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Historias de condenas, rugby y reinserción social 

Yamil y Gabriel se aferraron al deporte cuando cumplían sus penas en cárceles salteñas. Con el apoyo de la Fundación Espartanos hoy tienen empleos fijos.
Martes, 08 de diciembre de 2020 01:44

A Yamil lo condenaron a cinco años de prisión, a Gustavo a ocho. Perdieron la libertad, eso que el ser humano tiene como un bien preciado. Se debieron acostumbrar a una celda, horarios y a mantenerse ocupados la mayoría del tiempo para que el encierro no les “coma la cabeza”. El mundo de la cárcel puede convertirse en un infierno por la violencia que se vive, pero en su camino hacia recuperar la libertad encontraron varios elementos que les ayudaron a reinsertarse socialmente. Uno de ellos fue el rugby.
Antes de rendirse a la violencia Yamil Wardi y Gabriel Delgado decidieron ir por otro camino. Tomaron todas las herramientas que el sistema penitenciario les ofreció para volver a ser libres. El rugby se presentó como una opción más y la aceptaron. De la mano de la Fundación Espartanos se volcaron al rugby, aprendieron las reglas de juego y tomaron los buenos principios que distinguen al juego. 
Hoy los “valores” del rugby están en duda. Hay una dura condena social sobre hechos que el rugby mismo está haciendo una autocrítica. Pero dentro del deporte también hay situaciones positivas como las experiencias que vivieron Yamil y Gabriel que destacan como necesarias para reencausar sus vidas y volver a reinsertarse socialmente.
“Cuando estás privado de la libertad se complica todo. Uno pierde las esperanzas, la noción del tiempo. Uno se estanca ahí adentro. Si no aprovechas las herramientas, salís peor de lo que entraste. Desde un principio yo sabía que era culpable y pagué mi pena. Desde el día uno reflexioné sobre la vida que quería llevar”, contó Yamil, que fue condenado a 5 años y dos meses de prisión por una causa ligada a la venta de estupefacientes y cumplió su condena en el Instituto Penitenciario Federal de Cerrillos.

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A Yamil lo condenaron a cinco años de prisión, a Gustavo a ocho. Perdieron la libertad, eso que el ser humano tiene como un bien preciado. Se debieron acostumbrar a una celda, horarios y a mantenerse ocupados la mayoría del tiempo para que el encierro no les “coma la cabeza”. El mundo de la cárcel puede convertirse en un infierno por la violencia que se vive, pero en su camino hacia recuperar la libertad encontraron varios elementos que les ayudaron a reinsertarse socialmente. Uno de ellos fue el rugby.
Antes de rendirse a la violencia Yamil Wardi y Gabriel Delgado decidieron ir por otro camino. Tomaron todas las herramientas que el sistema penitenciario les ofreció para volver a ser libres. El rugby se presentó como una opción más y la aceptaron. De la mano de la Fundación Espartanos se volcaron al rugby, aprendieron las reglas de juego y tomaron los buenos principios que distinguen al juego. 
Hoy los “valores” del rugby están en duda. Hay una dura condena social sobre hechos que el rugby mismo está haciendo una autocrítica. Pero dentro del deporte también hay situaciones positivas como las experiencias que vivieron Yamil y Gabriel que destacan como necesarias para reencausar sus vidas y volver a reinsertarse socialmente.
“Cuando estás privado de la libertad se complica todo. Uno pierde las esperanzas, la noción del tiempo. Uno se estanca ahí adentro. Si no aprovechas las herramientas, salís peor de lo que entraste. Desde un principio yo sabía que era culpable y pagué mi pena. Desde el día uno reflexioné sobre la vida que quería llevar”, contó Yamil, que fue condenado a 5 años y dos meses de prisión por una causa ligada a la venta de estupefacientes y cumplió su condena en el Instituto Penitenciario Federal de Cerrillos.


En 2015 comenzó a purgar su pena y ese mismo año se produce el ingreso de la Fundación Espartanos a la cárcel federal. La Fundación comenzó a trabajar primero en Buenos Aires con el objetivo de fomentar la educación de las personas privadas de libertad para transformarlas en personas empleables. El movimiento luego se expandió a distintos cárceles del país, instalándose en Salta en los centros de detención de Cerrillos, General Güemes y Villa Las Rosas en Capital. 
Yamil había jugado al rugby entre los 9 y 10 años. En la cárcel se volvió a encontrar con la ovalada. “La Fundación Espartanos comenzó a enseñar rugby en las cárceles. Gente de distintos clubes de Salta llevaron este programa. Tuve la suerte de conocer a estas personas y comenzar a hacer este deporte tan lindo”, relató Yamil. 
En la cárcel también terminó sus estudios secundarios, inició una carrera terciaria, se volcó a la religión, compitió en olimpíadas de historia a nivel nacional, mantuvo la buena conducta y la suma de todo eso lo benefició con la libertad en 2018. Actualmente juega al rugby en Tigres RC y tiene un empleo fijo en una estación de servicio del centro salteño. Esa oportunidad laboral llegó gracias a las recomendaciones hechas por los colaboradores salteños de Espartanos. 
“El rugby es un muy lindo deporte, pero por sobre todas las cosas me gusta el ambiente, el compañerismo. Nunca encontré eso en cualquier otro tipo de deporte o de ámbito sociable que hay yo cursado en mi vida. En el rugby encuentro una contención y una gran familia”, señaló Wardi. 
Por su parte, Gabriel cumplió su condena en la Unidad Carcelaria Nº1 de Villa Las Rosas. Lo sentenciaron a ocho años de cárcel por un homicidio simple, pero a los cinco años recuperó su libertad. Primero pasó por el sistema de semilibertad: a las 8 salía de la cárcel a trabajar y estar con su familia y a las 18 regresaba para pasar la noche. Luego recibió la libertad condicional.
“Cuando estuve adentro lo único que pensé es que tenía que salir adelante, que tenía una vida. Me metí al rugby, yo nunca lo había jugado. Con el rugby aprendí muchísimas más cosas que el fútbol no me dio (jugaba en Central Norte). Valores, más respeto, a jugar en equipo, siempre estar del lado del compañero. Eso me ayudó muchísimo por que me sacaba del encierro”, contó “Sacha”, como le gusta que lo llamen. 
Hoy no está ligado al rugby, juega en Boroquímica de Campo Quijano, también tiene un empleo en un local gastronómico al que llegó referenciado por la Fundación Espartanos.
“Para nosotros era algo único que vengan y nos enseñen a jugar al rugby sin recibir nada a cambio. Era lo mejor. Me cambió muchísimo el rugby a mi”, expresó Gabriel. 
En la cárcel de Villa Las Rosas nació el equipo Los Infernales, todos jugadores privados de su libertad que pudieron en su desarrollo jugar partidos contra clubes de nuestra ciudad como Universitario, Gimnasia y Tiro y Jockey Club. Desde su puesto de fullback, Gabriel cuenta que le pudo marcar un try a cada uno de esos equipos. 
Yamil y Gabriel se aferraron al rugby en sus años de cárcel. Fue la segunda oportunidad que necesitaban para volver a ser libres. 
 

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