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Pugnas de poder, temor y muerte en “Insecticidios”, del colectivo 2.0

Diez artistas exponen su visión sobre la relación insecto y hombre en esculturas y pinturas. La muestra podrá visitarse todo este mes en la Galería de Arte A (España 785), abierta de 18 a 22. 
Viernes, 13 de septiembre de 2019 19:50

El colectivo artístico 2.0 está exponiendo en la Galería de Arte A (España 785) “Insecticidios”. La muestra puede visitarse, de 18 a 22, hasta fin de mes y de manera gratuita. 
Los integrantes de 2.0, Luis Colque, Sergio Díaz, Emanuel Dondiz, Juan Flores, Jorge González, Luis Guerrero, Pablo Manríquez, Esteban Quiroga, Pablo Salva y Javier Torres, consensuaron la temática y empezaron a trabajar en sus presentaciones desde hace ocho meses. “Los insectos nos remitían a la infancia, a esa curiosidad de ir a agarrar uno y colocarlo en un frasco, observar el camino de las hormigas o lo atrayente de los colores que usan como mecanismo de defensa cuando se sienten amenazados por un peligro”, comentó Emanuel Dondiz (29). En la exposición, compuesta de esculturas, pinturas y montajes, se percibe que los insectos, además de ser objetos de nuestras pulsiones de temor y muerte, también encarnan la puja del poder entre lo gigante y lo pequeño que deben convivir involuntariamente. 

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El colectivo artístico 2.0 está exponiendo en la Galería de Arte A (España 785) “Insecticidios”. La muestra puede visitarse, de 18 a 22, hasta fin de mes y de manera gratuita. 
Los integrantes de 2.0, Luis Colque, Sergio Díaz, Emanuel Dondiz, Juan Flores, Jorge González, Luis Guerrero, Pablo Manríquez, Esteban Quiroga, Pablo Salva y Javier Torres, consensuaron la temática y empezaron a trabajar en sus presentaciones desde hace ocho meses. “Los insectos nos remitían a la infancia, a esa curiosidad de ir a agarrar uno y colocarlo en un frasco, observar el camino de las hormigas o lo atrayente de los colores que usan como mecanismo de defensa cuando se sienten amenazados por un peligro”, comentó Emanuel Dondiz (29). En la exposición, compuesta de esculturas, pinturas y montajes, se percibe que los insectos, además de ser objetos de nuestras pulsiones de temor y muerte, también encarnan la puja del poder entre lo gigante y lo pequeño que deben convivir involuntariamente. 


“Los insectos constituyen el 70% de los seres vivos de la población mundial y nosotros somos de alguna manera los visitantes en este planeta, porque ellos son la especie dominante. Ellos tienen muchas connotaciones simbólicas para el arte desde su morfología y comportamiento”, describió Dondiz, profesor del Profesorado de Arte en Artes Visuales de la Escuela Provincial Tomás Cabrera. Sus esculturas, “Marabunta tercerizada” y “Adoración del derrame”, modeladas en masilla epóxica y con talla en yeso, dialogan entre sí. “El nexo es una crítica a la teoría del derrame y al crecimiento de la tercerización de los servicios. Mi idea era ironizar con estos insectos, humanizarlos de alguna manera y llevarlos a contextos nuestros”, sintetizó. En “Adoración al derrame” una cúpula transparente opera como elemento de exclusión de dos escarabajos suplicantes ante otro encumbrado. En la otra escultura hormigas obreras devoran una antología literaria de escritores argentinos. “Ellas ironizan la labor del artista, que tiene que hacer muchas cosas a pulmón y está tercerizado en la cultura, aunque es la figura fundamental que va carcomiendo y desarmando todo”, apuntó Dondiz. 

De "mímesis"
Juan Carlos Flores (31) se inició en los talleres libres de la Tomás Cabrera y luego cursó la Tecnicatura de Historieta y Caricatura en el Centro Polivalente de Arte. Es docente en el nivel terciario y trabaja para Criminalística en el área de elaboración de identikits. Dijo que para sus pinturas se basó en la imitación de uno a otro y la representación de la anomalía. En una creó un insectario de cucarachas en tonos fríos, perfectamente alineadas y con iguales ánimo y posición, salvo una, en colores tierra, patas arriba y que interpela al espectador con su disidencia. A la obra la sobrevuela la destrucción, la aniquilación y la ruina de la individualidad, del pensamiento crítico, de la sublevación. “No sabemos si la cucaracha que no está teñida de azul está dada vuelta o a punto de morir, pero me rondaban esas ideas. Por eso no le puse título, porque quería que dispare diversos sentidos”, definió.
La escultura de Luis Colque (30) está trabajada con hilo encerado, hilo de algodón y alambre galvanizado. La estructura se proyecta hacia abajo formando un dibujo y enfrenta unos coyuyos planos en tinta, que bien podrían haber salido del test de Rorschach. Un código QR envía al espectador a un video que complementa el mensaje. En imágenes recortadas se entremezclan las voces de reclamo de la comunidad wichi de Puntana por “respeto y libertad” con el sonido monótono y estridente que los coyuyos machos producen con el abdomen. 

