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Una beca inesperada le permitió a un joven soñar con nuevos horizontes

Marco Bondoni estudia Turismo en Salta y está cursando un cuatrimestre en Maribor, Eslovenia.
Domingo, 12 de mayo de 2019 01:09

Marco Bondoni (22) está viviendo una experiencia que, sin duda, le cambiará la vida. El estudia Licenciatura en Turismo en la Universidad Católica de Salta (Ucasal) y obtuvo una beca Erasmus para cursar un cuatrimestre en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Maribor, en Eslovenia. Erasmus es un programa de la Unión Europea para motivar los intercambios estudiantiles, a la que el pudo acceder porque la Ucasal tiene un convenio con la casa de estudios eslovena.

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Marco Bondoni (22) está viviendo una experiencia que, sin duda, le cambiará la vida. El estudia Licenciatura en Turismo en la Universidad Católica de Salta (Ucasal) y obtuvo una beca Erasmus para cursar un cuatrimestre en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Maribor, en Eslovenia. Erasmus es un programa de la Unión Europea para motivar los intercambios estudiantiles, a la que el pudo acceder porque la Ucasal tiene un convenio con la casa de estudios eslovena.

Marco confesó a El Tribuno que nunca había pensado en postularse a una beca. La oportunidad apareció en diciembre último, cuando, tras salir de rendir un examen final, un compañero, que estaba al tanto de asuntos administrativos de la universidad, le contó que ese día cerraba la inscripción y que nadie se había anotado.

Al volver a su casa, corroboró la información, revisó los requisitos y los beneficios de la beca y no dudo en anotarse: “Me pareció lógico y dije: ‘¿Por qué no intentar?’”. Los primeros días de enero le avisaron que había sido elegido. 

Como en su familia no sabían nada sobre la postulación, la noticia de la beca sorprendió a todos. Cuando su mamá se enteró, se puso feliz y compartió la novedad con los demás familiares. Le dijo también que avisara en el trabajo, ya que, a fines del año pasado, Marco había empezado a trabajar en un hotel de la ciudad cubriendo francos algunos días de la semana.

“Faltaba como una semana hasta que yo volviera, así que le mandé un mensaje al gerente de mi departamento. Me dijo que lo aprovechara y que no perdiera esta oportunidad, que sería increíble. Me dijo un montón de cosas buenas”, relató. Su jefe le pidió que avisara cuándo dejaría de ir y el, tratando de ser lo más responsable posible, fue a trabajar casi hasta el último día antes de irse. 

Durante enero y febrero, Marco tuvo que hacer muchísimos trámites: “Muchas veces salía de trabajar muy cansado y ese mismo día tenía que enviar papeles, que me llevaba dos horas hacerlos, para mandar a Eslovenia, a la Ucasal o a la embajada de Eslovenia en Buenos Aires. La verdad, no tenía ni ganas”. En estos momentos, sus familiares lo incentivaban para seguir haciendo papeles y más papeles.

Lo primero que le pidieron fueron comprobantes de nacionalidad, de residencia y de la carrera. Después, tuvo que hacer trámites para sacar una visa de estudio en Buenos Aires y para que la Universidad de Maribor le enviara una invitación formal: “Me hicieron llenar un montón de formularios y firmar un montón de cosas que decían que yo me comprometía a ser responsable. A veces los mandaba escaneados por correo electrónico y a los dos o tres días me decían que algo estaba mal y tenía que volver a hacerlos enteros”.

El formulario que le resultó más difícil fue el de la embajada, que era de unas cinco hojas y estaba en esloveno. “Tenía que traducir cada pregunta para responderla”, contó. 

Intercambio permanente

Cuando Marco llegó a Maribor, a principios de marzo, encontró que todo estaba muy organizado. La universidad lo ayudó a encontrar un lugar donde vivir y a conseguir descuentos para comer: “Lo de la beca se va en las comidas y en el alquiler, pero lo vale mucho”.

Marco vive en una residencia universitaria con chicos de muchos países y cada conversación es, para el, un intercambio cultural. Si bien la rutina es muy parecida a la que tenía acá, tiene otro sabor: “Vivo cada día pensando en disfrutar todo el tiempo y en tratar de aprovechar cada charla con los chicos de acá. Es algo que nunca esperé hacer y que no sé si alguna vez volveré a hacer”. 

Las clases a las que asiste son en inglés y duran unas dos horas. “No son muy pesadas, son más tranquilas que en Salta, pero después me hacen estudiar mucho. Para la clase siguiente hay que leer uno o dos capítulos de un libro”, señaló.

Sobre sus proyectos a futuro, contó que la hotelería y el guiado son los rubros que más le gustan del turismo, pero ve a la primera como más posible en el largo plazo. 

Mientras vivía en Salta, Marco pensaba que estaría en esta ciudad para siempre. Ahora no está tan seguro de eso: “No sé si tan lejos como Eslovenia, pero capaz irme a vivir a otra ciudad o a otro país un poco más cerca es una posibilidad que ahora, habiendo tenido esta experiencia, la puedo analizar”.

Eslovenia -en rojo-, es un estado desde 1991.

Alteridad: cosas de aquí y de más allá

Marco analizó algunas diferencias entre las culturas salteña y eslovena.

Cuando Marco llegó a Maribor, todo le llamaba la atención y observó algunas diferencias en relación con Salta: “Eslovenia es un país muy chico. Entonces, todo está muy ordenado y es todo muy seguro. La gente es demasiado amable, muy respetuosa y educada. Cada día, dos o tres veces cualquier desconocido me pregunta si estoy bien, me dicen ‘buen día’ y ‘buenas tardes’”.

Lo que le resultó más extraño al llegar fue que anochecía entre las 16.30 y las 17: “Era muy complicado, porque salía de la universidad a mediodía, volvía a mi casa y no salía hasta el otro día porque ya era de noche. No sabía qué hacer”. Unos 10 días después, cuando empezó la primavera, se cambió el horario en Europa y ahora anochece a las 18 o 19: “Un poco más normal para mí”.

No le resultó difícil adaptarse a la comida, ya que -dijo- es muy parecida a la italiana y es frecuente que en los restaurantes haya pasta o pizza: “Alguna vez comí algo más tradicional propio de acá, pero no es nada raro. Por lo general, son comidas con muchas verduras”.

¿Preguntar o no?

Marco confesó que le resulta raro compartir todo el tiempo con gente que no lo conoce ni sabe cómo es y de la que el tampoco sabe mucho: “Pese a que le doy toda la confianza y me da toda la confianza, uno no sabe hasta dónde llegar, ni qué preguntas o chistes hacer”. Por eso, a veces las charlas resultan un poco monótonas: “Hablamos de la facultad, de fútbol y de no mucho más”. 

“En la Argentina quizás uno habla con una persona que no conoce, pero sabe qué chistes puede hacer, de qué cosas puede hablar y de qué no. Acá uno no maneja los códigos culturales, entonces muchas veces prefiere no preguntar, antes que decir algo incómodo o algo que haga sentir mal”, comentó.

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