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¿Qué son los acuerdos sociales? Se denominan acuerdos sociales, o políticas de ingresos, a las políticas públicas que buscan consensos, principalmente entre los empresarios y sindicatos, para procurar disminuir la tasa de inflación en las economías en las que esta se dispara por encima de los reducidos estándares internacionales.
Estos consensos buscan que los participantes, a través de la firma de actas de acuerdos, se comprometan a mantener sus precios y salarios, lo que, en principio, lograría que la tasa de inflación se reduzca sustancialmente a poco de firmados estos compromisos.
¿Han dado resultado los acuerdos sociales? En general, los acuerdos de precios y salarios no han dado resultados positivos, aunque hay ejemplos en que sí, como el caso de Israel, pero en esta economía esos acuerdos se vieron acompañados de otras medidas de tipo monetario, fiscal y de comercio exterior que ayudaron a que dieran resultado, o, si se prefiere, el éxito en el abatimiento de la inflación no se dio, o no se dio solamente, por los acuerdos de precios y salarios, sino por el conjunto de medidas antiinflacionarias que tomó el gobierno de ese país en su momento.
La teoría de los juegos
¿Por qué fracasan los acuerdos de precios y salarios?.
En la Argentina, los acuerdos de precios fracasaron en todas las oportunidades en que se practicaron, como es obvio si se tiene en cuenta la elevada inflación que padece nuestra economía, lo que lleva a la pregunta de por qué no tienen éxito este tipo de acuerdos, y la respuesta se encuentra en una rama de las Matemáticas conocida como Teoría de los Juegos, popularizada en la conocida película "Una Mente Brillante". La idea básica es que, si bien los mecanismos de cooperación darían, en principio, los mejores resultados, los participantes del "juego" creen que, apartándose de él siempre y cuando el otro siga respetando los acuerdos- conseguirán todavía mejores logros. Por supuesto, esta feliz idea también se le ocurre a los que deberían mantenerse dentro del acuerdo, con el resultado de que al poco tiempo todos lo han vulnerado y, en el caso concreto de la inflación, ésta retoma su ritmo habitual e incluso incrementado.
En el caso específico de los empresarios y sindicatos, en algunas empresas, los gremios de trabajadores respectivos advierten que la empresa "se quedó corta", o bien "puede" mejorar los salarios "sin que nadie se entere", y si la capacidad de los sindicatos lo permite, las empresas terminan por ceder, con el resultado de que éstas les comunican a aquellas otras que compran sus productos que: "lamentablemente hemos tenido que elevar nuestros precios" y estas últimas, si no tienen productos sustitutos, tienen que aceptar los nuevos precios, situación que las obliga a modificar los propios, con el imaginable resultado final de que todos los precios terminan aumentando, luego los salarios, y así la inflación reaparece.
Adicionalmente, al momento de los acuerdos, algunas empresas no han podido elevar sus precios en la medida deseada, con el resultado de que sus márgenes se han quedado por debajo del pretendido, lo que las lleva, si el mercado se lo permite especialmente de unas empresas a otras- también a elevar sus precios "sin que nadie se entere" con el mismo resultado final del fracaso de los acuerdos y el retorno de la inflación.
En la misma línea, el congelamiento de las tarifas no puede mantenerse indefinidamente, y si llega a su fin, los aumentos se trasladan a las empresas y al consumo, lo que obliga nuevamente a elevar precios y salarios como en los ejemplos anteriores, y ni hablar si aumenta el dólar.
¿Cuál es la solución?
Sin perjuicio de la cuota de responsabilidad que posee el déficit fiscal en la inflación al crear poder de compra adicional por la brecha entre ingresos y egresos fiscales que el estado debe financiar, brecha que presiona los precios de los bienes al alza al modo de una subasta, claramente los precios aumentan simplemente porque quien los forma puede elevarlos. Por lo tanto, si quienes pueden subir precios son privados del poder de hacerlo, o cuanto menos, les resulta más difícil manipularlos, entonces los precios no podrán subir con la misma impunidad con que lo hacen en las economías inflacionarias.
Conforme lo anterior, junto con una férrea disciplina fiscal que procure reducir todo lo más posible la brecha de ingresos y egresos del fisco, también deben tomarse medidas para disminuir el poder monopólico de las empresas y sindicatos, lo que se logra sencillamente con mayor competencia interna e internacional, por el lado de los precios, y de una reforma laboral que descentralice el poder sindical en términos sectoriales y regionales, procurando que los salarios se pacten libremente entre empresas y trabajadores con los resguardos legales del Ministerio de Trabajo.
La competencia interna se consigue con mayores inversiones, lo que sugiere que debería conformarse una política que aliente, a través de créditos y alivios fiscales transitorios, la creación de empresas en los sectores más concentrados.
La competencia internacional se consigue reduciendo aranceles y eliminando prohibiciones a la importación, de manera que la inversión externa complemente a la local, con el resultado final de una mayor oferta de bienes.
Las medidas complementarias
Claramente, hay un extenso campo de temas para abordar y que son funcionales al abatimiento de la inflación, tales como el desarrollo de la infraestructura vial, férrea, portuaria, fluvial y aérea, con especial énfasis en terminar con el monopolio de las compañías estatales y sus sindicatos, lo mismo que el mejoramiento de las comunicaciones, de la bancarización y, último pero no menos importante, el perfeccionamiento de la política en aspectos como el federalismo y, dentro de las provincias, los sistemas electorales que permiten la eternización de intendentes y gobernadores, lo mismo que legisladores.
En resumen, los acuerdos de precios y salarios pueden ser un instrumento útil. Sin embargo, es claro que todos somos “buenos” cuando nos imponemos serlo, pero mejor aún, cuando no podemos evitarlo.
En otras palabras, los vehículos se desplazan aceptablemente bien cuando sus conductores son responsables.
Sin embargo, los trenes, con la restricción que le imponen las vías y con una adecuada sincronización, lo hacen todavía mejor, al no poder desviarse precisamente de la ruta que sus vías le imponen.
En el caso de las empresas y los sindicatos, si la competencia les impide justamente abusar de posiciones concentradas, tanto mejor y tanto más difícil elevar unilateralmente sus precios, debiendo acostumbrarnos los argentinos a que no podemos producir de todo, sino sólo aquello para lo que somos más capaces, tal cual lo hacen todas las economías del mundo.
El mensaje final es, entonces, que los organismos funcionan mejor cuando disponen de cierta redundancia aparente, que en el caso de las economías que luchan contra la inflación consiste en atacar todas sus posibles causas que incluyen aristas fiscales, monetarias y las características concentradas en la formación de precios y salarios.
Después de todo, los humanos disponemos de dos manos, pies y ojos, aunque, ante una buena comida, muchos de nosotros desearíamos tal vez un estómago extra.