpo en las noches eternas de este invierno que les viene perdonando la vida. 

“En esa casa hay materia fecal por todos lados, es calamitosa su situación, es muy cobarde no hacer nada, mirar para otro lado. Todos tenemos que hacer algo, saber y no hacer es una aberración. Esto es un claro abandono de personas por parte de la familia, si es que la tienen, y por parte del Estado que las ignora”, dijo Sanso.

“Seguramente la municipalidad las ayudó alguna vez, pero no es suficiente. Necesitan una atención más constante y profunda. Tal vez tienen parientes, hay alguien que les da comida aveces, pero están raquíticas”, describió Sanso, quién lanzó una fuerte campaña para cambiar su miserable realidad.

Mendigas, agonizantes a largo plazo, quizás estas mujeres se preguntan cuántas horas faltan para que el sol de la mañana caliente sus cobijas; o cuánto hastío más será menester para que, definitivamente, la muerte termine su trabajo.

Datos para contactarse y ayudarlas

Ante esta situación Iván Sanso y el asistente social García llamaron a la solidaridad de los salteños con estas mujeres que necesitan todo. La dirección para hacer llegar donaciones es Avenida Belgrano 788 de El Quebrachal, y el celular: 3877530146.

Es indispensable que ambas mujeres reciban asistencia integral del estado ante la situación de vulnerabilidad, exclusión social y marginación en que se encuentran. “Viven a 4 cuadras de la plaza Güemes de El Quebrachal, en pleno ejido urbano. Nadie en el pueblo ignora el estado de estas dos mujeres”, dijo Sanso.

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