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El San Isidro volvió a la molienda, pese a la resistencia de Cuenca y el sindicato

El ingenio prepara su primer embarque de azúcar. Anónimos incendiaron 500 hectáreas de caña.
Domingo, 23 de septiembre de 2018 00:46

El ingenio San Isidro comenzó la molienda el martes pasado, luego de nueve meses de crisis y nuevos propietarios, que ya hicieron una inversión varias veces millonaria en dólares.

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El ingenio San Isidro comenzó la molienda el martes pasado, luego de nueve meses de crisis y nuevos propietarios, que ya hicieron una inversión varias veces millonaria en dólares.

En cuatro días la molienda trepó de las 800 toneladas de caña iniciales a las 3.500 de ayer. La semana que viene tienen previsto realizar el primer embarque de azúcar orgánica con destino al exterior, con aduana en el mismo ingenio.

Los socios en Zadar SA, el Grupo Ruiz y Los Balcanes SA tienen previsto sostener la actividad sin concesiones al Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar San Isidro, que encabezan Mariano Cuenca y Enrique León, que esta semana rompieron el diálogo con los nuevos propietarios.

Antes de que la molienda se pusiera en marcha, los dos sindicalistas anticiparon un paro para el martes.

Las peores señales

Ese paro, de acuerdo a los expresado por los nuevos empleadores de Zadar, solo sería materializable por medio de maniobras compulsivas. En la noche del viernes se concretaron los peores recelos de los administradores, Jorge Rocchia Ferro y Diego Ruiz, surgidos asimismo de la denuncia de los anteriores dueños, el Grupo Gloria, en su protocolo de crisis que derivó en el cierre del ingenio. Los empresarios peruanos denunciaron una maniobra extorsiva del sindicato, y se refirieron al uso de vehículos ajenos a la empresa y al gremio para bloquear las entradas.

Luego de la declaración del paro, proliferaron las amenazas anónimas (y no tanto) por vía electrónica y personal contra los empresarios y los empleados.

La empresa había llegado a un principio de acuerdo con el sindicato para permitir a esta entidad la designación de 140 regadores de acuerdo a una lista propuesta por el sindicato. El jueves Cuenca rechazó la propuesta y exigió que le cedieran el nombramiento de 30 estibadores. "Los estibadores pueden parar el ingenio; los regadores, no. Ahí queda a la vista la verdadera intención del sindicato". Esa interpretación fue coincidente entre los empresarios y los funcionarios que siguen de cerca el tema.

Ruptura e incendio

Por cierto, esa razón es la que llevó a Zadar a no retomar negociación alguna con Cuenca. Horas después de este desenlace se incendiaron 500 hectáreas de caña, todas de máxima calidad, dentro de la propiedad de San Isidro y con "indicios vehementes", según los abogados a cargo de la denuncia penal, de que se trató de un acto "vandálico y coercitivo".

La denuncia, por supuesto, no identifica a los responsables. Pero revela el clima de enorme tensión que se vive por estas horas.

"Nosotros ratificamos nuestro proyecto. Compramos este ingenio, de 11 mil hectáreas, para producir azúcar orgánica de exportación, alcohol hidratado y bioetanol en base a caña y maíz. Además, pensamos ampliar la superficie de caña, destinar 500 hectáreas a producir limón e instalar un feedlot. Es un complejo productivo que va a generar empleo y movimiento económico en el departamento. Si el sindicato está dispuesto a impedir el funcionamiento normal del ingenio, nosotros apelaremos a los instrumentos legales correspondientes, o reorientaremos nuestros objetivos", dijo ayer Diego Ruiz, quien pasó todo el día en Campo Santo. "De lo que pueden estar seguros los trabajadores es de que el ingenio no va a funcionar de acuerdo a las presiones sindicales".

El antecedente

En enero pasado el Grupo Gloria cerró el Ingenio San Isidro luego de recurrir al Ministerio de Trabajo de la Nación con un protocolo de crisis que centraba el problema en la presión sindical, que a fuerza de paros sorpresivos y destructivos, materializados, dijeron, "por acciones de violencia que impedían trabajar a los empleados que no querían hacer paro". De hecho, la denuncia de Gloria ratificada por organismos nacionales consignaba que el costo laboral llegó al 70% de los costos totales.

