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La comunidad gitana de Salta impulsa un proyecto de visibilización social

Elizabeth Infante de Juan redactó la iniciativa, que promueve la educación de los jóvenes de ese grupo. Se hizo un censo y se contabilizaron casi 200 personas.
Domingo, 26 de mayo de 2019 00:40

Asentados hace más de 60 años en Salta, la “kumpania” Romaní o comunidad gitana, como se los conoce popularmente, enfrenta nuevos desafíos. Con el paso de los años, la mayoría de los integrantes de esta “kumpania” se ubicó en la zona oeste de la ciudad, abarcando más de dos manzanas.

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Asentados hace más de 60 años en Salta, la “kumpania” Romaní o comunidad gitana, como se los conoce popularmente, enfrenta nuevos desafíos. Con el paso de los años, la mayoría de los integrantes de esta “kumpania” se ubicó en la zona oeste de la ciudad, abarcando más de dos manzanas.

Algunas familias también se asentaron sobre avenida Tavella, otros sobre Ex Combatientes, dos familias más en barrio San Remo y otra en Don Emilio. Dejaron atrás las carpas y levantaron sus casas, donde además trabajan, en su mayoría, con la compra y venta de vehículos. El año pasado, luego de una formación realizada por el Ministerio de Educación de la Nación, cinco chicas gitanas se encargaron de realizar un mapeo territorial sobre los gitanos en la ciudad de Salta. Se identificó a 195 gitanos, mientras que a nivel nacional ya se encuentran censados 300 mil. 

Con el paso de las décadas los hijos y nietos de los viejos gitanos, ya nacidos en Salta, se fueron fusionando con la cultura local, pero sin dejar de lado sus tradiciones. Sumaron el mate cebado al tradicional té, coquean y además van a la escuela. Y en este punto, el simple hecho de poder leer y escribir marcó un antes y un después en sus vidas. Pero este cambio no fue fácil. Los más grandes fueron aprendiendo en sus casas de lo que sus hijos aprendían, y también tuvieron que ver -según cuentan con dolor- el trato que sus chicos recibían en la escuela. 

Aída Elizabeth Infante es una criolla que desde hace 33 años forma parte de la comunidad gitana salteña. A los 17 conoció a su esposo, Roberto Juan, y desde aquel entonces siguen juntos. Hoy tienen 5 hijos y 6 nietos. “Ely” nació en Tucumán hace 50 años. Su padre era moro y su madre es escocesa. Roberto Juan, su esposo, nacido en La Rioja, es un gitano de la línea greca, del grupo Gulumbershti, que se ubica en la zona norte del país. 

Aunque en la actualidad su integración a la comunidad gitana es total y las miradas criollas ya no molestan, los primeros años sintió a través de sus hijos el dolor de la discriminación. “Comencé a sentir las miradas y a escuchar los comentarios cuando mis hijos empezaron la escuela. Hacía cinco años que vivía en comunidad y antes no me había dado cuenta de lo que pasaba”, recordó Elizabeth en la cocina de su casa, mientras su hija Carolina la escuchaba. Ella recuerda que por aquellos tiempos su hijo mayor comenzó la escuela y ella lo esperaba a la salida. Allí comenzó a sentir las miradas de las otras madres y con el tiempo los comentarios que les hacían a los chicos. “Los niños no discriminaban a mi hijo hasta que las madres les dijeron que era gitano y que tenían que cuidarse de que no les robe los cuadernos”, recuerda abriendo los brazos. 

Ir a la escuela no era una de las necesidades de la comunidad gitana de aquellas épocas, pero la mujer consideró y sigue pensando igual: “La educación es la que te abre las puertas”. 

Para evitar que los compañeros molesten a su hijo, decidió quedarse en la escuela. “De tanto tiempo que estaba en la escuela, me fui haciendo conocer con las maestras, las ordenanzas y la directora. Cuando eligieron a los miembros de la Cooperadora Escolar, obtuve la presidencia. En aquel tiempo la señora Olga era la directora de la escuela Mariano Boedo y ella empezó a enseñarme cómo hacer notas, escribir a máquina, y fui transformando la bronca”, recuerda la mujer.

Con el paso de los años, Ely perdió contacto con su hermano, pero no con sus padres. Su papá falleció en el 2000 y su mamá aceptó el cambio de vida de su hija y no duda en venir a visitarla y compartir con la comunidad. “Creo que de ella aprendí este amor por la educación. Mi mamá es maestra de niños especiales”, reflexionó.

