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La historia de Rivadavia, un pueblito que tuvo puerto 

Hace 50 años, Oscar Nella Castro sacó a la luz la historia de un pedazo de tierra olvidada. 
Domingo, 04 de agosto de 2019 00:43

"El pueblo de Rivadavia -como decía Oscar Nella Castro- es un pedazo de tierra olvidada pero argentina. Rivadavia, con toda la falsa imagen que le creó el desconocimiento, siempre se vinculó con el país de las alimañas, de los animales salvajes, del clima excepcionalmente duro, desértico, triste, pobre y abandonado.

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"El pueblo de Rivadavia -como decía Oscar Nella Castro- es un pedazo de tierra olvidada pero argentina. Rivadavia, con toda la falsa imagen que le creó el desconocimiento, siempre se vinculó con el país de las alimañas, de los animales salvajes, del clima excepcionalmente duro, desértico, triste, pobre y abandonado.

Eran como las dos y media de la tarde de un día de julio de 1969, y el sol caía con fuerza sobre el alero, mientras el viento norte, precursor del cambio de tiempo, soplaba castigando con la arena. A metros, flameaba en la casa comunal - policial, una bandera como queriendo recordarnos que estábamos en un pedazo de tierra olvidada, pero argentina.

Era ese mismo Rivadavia que pocos conocen pero del que hablan mucho y lo hacen mal porque nunca hablaron con su gente, porque ignoran su historia, porque no bebieron su pasado ni otearon su porvenir en la palabra de sus hombres”. Esto decía del pueblito de Rivadavia, el poeta y periodista Oscar Nella Castro, hace cincuenta años. Pasó el tiempo y las cosas siguen más o menos como entonces. Como en las épocas de don Leonidas Cabrera, hombre al que conocí en 1982 y que bajo el alero de su casa en Rivadavia, me contó que cuando era intendente (1948), había conocido a Perón en la Casa Rosada. “Allí le pedí un médico y movilidad para el departamento y a los dos meses llegó un médico, un jeep y una ambulancia de la guerra mundial”. Pero las cosas en Rivadavia siguen más o menos como cuando Oscar Nella Castro, conversó en esa localidad, quizá bajo el mismo alero, con don Luis Zerpa Salvatierra, hace ya cincuenta años. 

La conversa 

“Don Luis Zerpa Salvatierra -cuenta Nella Castro- acomodó su casi octogenaria humanidad sobre una silla de cuero, encendió un cigarro, lo introdujo con un movimiento suave en el extremo de una boquilla y entrecerrando los ojos como para concentrarse en la evocación, inició su relato con palabra fácil. Su figura patriarcal se recortaba, como en un marco, entre los toscos parantes del alero. A metros, en la plaza, deambulaban dos o tres gallinas andariegas con vocación de caraguay. Don Luis aspiró profundamente el humo de su cigarro, y tras expulsarlo con lentitud, empezó a decir: ‘Esto que usted ve no es el Rivadavia de mi infancia. Yo nací en 1890 y allá por el 99, cuando mi familia me envió a estudiar a Buenos Aires, el pueblo tenía 16 manzanas perfectamente trazadas y unos dos mil habitantes. En 1947 (2do. censo del siglo XX) solo quedaban 17 casas y unas 400 personas. 

La gran creciente de 1876, que hizo variar el curso del río (Bermejo), cambió también a Rivadavia. Se perdieron sus palmares y sus pastizales, que eran tan altos que cubrían el ganado vacuno. De sus enormes simbolares y de su pasto crespo no queda nada más que el recuerdo. Fue la gran época de Rivadavia, de cuando se luchaba con los indios para conquistar el chaco y en esto quiero recalcarle algo: los verdaderos conquistadores del Chaco fueron los salteños. Fueron los salteños y no otros los que pacificaron las tribus. Aquí estuvo el 10 de Caballería desde 1869 hasta el 75 o 76 y la actual Escuela Nacional era la mayordomía. En 1876 vino el 5to. con su jefe coronel Lucero que permaneció hasta 1882. Lo relevó el coronel Gregorio López, que estuvo hasta el 98. Ese regimiento se fue en 1913 y su último jefe fue el coronel Villarino. 

Don Luis Zerda Salvatierra.

Año 1928, la última sublevación de los indios del Chaco 

La lucha con los indios, la línea de fortines y la prosperidad que se llevó la gran creciente. 

“En 1905 -cuenta Zerpa- los indios se sublevaron y entonces fueron a pacificarlos el teniente Brown y el alférez Grení. Cuando se acercaron a parlamentar, una descarga de escopeta hirió a Brown en el estómago. Murió en la casa de Scipión Corti y de Josefa Salvatierra de Corti y su tumba, aun puede verse en el cementerio del pueblo. Después de este episodio, las tropas castigaron a los indios y hubo tres o cuatro muertos. Lo que pasaba era que los indios se comprometían a trabajar para poder comprar armas y cazar. Y cuando se los llevaban a trabajar les daban comida, pero de vuelta quedaban librados a su suerte y volvían más empobrecidos que antes. Eran casi 200 leguas (1.000 km) que debían recorrer, con hambre y entonces robaban y mataban. Pero mataban aquí creyendo vengarse de los de allá, sin entender la diferencia. Los matacos eran los luchadores más tenaces en cambio los tobas y mocovíes eran más pacíficos”. 

El último alzamiento

“El último alzamiento -cuenta don Luis- fue en 1928 y mandaba las tropas de pacificación el sargento de línea Mariano Díaz. Se enfrentaron en Las Llaves y la lucha fue sangrienta. Pero no todos los indios eran iguales. Hubo un cacique que salvó a Rivadavia. Se llamaba Sumayé y era muy amigo de la familia Roldán que llegó aquí en 1871. En 1875, aprovechando que aquí faltan tropas, unos 3.000 indios atacaron el pueblo. Sumayé con los suyos ayudó a la defensa, y se salvó el pueblo. Lo se por Carlos Galo, que vino con los Roldán. Después, para proteger la población se hizo una línea de fortines cada cinco leguas uno del otro. Era El Recreo, Paredes, Santo Domingo, Arenales, Wilde, Lavalle y Brown, este último construido en 1911. 

Aquí la vida era dura y antes del 900 ya había cuatro cañones para defender el pueblo, pero cuando varió el curso del río y empezaron a escasear los pastos, la gente se fue y Rivadavia comenzó a despoblarse. En 1871 el entusiasmo ganadero era tan grande que la gente de Villa del Carmen (Chaco) la abandonó casi totalmente para venirse a estas tierras, pero después de la gran creciente Rivadavia casi se quedó sin habitantes”. 
 
Lo que fue 

“Esto fue muy lindo -añora don Luis- y para mi sigue siendo, y hasta fue puerto. Hasta hace poco quedaba por aquí un ancla y una caldera... 

Y como no me olvido de donde nací, pienso que hay que hacer algo para que Rivadavia vuelva a ser lo que fue...”.

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