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Latinoamérica acorralada, entre los muros del norte y el fuego del sur

Miércoles, 13 de noviembre de 2019 07:42

Latinoamérica vive tiempos convulsionados y un oleaje de violencia y anarquía pone en jaque a las instituciones y a la relativa calma de las últimas décadas, cuando la atención estaba puesta en Oriente Medio. 
Los estallidos sociales en Chile y Bolivia sorprendieron, ya que en cuestión de días pasaron de ser los baluartes económicos de los populismos de derecha y de izquierda, a convertirse en verdaderos campos de batalla a causa de las profundas desigualdades y la discriminación. 
La voluntad popular poco importa en estos tiempos violentos, donde la autoproclamación como la de Juan Guaidó, en Venezuela; o la de Jaeanine Añez, en Bolivia, tienen mayor peso y reconocimiento internacional que los votos ciudadanos. Y en territorios donde la falta de formación de nuevos cuadros políticos, tientan a los líderes a perpetuarse. 
Las recetas de ajustes en Ecuador desataron una profunda crisis política que se ha manifestado en las calles con masivas y violentas protestas populares, disconforme con medidas del presidente Lenín Moreno que asfixian a la clase trabajadora. El FMI, atento.

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Latinoamérica vive tiempos convulsionados y un oleaje de violencia y anarquía pone en jaque a las instituciones y a la relativa calma de las últimas décadas, cuando la atención estaba puesta en Oriente Medio. 
Los estallidos sociales en Chile y Bolivia sorprendieron, ya que en cuestión de días pasaron de ser los baluartes económicos de los populismos de derecha y de izquierda, a convertirse en verdaderos campos de batalla a causa de las profundas desigualdades y la discriminación. 
La voluntad popular poco importa en estos tiempos violentos, donde la autoproclamación como la de Juan Guaidó, en Venezuela; o la de Jaeanine Añez, en Bolivia, tienen mayor peso y reconocimiento internacional que los votos ciudadanos. Y en territorios donde la falta de formación de nuevos cuadros políticos, tientan a los líderes a perpetuarse. 
Las recetas de ajustes en Ecuador desataron una profunda crisis política que se ha manifestado en las calles con masivas y violentas protestas populares, disconforme con medidas del presidente Lenín Moreno que asfixian a la clase trabajadora. El FMI, atento.


En Perú, una seguidilla de “fatalidades” alcanzó a expresidentes como Alberto Fujimori, que terminó huyendo a Japón, luego enjuiciado, condenado y por último indultado por razones humanitarias; con Alejandro Toledo, encarcelado; el suicidio de Alan García y Ollanta Humala tras las rejas. Pedro Pablo Kuczynski, en tanto, no pudo completar su mandato y terminó en prisión domiciliaria. Y en los últimos tiempos, Martín Vizcarra profundizó la ya delicada situación con la disolución del Congreso. La institución respondió declarando la presidencia de Vizcarra suspendida y nombró a la vicepresidenta Mercedes Aráoz como presidenta interina, decisiones que en gran medida se consideraron nulas. Solo un día después, Aráoz anunció su renuncia, mientras que Vizcarra llamó a elecciones congresales extraordinarias para el 26 de enero. Paños fríos para una olla a presión.
En Brasil la destitución de Dilma Rousseff y las recientes decisiones judiciales en favor de Lula Da Silva, frente una posición ideológica cada vez más radical e inflexible de Jair Bolsonaro, profundizan posturas que abren grietas internas y regionales. 
Pese al paso del tiempo, nadie olvida las destituciones de Fernando Lugo, en Paraguay; y de Manuel Zelaya, en Honduras; como el preludio de un concierto de descalabros institucionales y estallidos sociales.

Por estas horas reina el desconcierto entre los latinoamericanos, frente a democracias “consolidadas” que dejan ver su fragilidad. En las calles, decenas de muertos y poblaciones sumidas en la pobreza, la falta de oportunidades y la desesperanza. Latinoamérica acorralada, entre los muros del norte y el fuego del sur.
 

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