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5 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Un gobierno que se va sin alcanzar sus metas

Editorial
Domingo, 08 de diciembre de 2019 00:52

Pasado mañana, cuando Mauricio Macri entregue los atributos presidenciales a Alberto Fernández, comenzará un nuevo ciclo en la historia argentina.

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Pasado mañana, cuando Mauricio Macri entregue los atributos presidenciales a Alberto Fernández, comenzará un nuevo ciclo en la historia argentina.

No es momento de prejuzgar si el nuevo gobierno producirá un retorno del kirchnerismo, porque eso sería poner obstáculos antes de que la gestión se haya puesto en marcha. Además, pensar de ese modo significaría cerrar la puerta a una serie de cambios que necesariamente deberán producirse para que el país comience a salir de una historia de frustraciones a la que, hasta ahora, parece encadenado.

En 74 años, el de Macri es el único gobierno no peronista que logra completar su mandato. El discurso del presidente transmitido en cadena nacional el jueves pasado contiene una autocrítica inédita, que reconoce los objetivos no alcanzados.

En realidad, estos cuatro años representaron la frustración de muchas expectativas que se habían creado acerca de la posibilidad de construir un país más equitativo, con plena inclusión social, con una economía razonable y previsible e instituciones democráticas consolidadas.

Hubo, sí, un crecimiento institucional, la división de poderes alcanzó una calidad con pocos antecedentes, y el Gobierno observó un respeto irrestricto a la libertad de prensa y de opinión. También hubo avances en las relaciones internacionales, se equilibró la balanza comercial y se superó la crisis energética.

En materia de obras públicas también se notaron esfuerzos y, justo es reconocerlo, por primera vez en muchos años se realizaron inversiones para mejorar el servicio del Ferrocarril Belgrano, esencial para Salta.

El presidente saliente había asumido compromisos muy concretos en 2015. Entre ellos, la meta de alcanzar la "pobreza cero", a la que presentó como el criterio con el que debía juzgarse su gestión. La realidad es que, ese año, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA calculaba la pobreza en un 30% (entonces el Indec no era creíble) y cuatro años después trepó al 40,8%. En este período, el deterioro del poder adquisitivo del salario está estimado en un 18% (hasta agosto pasado), la pobreza por ingresos creció, y la pobreza estructural, que se autorreproduce, sigue afectando a una cuarta parte de los argentinos. La indigencia afecta al 9% de la población, con casi cuatro millones de personas que sobreviven en un millón de hogares.

La inflación se agigantó. En 2015, Macri sostenía que ese era un indicador de ineficiencia. A pesar de su promesa de hacerla retroceder a menos de un dígito, el aumento generalizado de precios se desbordó: de un promedio estimado del 28% anual entre 2011 y 2015, pasó al 40,4% anual durante los cuatro años de macrismo.

El descontrol en el manejo de títulos, letras y bonos de endeudamiento externo precipitó una catástrofe en 2018 y, finalmente, a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que no se pudo cumplir y dejó al país a un paso del default.

Ese tembladeral se tradujo en una disparada del dólar, que pasó de $17 a $65 en dos años, con tasas de interés que impidieron el acceso al crédito. El llamado "blanqueo" de tarifas, la persistente presión tributaria y la caída del 5% del PBI provocaron el cierre de 20 mil pymes y la pérdida de más de 170.000 puestos de trabajo en 2019. De ese modo, se frustraron también el Plan Belgrano y el objetivo de convertir a la Argentina en el "supermercado del mundo".

Los hechos hablan por sí solos. En un país que vio esfumarse sus esperanzas con la hiperinflación de 1989/ 2001 y la hiperrecesión de 1998/2002, con Cambiemos volvió a la desilusión.

Los objetivos no se alcanzaron. Probablemente hayan influido negativamente el desprecio por la política, el espejismo de un gabinete integrado en su mayoría por ejecutivos de empresas, o el engaño de creer que con la tecnología bastaba para conocer los sentimientos de la gente.

Ahora, en un momento muy difícil para el país y en medio de turbulencias internacionales, a Alberto Fernández y a su gabinete les toca asumir el compromiso de reconstruir, con hechos, la esperanza.

 

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