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Las mil caras de la pobreza

Jueves, 03 de enero de 2019 00:00
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Por Carla Arévalo y Jorge Paz

Antes de leer la nota: ¿Qué respondería usted si le preguntase qué es la pobreza? Parece una pregunta sencilla, pero su respuesta, como veremos, requiere pensar despacio. Hay muchas respuestas, tantas quizá como actores de la sociedad: políticos, periodistas, voluntarios, ciudadanos, empresarios, etc. Todos construyen su propia definición de pobreza y, además, es probable que todas sean válidas, según el aspecto que se quiere destacar.

Aquí vamos a explorar las definiciones más típicas de pobreza, que se asocian directamente con los indicadores divulgados en los medios masivos y que son tomados de las oficinas de estadísticas o de instituciones académicas.

Pero antes de entrar en la maraña de las definiciones viene muy bien tener en cuenta para qué se mide la pobreza. La pobreza se mide por las mismas razones que se miden la glucemia, la fiebre, la presión, o la temperatura ambiente. Sin temor a equivocarnos podemos decir que para determinar la existencia y magnitud de una enfermedad: diabetes, infección, hipertensión, o cualquier otra. El médico diagnostica a sus pacientes y actúa en consecuencia.

Las mediciones de pobreza permiten dimensionar el problema (la enfermedad), estimar la cantidad de recursos necesarios para reducirla y orientar la asignación de esos recursos y acciones para mitigarla y/o erradicarla.

Superado lo anterior, sabiendo para qué medimos vale preguntarnos cómo lo hacemos. Y aquí, en este punto, la respuesta no es única. Hay varias maneras de medir pobreza y para hacerlo debemos antes que nada definirla, dado que el método de medición depende de su definición.

Volvamos entonces al principio: ¿Qué es pobreza? Algunos dirán "es pobre el que no llega a fin de mes", o "es pobre el que no tiene trabajo", o "el que no tiene casa" o "el que no tiene para comer". Cada una de esas definiciones tiene un dispositivo de medición diferente, cualquiera de los cuales requiere preguntar a las personas sobre esos temas a través de una encuesta o censo.

Es conveniente tener en cuenta que recolectar el dato, procesarlo y ponerlo a disposición de la sociedad es costoso. Tan costoso que ese tipo de tareas la puede realizar solo el Estado. Estamos pensando en mediciones que tienen por objeto trabajar a escala nacional. Así, y muy a pesar de las buenas intenciones, las encuestas privadas arrojan datos insuficientes e información de validez dudosa.

El "no llegar a fin de mes" se asocia con la pobreza monetaria o pobreza por ingresos. Aquí entra en juego una canasta básica que contiene los alimentos y bienes básicos. Esta canasta es valorizada y luego comparada con el ingreso de la familia. Aquellas familias que no logran cubrir la canasta son identificadas como pobres.

Desde esta perspectiva la pobreza aumenta por la caída del ingreso familiar, sea por la pérdida del empleo del jefe de hogar o por la baja en las ventas en el caso de trabajadores independientes. También aumenta por la inflación. El crecimiento de los precios sin que los salarios acompañen (unos por ascensor otros por escalera, como bien habría dicho alguien alguna vez) atenta contra el poder adquisitivo de las familias.

El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) estimó que, en el primer semestre de 2017, el 27,3% de la población argentina era pobre por ingresos insuficientes. Eso equivale a más de 12 millones de personas si se expande esta tasa a la población total.

¿Y las otras formas de pobreza?

Las condiciones habitacionales deficientes, el tipo de inserción laboral precario, la falta de acceso a la educación, entre otros aspectos de la pobreza se abordan con una perspectiva más amplia; sea bajo el enfoque de pobreza por necesidades básicas insatisfechas (NBI) o de las privaciones múltiples y simultáneas, también llamada pobreza multidimensional.

Esta perspectiva, que va más allá del ingreso, refleja el carácter complejo de la pobreza y pone sobre la mesa los componentes prioritarios (problemas de acceso al agua potable, al saneamiento, a una vivienda adecuada, a la educación, a la salud, etc.). Se la conoce también con el nombre de pobreza estructural.

Hay unas cuentas maneras de luchar contra la pobreza y las estrategias de ataque dependen del blanco que tengamos enfrente. La pobreza por ingresos requiere un ingreso mínimo que le permita a las familias comprar la canasta básica total. Esto se logra con empleo o con protección social.

Para atacar otras dimensiones de la pobreza se requieren otros instrumentos.

Aparecen aquí como prioritarias las inversiones en infraestructura o inversiones en sectores críticos como agua y saneamiento.

Políticas públicas que hagan retornar a niñas y niños a la escuela, que mejoren su rendimiento académico y la calidad de la enseñanza. Políticas que garanticen el acceso a la salud y que mejoren la infraestructura de los entornos barriales y de las viviendas, entre otras.

El país se ha comprometido a reducir a la mitad la pobreza en todas sus formas al año 2030 y erradicar la pobreza extrema.

Para lograrlo se requieren recursos y voluntad política para orientar esos recursos a los pilares del desarrollo. Parafraseando a Jeff Sachs, la erradicación de la pobreza "es el viaje a la luna de esta generación".

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