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Olas viejas, tormentas nuevas

Miércoles, 11 de septiembre de 2019 01:50

Un signo de las democracias actuales en el mundo, y especialmente acentuado en nuestro país, es la desorientación política de los ciudadanos. Es que las generaciones anteriores tuvieron distintas vertientes de pensamiento pero cada una de ellas mantuvo su estructura ideológica a través del tiempo. Precisamente eso es lo que cambió.

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Un signo de las democracias actuales en el mundo, y especialmente acentuado en nuestro país, es la desorientación política de los ciudadanos. Es que las generaciones anteriores tuvieron distintas vertientes de pensamiento pero cada una de ellas mantuvo su estructura ideológica a través del tiempo. Precisamente eso es lo que cambió.

El análisis del proceso histórico que nos condujo a este presente no puede ser despreciado. Sin embargo, desde una óptica pragmática, dos son los grupos mayoritarios que definen a la postre los resultados eleccionarios y con ellos los gobiernos. El peronismo mantiene a pesar de sus fluctuaciones ideológicas una impronta emocional estable que lo identifica. Numéricamente representa una base cierta de alrededor del 40% y defiende visceralmente a los pobres y vulnerables., aunque los resultados no lo avalan: cada gestión peronista termina con más pobres que los que encontró. Una economía controlada, una concentración en el mercado interno y un aparato productivo reducido a esas metas. Hoy identificable con la propuesta de Fernández Fernández.

Cambiemos es una propuesta de gobierno de muy pobre contenido que no sea en lo económico, francamente liberal. Sin embargo, su propuesta no es distributiva sino productiva y competitiva, se puede leer como un camino para salir del estancamiento, tiene una pretensión de cambio que en los cuatro años que ejerció el poder solo pudo cumplir muy limitadamente. Pero aun así la apertura al mundo, la exportación, la infraestructura, el equilibrio fiscal, la libertad, son una tenue luz del cambio estructural que no deberíamos despreciar y menos desperdiciar. Mientras la opinión independiente necesita la aparición de un líder y una propuesta que la encolumne, el peronismo naturalmente es gregario. Solo cuando se divide, situación que provocó Cristina en las elecciones del 2015, es vulnerable siempre que el sector de opinión independiente se alinee tras de un líder coyuntural. En las PASO, el peronismo se encolumnó tras una fórmula que incluye la línea dura del kirchnerismo y se abre a una línea más histórica y moderada, que imaginamos encarnada en Alberto Fernández. Hay mucho por pulir, pero es el tren peronista que vuelve a tocar pito y nadie quiso quedarse en la estación cuando se intuyó el triunfo, que a la postre resultó enorme. Por fin el último segmento del orden del 20%, mantiene su indecisión hasta las elecciones y es el que ante opciones importantes, las define. El peronismo alineado y una porción importante del 20% apuntado muy enojado con la economía de Macri, puede explicar la contundente derrota de Cambiemos en las paso. Lo sorprendente de estas paso ha sido la divergencia entre los resultados arrasadores del FF y las previsiones con grandes desviaciones de todas las encuestadoras. Objetivamente el pueblo no se equivocó de voto. Pero cuando respondió a los encuestadores tuvo algún motivo para no responderles su verdadera intención de voto. Es allí donde hay que buscar la explicación. Precisamente los últimos grandes fiascos de las encuestadoras del mundo en general, se han producido desde un voto castigo, es decir un voto que abandona su posición anterior. Parecería que confesar ese voto coloca al ciudadano en una posición de "traición" a su línea de opinión anterior por lo que ese voto tiene connotaciones de vergonzante y como tal es ocultado por quienes asumen esa posición. Pareciera que cuando el voto es pro positivo, las encuestadoras son bastante acertadas en sus pronósticos, en cambio, cuando una sociedad apela al voto castigo o anti-sistema a las encuestadoras les resulta muy difícil explicar las desviaciones de sus previsiones.

 

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