Los tres hijos varones de Ely terminaron la escuela primaria y fueron abanderados. Estudiaron hasta tercer año del secundario con especialización en mecánica de autos y luego dejaron para dedicarse al comercio. Su hija de 18 también terminó la primaria, estudió hasta segundo año del secundario y ahora está casada con un gitano de Perico y la de 20 está terminando el secundario. 

“Mi lucha era que las chicas aprendan a leer y escribir y ahora lo logré. Ya descanso porque las chicas van solas a la escuela. El año pasado tuvimos la primera promoción gitana del secundario de la escuela Raúl Ricardo Alfonsín, con muy buenas notas. Esto hizo que nos visite el director de Interculturalidad de la Nación, Julio Croci”, recordó. Estos fueron los primeros pasos de un trabajo de relevamientos y visibilización de la comunidad gitana en Salta. En aquel momento, el director de Inteculturalidad llegó acompañado por miembros de la ONU y se reunieron con la directora de la escuela, Miriam Jaime, y destacaron el egreso de los 20 jóvenes de la comunidad gitana. Posteriormente, Elizabeth fue invitada a la Mesa de Diálogo Romaní que se realizó en Buenos Aires, y que contó con la presencia de los delegados de Educación y Salud de Nación. 

Las tradiciones y costumbres que aún se mantienen

El rol de las mujeres, las familias y el origen del pueblo.

Existen tres grandes líneas gitanas: Sinti, Kalé y Romaníes. En las dos primeras ya no se conservan ni la lengua ni la vestimenta tradicional, mientras que los Romaníes mantienen ambas, como en el caso de los que habitan en el norte de la Argentina. Algunas de las costumbres de los Romaníes también se fueron modificando, sobre todo en las mujeres más jóvenes que ya dejaron las polleras por los pantalones. Sin embargo, siguen usando el pañuelo en la cabeza que significa que tienen esposo. 

En la actualidad, si bien los jóvenes se casan a temprana edad, ya no se cuenta con matrimonios acordados. El objetivo de casar pronto a los jóvenes es para evitar la adquisición de vicios y costumbres ajenas a la comunidad. 

Con la llegada de las redes sociales, los chicos comenzaron a conocerse sin necesidad de un arreglo familiar, pero igualmente se requiere de la aprobación de los padres de la joven para que un chico la visite y tenga intenciones de noviazgo. 

El protocolo reclama que un representante del joven se presente ante los padres de la chica y pida autorización para poder verse. En algún momento, el padre del novio pagaba una dote, que luego se la regalaba al nuevo matrimonio.

Durante la ceremonia de casamiento, los hombres cabeza de familia se reúnen y arreglan el precio de la dote. Mientras las mujeres acompañan a la novia en los preparativos. Cuando el acuerdo está listo, los hombres toman todos una bebida fuerte de una misma botella que está envuelta en un paño rojo con monedas de oro. Luego llega el festejo.

En la actualidad, algunas parejas gitanas que profesan el cristianismo evangélico cumplen con la tradición gitana y además se casan por civil.

Los gitanos viven en comunidad y cada casa tiene su cabeza de familia, que es seguida por los hijos. La comunidad cuenta con un tribunal de ancianos que se denomina la “Cris Romaní”, que se convoca cuando existe un problema grave en alguna familia.

En el caso de los recién casados, viven con los padres durante el primer año y luego deben irse, solo el hijo menor se queda en la casa paterna para cuidar a los padres en la vejez.

Malos momentos en la escuela

Carolina Juan tiene 20 años y ahora estudia por internet el secundario. 

Carolina Juan tiene 20 años y está cursando segundo año del secundario a través de internet. Cuando terminó la primaria ingresó a la escuela Scalabrini Ortiz y con el paso de los meses comenzaron los problemas de convivencia con los jóvenes criollos. “Si no fumás porros no sos parte del grupo. También escupían la camioneta cuando mi mamá me iba a buscar”, recordó la joven. 

Su mamá, por aquellas épocas, comenzó a temer que su hija adquiera vicios. Otro de los problemas que tuvo en la escuela es que no le permitían ir con pollera larga. 

Carolina destacó que en su comunidad, las chicas mayores de 13 años ya usan pollera larga. “Sentía que estaba haciendo una doble vida. En la escuela con uniforme de pollera corta y en mi casa, con las normas de la comunidad”, analizó la joven. 

Ely, su mamá, advirtió que la única escuela que fue abierta a la comunidad y respetó sus costumbre fue la Raúl Ricardo Alfonsín.

Ahora su hija estudia por internet y aún no sabe si continuará la universidad, pero no lo descarta.

