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29 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
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Con Juventud, descendimos todos

Viernes, 12 de abril de 2019 01:33

No nos engañemos más: el fútbol salteño está donde se merece estar. Desaparecido, goleado por la soberbia, golpeado por la improvisación. 
No es difícil entender la preocupante situación de Salta como plaza futbolera. Ni comprender que con el descenso de Juventud, descendimos todos. 
La desgracia partió con aquellos que tomaron decisiones incorrectas, aliados de la irresponsabilidad y del desconocimiento. Y un gran drama: el dirigente salteño es más hincha que dirigente.
Pero hay que sincerarse de una vez para cambiar esta pobreza estructural. Lo que está debajo de la superficie es igual de alarmante. El descuido de las inferiores es real, es desolador, pero la problemática va más allá y hay que asumirla: los buenos jugadores no brotan solo por estar bien vestidos.
Salta también desciende porque cayó en el verso fácil de creer que con “los chicos del club” se puede salir campeón. Porque solo acá pueden seguir jugando algunos que no lo harían en ningún otra parte, porque no lo permitirían. En Juventud, para ir directo al grano, con nombres propios, fueron varios los “viejos” egoístas: el Ratón Ibáñez, la Chancha Zárate, Claudio Acosta y hasta Juan Pablo Cárdenas. Seguramente estos ya no seguirán, pero debieron irse antes. Hay que sincerarse para salir adelante.     
La dura y triste caída del santo le pone una lápida al fútbol salteño y alguien dijo por allí: que en paz descanse. Cuánta lamentable y maldita razón.
¿Por dónde andarán los Muratore o Rafael Del Carlo?, los Alurralde, los Domínguez, los “Ibire” de Juventud. Los máximos responsables de la peor caída del santo en su más de cien años de historia. Es imposible olvidar que, por ejemplo, los futbolistas tuvieron que vender rifas para poder comer, uno que otro fue abandonado o desalojado y un puñado que partió en medio campeonato. El club pasó a estar desacreditado, sin luz, casi devastado. Juventud, como institución, ya estaba descendido. Muratore comandó este gran papelón y tuvo bajo su mando la peor gestión superando incluso la nefasta intervención del Gobierno que de 2012 a 2014 también fue a desempatar -con Central- por la permanencia.
Y los que hoy acompañan a Gustavo Klix también se llevan una porción de la torta. Debían reforzar al equipo con alta precisión y uno de esos refuerzos que contrataron calentó más la pava que los mates que se tomó. Pero lo más grave fue la pésima actitud de Gabriel Lazarte, miembro de la actual CD, que trató de cagones a sus pares de Gimnasia. Si la refundación viene por este lado, mmm...
Este descenso de Juventud también es un escarmiento para los “vivos” y justicieros de las redes sociales, para los hinchas disfrazados de periodistas, para los que proponen técnicos, los que sugieren refuerzos, para los “influenciables”, para los violentos, para los barras que solo les importa hacer negocios, para la propia Liga Salteña, la de Cáceres y la de Sergio Chibán, los que tampoco ayudaron a fortificar las bases; para el Gobierno que le ha dado a los clubes grandes mucho menos que al básquet (otras provincias inyectaron más dinero en sus clubes) y para los hinchas, los que hoy lloran pero tampoco colaboran ni se hacen socios. Descendimos todos.    
 

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No nos engañemos más: el fútbol salteño está donde se merece estar. Desaparecido, goleado por la soberbia, golpeado por la improvisación. 
No es difícil entender la preocupante situación de Salta como plaza futbolera. Ni comprender que con el descenso de Juventud, descendimos todos. 
La desgracia partió con aquellos que tomaron decisiones incorrectas, aliados de la irresponsabilidad y del desconocimiento. Y un gran drama: el dirigente salteño es más hincha que dirigente.
Pero hay que sincerarse de una vez para cambiar esta pobreza estructural. Lo que está debajo de la superficie es igual de alarmante. El descuido de las inferiores es real, es desolador, pero la problemática va más allá y hay que asumirla: los buenos jugadores no brotan solo por estar bien vestidos.
Salta también desciende porque cayó en el verso fácil de creer que con “los chicos del club” se puede salir campeón. Porque solo acá pueden seguir jugando algunos que no lo harían en ningún otra parte, porque no lo permitirían. En Juventud, para ir directo al grano, con nombres propios, fueron varios los “viejos” egoístas: el Ratón Ibáñez, la Chancha Zárate, Claudio Acosta y hasta Juan Pablo Cárdenas. Seguramente estos ya no seguirán, pero debieron irse antes. Hay que sincerarse para salir adelante.     
La dura y triste caída del santo le pone una lápida al fútbol salteño y alguien dijo por allí: que en paz descanse. Cuánta lamentable y maldita razón.
¿Por dónde andarán los Muratore o Rafael Del Carlo?, los Alurralde, los Domínguez, los “Ibire” de Juventud. Los máximos responsables de la peor caída del santo en su más de cien años de historia. Es imposible olvidar que, por ejemplo, los futbolistas tuvieron que vender rifas para poder comer, uno que otro fue abandonado o desalojado y un puñado que partió en medio campeonato. El club pasó a estar desacreditado, sin luz, casi devastado. Juventud, como institución, ya estaba descendido. Muratore comandó este gran papelón y tuvo bajo su mando la peor gestión superando incluso la nefasta intervención del Gobierno que de 2012 a 2014 también fue a desempatar -con Central- por la permanencia.
Y los que hoy acompañan a Gustavo Klix también se llevan una porción de la torta. Debían reforzar al equipo con alta precisión y uno de esos refuerzos que contrataron calentó más la pava que los mates que se tomó. Pero lo más grave fue la pésima actitud de Gabriel Lazarte, miembro de la actual CD, que trató de cagones a sus pares de Gimnasia. Si la refundación viene por este lado, mmm...
Este descenso de Juventud también es un escarmiento para los “vivos” y justicieros de las redes sociales, para los hinchas disfrazados de periodistas, para los que proponen técnicos, los que sugieren refuerzos, para los “influenciables”, para los violentos, para los barras que solo les importa hacer negocios, para la propia Liga Salteña, la de Cáceres y la de Sergio Chibán, los que tampoco ayudaron a fortificar las bases; para el Gobierno que le ha dado a los clubes grandes mucho menos que al básquet (otras provincias inyectaron más dinero en sus clubes) y para los hinchas, los que hoy lloran pero tampoco colaboran ni se hacen socios. Descendimos todos.    
 

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