En su momento Cuenca consideró que la crisis se debía a fallas productivas del grupo peruano.

Lo cierto es que, antes de retirarse Gloria envió toda la maquinaria crítica a Tucumán, por temor a desmanes. También por la amenaza de Cuenca, quien pretendía dejar la empresa en manos de los trabajadores.

Entre los funcionarios provinciales la posibilidad de desembolsar los montos que requeriría una expropiación está descartada. Sería imposible compatibilizar ese gasto en momentos en los que prevalece un compromiso de austeridad. Además, indican, las exigencias productivas y comerciales de la industria azucarera “requieren una experiencia y una tecnología de punta que una cooperativa de obreros no podría sostener”.

No vamos a perder

Ayer Ruiz anticipó a El Tribuno que “ningún empresario invierte para perder capital”. De hecho, anticipó que en los próximos días arribarán a Campo Santo diez camiones con equipos de última generación para molienda y destilación.

“Nosotros somos empresarios, comprometidos con nuestro negocio y con la comunidad en la que funciona el ingenio”, añadió, exhibiendo la lista de los 187 empleados contratados por Zafar, todos con domicilio en la zona.

258 años de historia

Cuenta el sitio Portal de Salta que el Ingenio San Isidro fue fundado por el coronel de Milicias Reales don Juan Adrián Fernández Cornejo en el año 1760, quien introdujo la caña de azúcar desde el Perú, de donde era natural (Locumba) e instaló su trapiche en la primitiva “Hacienda de la Viña de Siancas” cuyos cultivos progresaron paulatinamente dando origen al primer ingenio azucarero del país. En estos primeros tiempos la elaboración del azúcar era rústica, se la obtenía de la cristalización de los caldos hervidos del jugo de la caña de azúcar, cuyo trapiche era movido por fuerza animal.

A la muerte de don Juan Adrián F. Cornejo el 10 de diciembre de 1797, el regidor defensor de menores don Nicolás León de Ojeda pidió se practique un inventario de sus bienes fundamentando “para que no sean perjudicados sus herederos en los frutos de la hacienda de esta testamentaría, y que sigan los laboreos de azucares, mieles y otras”.

Dicho inventario fue practicado en Campo Santo el 19 de diciembre de 1997, donde consta: pilones de azúcar, hormas, alambiques, un trapiche, surcos de cañas, chancacas, miel, y demás piezas concernientes a la elaboración de azúcar. A través de este valioso documento que se conserva en el Archivo Histórico de la Provincia de Salta, queda evidenciado que don Juan Adrián F. Cornejo fue el iniciador de la industria azucarera del país, cuya actividad comenzó en Campo Santo y continúa hasta la actualidad.

En 1798 el coronel José Antonino Fernández Cornejo, hijo de don Juan Adrián F. Cornejo, hereda la hacienda de San Isidro, el cual continúa con la tarea iniciada por su padre.

En febrero de 1813, cuando el Ejercito del general Belgrano procedente de Tucumán se dirigía a Salta, donde se daría batalla con el ejercito realista el 20 de febrero de aquel año, el coronel José A. F. Cornejo puso a disposición los cañaverales para alimentar a la caballada del Ejercito, por dicha razón ese año no se realizó cosecha.

En 1820 José A. F. Cornejo proporciona una partida de cañas de azúcar criolla al presbítero doctor José Colombres, el cual instaló su trapiche en Tucumán. Este religioso mantenía amistad con la familia Cornejo. En 1841 nuevamente parte de los cañaverales son destinados para alimentar la caballada del escuadrón que acompañaba al general Lavalle, el cual escapaba de las tropas fieles a Juan Manuel de Rosas. 

Don José A. F. Cornejo falleció en 1851, a los 83 años de edad, heredando el ingenio San Isidro su hijo Juan Nepomuceno Cornejo, a quién se le debe la gran obra de modernización del antiguo ingenio: hizo traer desde Inglaterra máquinas a vapor para blanquear el azúcar, a pesar de que no existían las vías férreas hasta Campo Santo, trajo los carros apropiados para transportar las mismas desde la punta de riel que estaba en Fraile Muerto, provincia de Córdoba hasta el Ingenio San Isidro.

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