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Cómo llegó Venezuela hasta aquí

Lunes, 18 de febrero de 2019 00:00

Cuando hay crisis políticas que se prolongan durante años en países con los que tenemos una estrecha proximidad histórica y cultural, los medios de comunicación hacemos un especial esfuerzo por intentar hacer entender a nuestra audiencia qué hay detrás del país sometido a una tiranía que ha acabado con la soberanía nacional y que una reducida élite intenta convertir en su finca particular para lograr un enriquecimiento desmesurado y amoral. Eso es lo que llevamos viendo desde hace veinte años en Venezuela, donde en el último mes hemos presenciado un progresivo descalabro de Nicolás Maduro, al que ya hasta el papa Francisco ha retirado el tratamiento de presidente en su última carta conocida esta semana. En ocasiones, para entender cómo hemos llegado hasta aquí, es mejor una novela histórica que el abundante material informativo que ofrecen los medios de comunicación. En las próximas semanas saldrá a la venta en España una apasionante narración de la presidencia de Hugo Chávez escrita por Moisés Naím, que fue ministro de Fomento del presidente Carlos Andrés Pérez hasta dieciséis meses antes de que Hugo Chávez diera su primer golpe de Estado fallido. La novela de Naím se titula "Dos espías en Caracas". Publicada por "Ediciones B", reconstruye la presidencia de Chávez por medio de la jefa del CIA en Caracas y su gran rival, el jefe del G2 cubano. Aquí la función de ficción no pasa de entretener al lector, mientras se le revela la evolución de Chávez desde que llegó al poder hasta su muerte en La Habana. Quienes ya habíamos visto la serie televisiva "El Comandante", producida por el propio Naím sobre Chávez, encontramos narraciones que nos resultan familiares. El régimen cubano necesitaba que la presidencia venezolana estuviera en manos de un iletrado como Maduro, como me dijo un buen amigo de la CIA cuando Maduro ya estaba ungido como sucesor. Pero sí el que este sea el que más multas de tráfico tiene acumuladas". Por alguna razón, sabía Fidel Castro que Nicolás Maduro era su hombre. Y ahí continúa, inasequible al desaliento.

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Cuando hay crisis políticas que se prolongan durante años en países con los que tenemos una estrecha proximidad histórica y cultural, los medios de comunicación hacemos un especial esfuerzo por intentar hacer entender a nuestra audiencia qué hay detrás del país sometido a una tiranía que ha acabado con la soberanía nacional y que una reducida élite intenta convertir en su finca particular para lograr un enriquecimiento desmesurado y amoral. Eso es lo que llevamos viendo desde hace veinte años en Venezuela, donde en el último mes hemos presenciado un progresivo descalabro de Nicolás Maduro, al que ya hasta el papa Francisco ha retirado el tratamiento de presidente en su última carta conocida esta semana. En ocasiones, para entender cómo hemos llegado hasta aquí, es mejor una novela histórica que el abundante material informativo que ofrecen los medios de comunicación. En las próximas semanas saldrá a la venta en España una apasionante narración de la presidencia de Hugo Chávez escrita por Moisés Naím, que fue ministro de Fomento del presidente Carlos Andrés Pérez hasta dieciséis meses antes de que Hugo Chávez diera su primer golpe de Estado fallido. La novela de Naím se titula "Dos espías en Caracas". Publicada por "Ediciones B", reconstruye la presidencia de Chávez por medio de la jefa del CIA en Caracas y su gran rival, el jefe del G2 cubano. Aquí la función de ficción no pasa de entretener al lector, mientras se le revela la evolución de Chávez desde que llegó al poder hasta su muerte en La Habana. Quienes ya habíamos visto la serie televisiva "El Comandante", producida por el propio Naím sobre Chávez, encontramos narraciones que nos resultan familiares. El régimen cubano necesitaba que la presidencia venezolana estuviera en manos de un iletrado como Maduro, como me dijo un buen amigo de la CIA cuando Maduro ya estaba ungido como sucesor. Pero sí el que este sea el que más multas de tráfico tiene acumuladas". Por alguna razón, sabía Fidel Castro que Nicolás Maduro era su hombre. Y ahí continúa, inasequible al desaliento.

 

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