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El otro 1 de mayo

Jueves, 02 de mayo de 2019 00:00

La universal relevancia que alcanza la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores deja opacada y olvidada otra efeméride importante para los argentinos: el Día de la Constitución Nacional Argentina. Sin embargo, ambos acontecimientos tienen vinculación cierta, ya que fueron las luchas obreras de finales del siglo XIX las que llevaron a que aquellas constituciones liberales hechas a la medida de los propietarios finalmente- incorporaran los derechos sociales para los más desprotegidos. En nuestro país transcurrieron cien años, hasta la Constitución peronista de 1949 que luego fuera reducida por la autodenominada “Revolución Libertadora” a un solo artículo: el 14 bis. 
Sobre ese único artículo se ha construido todo el andamiaje protector del derecho del trabajo. El salteño José Facundo de Zuviría fue el presidente de la Convención Constituyente, que en 1853 sancionó nuestra Constitución. Es conocido por su segundo nombre Facundo, quizá por su “facundia”. 
También hizo gala de su inconmovible lealtad: siempre fue leal. A quién estuviera en el poder. Lo traicionó a Güemes y a poco de muerto el General, firmó un armisticio con los invasores realistas (si las calles hablaran, no quisiera estar cerca de la intersección de Zuviría y Güemes). Traiciona también a Lavalle, a Bustos, a José María Paz. Se autoexilia en Bolivia donde acompaña y luego traiciona al presidente Santa Cruz, aliándose con su sucesor y enemigo, Manuel Belzú. Escribe a Rosas dirigiéndose al “Jefe excelso que preside nuestros destinos” (en 1851), pero poco después apoya el derrocamiento del “tirano”.
Se dice que hubo unanimidad en proponerlo a la Presidencia porque era la única posibilidad de mantenerlo callado. Sorprendentemente su primer acto fue proponer que no se dictara la constitución; que se esperara a que el país se tranquilizara cuando Buenos Aires se incorporara a la Confederación. Su moción fue -obviamente- rechazada.
Cuenta su contemporáneo, Vicente Quesada, que Facundo tenía una “peligrosa generosidad verbal. Cuando Facundo Zuviría hablaba, todos tenían que enmudecer. Hablaba siempre; hablaba por él y por los demás. En su presencia nadie pudo meter baza porque nunca dejó resquicio donde tentar la suerte”, “... no se fatigaba nunca. Se alarmaba cuando sospechaba que había entre los oyentes alguno que aspiraba a sucederle, que espiaba el momento de terciar en sus interminables monólogos. Entonces doblaba la rapidez y la palabra tomaba una celeridad vertiginosa. El oído de los espectadores quedaba adormecido y era preciso escaparse”.
Era un alud de tropos literarios precipitándose implacable sobre los resignados contertulios. Peroraba de pie ante el auditorio sentado y no era solamente con palabras como inmolaba a sus víctimas; aquello era una representación teatral con todos sus personajes, bambalinas y hasta orquesta. Hablaba moviéndose a largos trancos; accionaba sus brazos inconmensurables; gesticulaba con la boca y las cejas, rubricando los períodos más patéticos.
En su sepelio hubo muchos oradores (nueve); todos querían aprovechar la oportunidad de hablar alguna vez en presencia del locuaz salteño.
La “revolución argentina” inaugurada por el general Juan Carlos Onganía prohibió la conmemoración del 1° de mayo con actos públicos.
El primero de mayo no coincide con la conmemoración de los “mártires de Chicago”. Las luctuosas muertes de Haymarket se produjeron el día 4. En el país de origen, EEUU, no se recuerdan los sucesos de esos días de mayo de 1886. Fueron borrados de la memoria: en la plaza de Haymarket, pudimos verificar, hace unos años, que no hay un monumento que los recuerde. Aunque sí hay una estatua dedicada a los policías que participaron en la represión. El día del trabajo (Labour Day) en EEUU se festeja el primer lunes de septiembre. La desmemoria también ha logrado transformar, en la mayoría de los países del mundo, lo que fueron jornadas de reivindicación y lucha, en fiestas para hacer picnics  y comer asados.
 

