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Venezolanos en Salta: "Migrar de tu país es como que se te muera la mamá"

Venezolanos en Salta relatan el drama de tener que dejar su hogar.
Domingo, 03 de noviembre de 2019 01:08

"Mi historia no es tan desafortunada como la de muchos que llegan caminando por las fronteras o en colectivos por Brasil. Yo tuve suerte". Pese al drama de dejar su patria, Laura Rosales, venezolana radicada en Salta, rescata el lado positivo de su experiencia.

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"Mi historia no es tan desafortunada como la de muchos que llegan caminando por las fronteras o en colectivos por Brasil. Yo tuve suerte". Pese al drama de dejar su patria, Laura Rosales, venezolana radicada en Salta, rescata el lado positivo de su experiencia.

Sin embargo, minutos después admite, durante una charla con El Tribuno, que "migrar de tu país es como que se te muera la mamá... es muy difícil de expresar con palabras, es un duelo, ya que sabes que es algo que no vas a recuperar, porque volver a Venezuela no lo resuelve, porque el país ha cambiado tanto que aquello que tu añoras ya no lo vas a encontrar cuando regreses".

Laura llegó a Salta en febrero de este año por una propuesta laboral; pero en enero de 2018 aterrizó en Buenos Aires, su primer destino en Argentina, donde permaneció poco más de un año: "Fue un año muy complicado, me mudé nueve veces desde que estoy en la Argentina, porque al tener una residencia precaria mientras tramitás tus papeles es más difícil conseguir un lugar fijo".

Laura es profesional de las Letras y la Literatura, pero además trabaja desde hace 16 años en investigación de mercado. En Venezuela tenía su propia agencia, con la que hacía estudios cualitativos, entrevistas de hogares y consultoría de marcas.

Su llegada al país fue posible gracias a su hijo, que vivía en Alemania y le compró un pasaje para salir de su país.

Al principio se quedó en casa de unos amigos de la universidad, con quienes compartía los gastos del alquiler. Luego se fue a vivir un par de meses con un primo. "Ahí fue cuando empecé a trabajar como freelance y a vivir en habitaciones de Airbnb", recordó y explicó que "si bien trabajaba, al ser freelance cobraba cuatro meses después y nunca sabía si iba a poder pagar el mes siguiente de alquiler. Eso me daba mucha angustia".

Tiempo después consiguió trabajo fijo en un call center: "Ese trabajo literalmente me salvó la vida. No solo me dio cierta estabilidad sino que me permitía seguir ejerciendo mi actividad profesional, con la tranquilidad de tener un sueldo fijo".

"Me encantaba ese trabajo, me hizo muy feliz porque lo compartí con gente muy agradable", afirma, y realiza un análisis muy interesante: "El call center es como un universo de gente que quiere sobrevivir; yo, por ejemplo, tenía como compañeras a unas señoras jubiladas, a algunos estudiantes universitarios y profesionales que no conseguían otro trabajo y estaban como yo, sobreviviendo... el call center concentra la realidad argentina".

Meses después apareció la posibilidad de venir a Salta. "Como nunca dejé mi trabajo profesional, tenía un conocido que me presentó al dueño de la agencia donde trabajo ahora y me ofreció un puesto fijo. Yo no sabía ni dónde estaba Salta en el mapa, pero si algo aprendí en la vida es que nunca hay que rechazar un trabajo. Acepté y me vine, tuve mucha suerte porque llegué con trabajo profesional, es una bendición que muchos venezolanos no tuvieron".

"Yo agradezco siempre el trato normal que nos dan, porque eso es lo que uno quiere, que nos traten como a uno más", cuenta Laura y agrega: "Y de verdad han sido muy buenos, tanto en Buenos Aires como en Salta, donde la gente es muy amable, muy dulce".

En Venezuela la mujer vivía en Caracas, pero su familia materna es de Mérida, "que es muy parecida a Salta. Cuando llegué estaba tan impresionada por el parecido de las dos ciudades que pensaba que me iba a encontrar a mi abuelita a la vuelta de la esquina", re cuerda.

Para Laura, si algún día "mi país logra la normalidad, creo que hay que hacer una plaza, un monumento o un parque, un lugar especial en honor a la Argentina y los argentinos. Porque la acogida que nos han dado a los venezolanos no se ha repetido en ningún otro país de Latinoamérica y es algo que nosotros lo tenemos en el alma como una gratitud que no se va a olvidar nunca".

Emigrar a tiempo

Carlos Navas es otro venezolano que vive en Salta. Su llegada fue muy planificada. Carlos es ingeniero en Sistemas y tenía una pequeña empresa en Táchira, su ciudad en Venezuela. "Se podría decir que éramos de clase media. Mi esposa es licenciada en Educación, nuestros hijos iban a una escuela privada, teníamos nuestra casa, nuestros vehículos y podíamos darnos algunos gustos", cuenta.

Sin embargo, de a poco empezó a notar que la plata alcanzaba cada vez menos y que los alimentos ya no se conseguían con facilidad: "Me di cuenta de que la situación era grave cuando un vecino me confesó que con su esposa se turnaban para cenar, para que puedan comer sus hijos. Todavía no habíamos llegado nosotros a eso, pero entendí que no faltaba mucho".

A partir de ese momento empezó a buscar lugares adonde ir. Pensó en Argentina porque era uno de los países donde sus habitantes no atacan a los inmigrantes. Se postuló para puestos en varias empresas que requerían profesionales con su perfil y, cuando tuvo respuestas eligió el destino. "Buscaba calidad de vida, así que me tomé el tiempo para elegir, y Salta era una de las mejores opciones", destacó.

Primero llegó solo y se estableció. Luego trajo a su esposa y a sus hijos. "Desde que llegamos hemos progresado de a poco. Comemos todos los días, mis hijos están creciendo, engordando", relata.

"Nos fue bien. Yo tengo trabajo, el dueño de la empresa que me contrató es una gran persona", destacó, y contó: "Mi esposa no puede ejercer la docencia porque su título no está validado, pero trabaja cuidando a dos niños y es su tutora escolar, le pagan buen dinero, y entre los dos juntamos un salario digno para cubrir nuestros gastos y, eventualmente, realizar alguna actividad recreativa en familia".

 

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