Con aroma a "milagro"
Jorge González (31) es estudiante en el Profesorado de Arte en Artes Visuales de la Escuela Provincial Tomás Cabrera. Tiene trayectoria como técnico, montajista, conservador y escenógrafo de instituciones como el Teatro Provincial, la Casa de Leguizamón y el Museo Casa de Arias Rengel. Para él la experiencia con las áreas pictórica y escénica son un diálogo abierto que se va produciendo entre quien genera y quien mira. Por ello las piezas que elaboró son participativas. Montó dos santuarios individuales. En uno sobre una base blonda para torta, que al ojo del espectador le oficia de macrocosmos o de microcosmos como un mandala, yace una mosca crucificada con la cabeza coronada por una aureola. A sus pies, claveles rojos semejan la base ornamentada del Señor del Milagro. En el segundo retrató a un personaje antropomorfo -mosca y hombre- ataviado de financista y rodeado de otras moscas, origamis hechos en dólares que con su posición asumen la función de reflectores de la figura principal. A este alguien le dejó piadosamente claveles en dos floreros. También hay una vela derretida en un plato, que el visitante puede imaginar al compás de una oración murmurada. “Mi intención era trabajar con la iconografía sacra para desacralizar la palabra mosca, que en el lunfardo denomina a la moneda corriente. Septiembre es en Salta un mes importante para la comunidad cristiana, de la que yo deserté porque soy ateo, pero a la que conozco mucho por mis raíces familiares”, describió Jorge. “Hoy me echaron. I need trabajo”, “Que el alma de mi madre descanse en paz”, “San Mosca, ayudame con la defensa de la tesis”, “Aborto legal para no morir”. Cada frase realza cuán evidente se vuelve que el enfoque está en el que venera y no en el venerado. Pero aquí aunque nadie les objetará la ofensa del refrán mexicano “Quien no conoce a Dios a cualquier santo le reza”, aunque tampoco se puede soslayar aquella idea nietzscheana de que “Dios ha muerto”, según la cual Dios es un refugio para los que no pueden aceptar la vida. O los postulados marxistas, para los que el universo religioso da un consuelo a los hombres de la miseria y sufrimiento existentes en el mundo, o es “un instrumento de la clase dominante para el mejor control de la clase dominada”. 
“La idea era que la gente les pusiera peticiones por la crítica situación económica que estamos pasando, pero nacieron otras”, resumió con sorpresa González. 

La pesadilla más temida
Pablo Salva (33) es percusionista, bailarín de malambo norteño y sureño, y se desarrolla en dibujo, escultura y pintura. Denominó “La serie de dioses” a una escultura compuesta de madera y goma espuma, y recubierta por aserrín. La cabeza de un escarabajo tigre, especie respetada por sus voraces hábitos depredadores, pero también por la altísima velocidad que puede alcanzar, es vista con inquietud por humanos ínfimos. La pátina arenosa tiene reminiscencias de las colosales construcciones del Egipto faraónico y de aquellas teorías de alienígenas insectoides que se volvieron dioses ante el temor humano. Salva trabajó la inversión de roles. “Nos estoy representando a nosotros como insectos y a ellos como dioses. Estamos ejerciendo mucha maldad contra la naturaleza. Por eso, ella puede levantarse contra nosotros y ser nosotros los insectos a partir de ahora”, reflexionó, al punto que reconoció que al ver a los insectos a ciertas escalas se atemoriza. Ese juego de mutación que obsesionó a Franz Kafka en “La metamorfosis” de su Gregorio Samsa en cucaracha o a David Cronenberg en el filme de culto “La mosca”, despliega sus alas sobre toda la muestra y no abandona en ningún momento al visitante, que sumido en un influjo bien podría decir como Seth Brindle: “Soy un insecto que soñó que era hombre y le fascinó, pero el sueño terminó y el insecto ha despertado”. 

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