Para probar cómo les iría a las jóvenes gitanas en la UNSa, Ely rindió el examen del secundario para poder ingresar a la universidad. Una vez aprobado, se inscribió en Antropología donde cursó tres materias. 

“También me miraban raro, no se sentaban al lado mío. Esto fue una prueba”, recordó la mujer que fue parte de un Conversatorio en la Universidad de Córdoba sobre los valores de la comunidad. Allí fue en compañía de la artista plástica Soledad Videla. 

"Como los criollos, hay gitanos que estafan” 

Entrevista a Soledad Videla, artista plástica

Esta artista plástica trabaja desde hace tiempo con comunidades gitanas en Córdoba y Salta, así conoció a Ely y sus familias y las sumó a su proyecto. 

¿Cómo surge tu conexión con la comunidad gitana?

Mi trabajo de especialización en performance tiene que ver con el arte, la cultura y las fronteras que se van hibridando y cómo el intercambio potencia diálogos para desestigmatizar ciertas situaciones. Creo que debemos llegar a pensarnos como otros. Dejar de pensar en el gitano, el boliviano, el criollo. Este trabajo está cruzado por cuestiones sociológicas y antropológicas, pero no tienen una raíz fuerte en esta área. Es de arte. Mi trabajo comenzó en 2011. En aquel momento me interesaba realizar cuadros grandes en base a pequeños recortes de tela. En busca de recortes de tela fue que llegué a las tiendas, donde comencé a ver con frecuencia a las mujeres de la comunidad gitana. Ellos son grandes consumidores de telas y muchas veces las telas de sus trajes no estaban en las retacerías. Así fue que me acerqué, llegué a una de las casas donde vivían, y ahí llegué a un acuerdo. A ellas les gustaba lo que yo pintaba y entonces resolvimos que ellas me mostraran sus telas y yo les enseñaba a pintar. Comenzamos a encontrarnos cada 15 días y esto se fue ampliando. Lo que empezó como pintar y coser, se fue sumando a las recetas, al cuidado de los niños, a los roles que tenemos cada una en la sociedad, a cómo interactuamos con los varones y con las otras mujeres. En eso el proyecto se fue ampliando y enriqueciendo. Entonces pensé en abrir esto que hacíamos domésticamente, por decirlo de alguna manera, en sus casas o en mi casa, se sumó a un espacio de arte. Y esto se dio en el circuito que ellas proponían. Llevábamos el taller a estos espacios. Cuando hicimos la muestra del taller en Córdoba conocí a la gente de Salta. 

¿Cómo siguió?

Fue un poco como poder ver que cada contexto condiciona, interactúa, pero en Salta son diferentes a los de Córdoba en algunas cosas, en otras no. Allí conocí a Ely Juan, que hizo un estudio para su propio grupo. Incluso hizo un censo y conoce muy bien a su colectivo. 

¿Qué opinás de los análisis que se hizo sobre el crimen de Yadón y Olivares en Buenos Aires?

Con el crimen ocurrido en Buenos Aires, las autoridades cometieron un error, cargando contra un pueblo que ya está tan estigmatizado. Es contraproducente cuando se está buscando el diálogo que puede ser tan enriquecedor. Aunque no parezca este tipo de noticias, todo que se trabaja para desarticular todos estos estereotipos, hace retroceder. Hablan de “la ley de los gitanos”, pero habría que preguntarle a alguien que estuvo en el seno de los hechos qué estuvo en juego. Creo que se debe ser bien claros con los datos que se dan a conocer. Lo dicho por la ministra Bullrich fue dinamitar un trabajo de años. Un crimen no tiene que ver con el colectivo al que pertenece una persona. Tiene que ver con otras cosas. Hablar de una mafia, de una ley paralela a las nacionales, me parece que se debe informar bien y ver sí es así o no. Lo que tengo claro, en relación a la comunidad gitana es que ellos no dicen que no existan gitanos ladrones, estafadores, asesinos, pero de la misma manera que los hay de otros grupos como criollos, argentinos y demás. Cuando se habla de grupos minoritarios, asociados tan fuertemente, después cuesta mucho sacar este estereotipo. 

Sigue este trabajo con las comunidades.

Sigo trabajando con distintos grupos. Ahora estoy proyectando ir a Mar del Plata, pero para mover el proyecto se requiere de fondos económicos para el traslado e interactuar. Este proyecto se va transformando. Es una sala con muchas telas que fuimos comprando, estampando, cerámicas, recetas que preparamos ahí, ropa, y poder moverlo y seguir transformándolo cuesta. Creo que las tradiciones y las culturas son algo vivo, las mías como artista y las de ellas como habitantes de nuestro país. 

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