¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

20°
24 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

“Yo soy el que le da la forma a la tierra”

Diálogo con el ceramista Jorge Copa.
Domingo, 26 de mayo de 2019 00:40

Un salero vidriado por dentro para que la sal no se humedezca, una campana de mesa perfecta, un tazón para la mazamorra, y otros cientos de objetos, todos de barro, cerámica autóctona, que es tierra salteña cocida que recorre el mundo tras la moldura de las manos que realiza Jorge Copa.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Un salero vidriado por dentro para que la sal no se humedezca, una campana de mesa perfecta, un tazón para la mazamorra, y otros cientos de objetos, todos de barro, cerámica autóctona, que es tierra salteña cocida que recorre el mundo tras la moldura de las manos que realiza Jorge Copa.

Más conocido como “Cotete”, es un chango de 48 años del barrio Limache que se define como un “alfarero ceramista” que desde hace más de 23 años que está trabajando con el barro. Entonces el aire huele a Spinetta, con su joven zamba, y va al origen de las cosas en forma de poesía.

“Yo soy un enamorado de lo que hago. Todo mi ser acaricia la arcilla y yo me siento pleno porque me hace vivir dignamente. Yo soy el que con mis manos le da forma a la tierra, entonces la tengo que respetar”, dijo el hombre con mate de rigurosa cerámica propia.

Toda esta mística por trabajar con el barro comenzó a sus 18 años cuando entró casi por casualidad a un taller donde enseñaban a diseñar pesebres coyas. El taller estaba en la calle Olavarría y al frente estaba Osvaldo “Colo” Cassina quien fue su primer maestro.

“Desde un primer momento entramos en una buena amistad que hasta hoy sigue firme. Yo con él tengo mi primer contacto con la cerámica. Antes había trabajado en la Cerámica del Norte, pero cargando camiones. También ya había vendido frutas y verduras en el mercado San Miguel. Pero esto era algo diferente. Eso era por los años 89 y 90 y el Colo vendía tantos pesebres que exportaba a Alemania y entonces yo lo comencé a ayudar porque tenía mucho para hacer. Ahí fue que comencé a manejar platita. Si bien sabía hacer todo el proceso, a mí me gustaba mucho pintar. Entonces yo me dedicaba a pintar las imágenes. Como a los 6 años de trabajar sólo haciendo pesebres, por un problema familiar del Colo, nos separamos y dejamos el negocio”, dijo el hombre.

En ese mismo tiempo de su historia personal fue que dejó sus estudios. Había comenzado la carrera de contador en la UNSa, pero la dejó por su trabajo con la arcilla.

Sin embargo había quedado sin trabajo.

Fue así que se metió en un curso acelerado con el maestro alfarero Rafael Bonorino por el que pasó una semana completa e intensiva en la localidad vallista de San Carlos.

Gracias a la experiencia con pesebres coyas el aprendizaje no le fue dificultoso.

También intentó estudiar en el Tomás Cabrera y no pudo continuar porque ya comenzó a trabajar fuertemente, especialmente en temporada alta de turistas.

“Antes estaban bien marcadas las temporadas. Sólo vendíamos para Semana Santa y vacaciones de julio, que era el tiempo en que se rendía en el Tomás Cabrera. La necesidad de trabajar fue más grandes y dejé nuevamente los estudios”, dijo.

Por esos tiempos se mudó al barrio Limache, a una casa, y se compró un “torno patero”. Primero tenía un horno a leña, luego avanzó y finalmente adquirió el horno eléctrico. Todo lo demás lo fue aprendiendo sólo.

“Lo bueno de esto es que uno se puede pasar la vida aprendiendo. Jamás vas a saber todo y es tan amplio el conocimiento siempre habrá algo nuevo por saber. Yo en estos más de 30 años aprendí en cursos, en talleres, viendo y encuentro de ceramistas. Pero además leo, visito, busco. Mi otra gran pasión también es la pintura. Entonces experimento con los óxidos naturales para conseguir colores, trabajo con los revestimientos de vidrios y no se usa nada de plomo. Por eso mis cerámicas son aptas para cocinar, para utilizar en el día a día”, dijo. Para Cotete, su trabajo también tiene una rutina. 

“Todos piensan que los artesanos dependemos de la inspiración o de qué sé yo. Todos tenemos horarios de trabajo, sabemos que somos independientes y porque le dedicamos más horas a la producción. Hay días que yo trabajo mucho más de 12 horas. He llegado a trabajar hasta 18 horas seguidas”, aseguró.

Familia

Su papá se llama Jorge Copa y su mamá Adela Zapana. Si bien son sólo dos hermanos, hijos de Adela, Cotete es el mayor de 14 hermanos. Todos los hermanos fueron criados en la popular Villa Soledad, en la calle frente a La Redonda.

“Mi papá es trabajador de la construcción y yo desde chico tuve que salir a poner el pecho para conseguir dinero para tantos hermanos. Luego yo tuve mis dos hijos y vivíamos todos en la misma casa. Se hizo difícil. A los 30 años recién me pude ir de mi casa y me instalé en Limache. Luego vino mi tercer hijo. Toda la vida fue laburando. Ahora estoy muy feliz porque mi hijo mayor, que ya tiene 18 años comenzó a trabajar conmigo. Yo jamás lo obligué a nada, pero él solo se comenzó a interesar y está aprendiendo. Yo le pago por jornal y eso también es un incentivo porque de alguna manera me hace acordar cuando era joven”, dijo contento.

Cada artesanos hace obras únicas

Si es un verdadero alfarero ceramista tendrá un sello y una marca única.

 Cada alfarero ceramista, de los buenos, tiene su veta escondida entre los cerros desde donde saca su arcilla. 

El material que brinda la Pachamama es único al artesano porque juntos se conjugan en el estilo particular de la obra y los usos de los objetos. 

Cotete tiene su veta en vaya a saber qué lugar de la Quebrada de Las Conchas, camino a Cafayate. Según la descripción uno medianamente puede inferir que es en el camino a Corralito. Ahí el hombre tiene su arcilla. Como deja huellas, asegura que alguien más saca.

Se puso a estudiar las vetas y sabe el destino de cada una. Dice que en Salta hay varias clases de arcillas que son de las más puras del mundo.

Sobre las manos dijo: “Cada artesano tiene su punto de arcilla también. El trabajo de las manos es único, no hay dos iguales. Entonces uno aprende mirando, experimentando, leyendo y escuchando; pero al momento de trabajar la propia obra, el trabajo de las manos las vuelve única. No hay dos formas iguales de espesor, flexibilidad de la arcilla, texturas y formas”, dijo.

Así como es único el diseño de cada artesano, la pintura también es particular al artista y depende mucho del talento y la curiosidad. 

En el caso de Cotete, desde el principio hasta el final, sus producciones tienen la mano única de este chango de Limache que el martes 28 de mayo cumple 49 años.

El Punto Artesanal

Los trabajadores que están en el mismo espacio con Jorge Copa conforman El Punto Artesanal. Se trata de un emprendimiento de un grupo de artesanos, que está ubicado en plena plaza 9 de Julio. Está en Mitre 37 , en una puerta al lado de galería El Palacio. Hay una larga escalera antigua que lleva a un mundo por ahora desconocido para los salteños.

“Vienen muchos turistas, especialmente los extranjeros porque acá tenemos de todo en un mismo espacio. Hay tejidos, cerámica, cuero, dulces, vinos, tapices, pinturas, joyería, de todo. Hay de toda Salta y de varias provincias también”, dijo Copa.

 

PUBLICIDAD