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La universal relevancia que alcanza la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores deja opacada y olvidada otra efeméride importante para los argentinos: el Día de la Constitución Nacional Argentina. Sin embargo, ambos acontecimientos tienen vinculación cierta, ya que fueron las luchas obreras de finales del siglo XIX las que llevaron a que aquellas constituciones liberales hechas a la medida de los propietarios finalmente- incorporaran los derechos sociales para los más desprotegidos. En nuestro país transcurrieron cien años, hasta la Constitución peronista de 1949 que luego fuera reducida por la autodenominada “Revolución Libertadora” a un solo artículo: el 14 bis. 
Sobre ese único artículo se ha construido todo el andamiaje protector del derecho del trabajo. El salteño José Facundo de Zuviría fue el presidente de la Convención Constituyente, que en 1853 sancionó nuestra Constitución. Es conocido por su segundo nombre Facundo, quizá por su “facundia”. 
También hizo gala de su inconmovible lealtad: siempre fue leal. A quién estuviera en el poder. Lo traicionó a Güemes y a poco de muerto el General, firmó un armisticio con los invasores realistas (si las calles hablaran, no quisiera estar cerca de la intersección de Zuviría y Güemes). Traiciona también a Lavalle, a Bustos, a José María Paz. Se autoexilia en Bolivia donde acompaña y luego traiciona al presidente Santa Cruz, aliándose con su sucesor y enemigo, Manuel Belzú. Escribe a Rosas dirigiéndose al “Jefe excelso que preside nuestros destinos” (en 1851), pero poco después apoya el derrocamiento del “tirano”.
Se dice que hubo unanimidad en proponerlo a la Presidencia porque era la única posibilidad de mantenerlo callado. Sorprendentemente su primer acto fue proponer que no se dictara la constitución; que se esperara a que el país se tranquilizara cuando Buenos Aires se incorporara a la Confederación. Su moción fue -obviamente- rechazada.
Cuenta su contemporáneo, Vicente Quesada, que Facundo tenía una “peligrosa generosidad verbal. Cuando Facundo Zuviría hablaba, todos tenían que enmudecer. Hablaba siempre; hablaba por él y por los demás. En su presencia nadie pudo meter baza porque nunca dejó resquicio donde tentar la suerte”, “... no se fatigaba nunca. Se alarmaba cuando sospechaba que había entre los oyentes alguno que aspiraba a sucederle, que espiaba el momento de terciar en sus interminables monólogos. Entonces doblaba la rapidez y la palabra tomaba una celeridad vertiginosa. El oído de los espectadores quedaba adormecido y era preciso escaparse”.
Era un alud de tropos literarios precipitándose implacable sobre los resignados contertulios. Peroraba de pie ante el auditorio sentado y no era solamente con palabras como inmolaba a sus víctimas; aquello era una representación teatral con todos sus personajes, bambalinas y hasta orquesta. Hablaba moviéndose a largos trancos; accionaba sus brazos inconmensurables; gesticulaba con la boca y las cejas, rubricando los períodos más patéticos.
En su sepelio hubo muchos oradores (nueve); todos querían aprovechar la oportunidad de hablar alguna vez en presencia del locuaz salteño.
La “revolución argentina” inaugurada por el general Juan Carlos Onganía prohibió la conmemoración del 1° de mayo con actos públicos.
El primero de mayo no coincide con la conmemoración de los “mártires de Chicago”. Las luctuosas muertes de Haymarket se produjeron el día 4. En el país de origen, EEUU, no se recuerdan los sucesos de esos días de mayo de 1886. Fueron borrados de la memoria: en la plaza de Haymarket, pudimos verificar, hace unos años, que no hay un monumento que los recuerde. Aunque sí hay una estatua dedicada a los policías que participaron en la represión. El día del trabajo (Labour Day) en EEUU se festeja el primer lunes de septiembre. La desmemoria también ha logrado transformar, en la mayoría de los países del mundo, lo que fueron jornadas de reivindicación y lucha, en fiestas para hacer picnics  y comer asados.
 

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