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Wichis reclaman bolsones con alimentos para todos

Aniceto Mendoza, subsecretario de políticas sociales del municipio de Santa Victoria Este, dijo que “unos reciben comida y otros se quedan mirando”.
Domingo, 16 de febrero de 2020 00:47

Si la decisión política nacional y provincial es que el futuro de los wichis dé un giro histórico, este mensaje tiene que llegar. Hay 160 mil módulos alimentarios para repartir en toda Salta a los más vulnerables desde lo nutricional. Son 40 mil módulos por mes durante cuatro meses que deben llegar a los más hambrientos del norte y de la Puna salteña. A esa cantidad, merced a la emergencia sociosanitaria del Chaco salteño, se sumaron 20 mil módulos para esta región wichi especialmente diseñados desde lo nutricional para cubrir necesidades alimentarias. 

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Si la decisión política nacional y provincial es que el futuro de los wichis dé un giro histórico, este mensaje tiene que llegar. Hay 160 mil módulos alimentarios para repartir en toda Salta a los más vulnerables desde lo nutricional. Son 40 mil módulos por mes durante cuatro meses que deben llegar a los más hambrientos del norte y de la Puna salteña. A esa cantidad, merced a la emergencia sociosanitaria del Chaco salteño, se sumaron 20 mil módulos para esta región wichi especialmente diseñados desde lo nutricional para cubrir necesidades alimentarias. 

Se entregan dos módulos para familias con más de un hijo; un módulo para embarazadas a partir de tres meses y un módulo para familias con hijos con alguna discapacidad sin importar edad. Y todo esto está bien, pero el problema es que en el Chaco salteño todos tienen hambre. Entonces. cuando llegan los módulos y se entregan por listas de acuerdo a un arduo relevamiento realizado (pero que termina siendo injusto) unos reciben la comida y otros se quedan mirando. Todos necesitan el bolsón alimentario. Lo dijo en el programa de radio que conduce Daniel Pereira, ayer, Aniceto Mendoza, el wichi que es subsecretario de políticas sociales del municipio de Santa Victoria Este: “Nos atemoriza mucho la crecida del Pilcomayo, que es un fantasma que tenemos en la zona y que se suma a la angustia que vivimos con la muerte de nuestros niños y también ancianos y mujeres más vulnerables.

Hay cosas buenas como un refuerzo en la atención de salud en la zona, pero no es muy concreta todavía la ayuda para combatir el hambre de todos los wichis de las comunidades de Santa Victoria Este. Se habla de una contención sociosanitaria para la zona y la verdad que le vamos a creer al gobernador, el doctor Gustavo Sáenz que se lo ve muy atento a nuestro drama y trabajando en la zona también, pero hay algo fundamental que está fuera de la movida de salud zona por zona que estan haciendo, y que es el reparto de la comida, del alimento”. 

Mendoza agregó: “Yo, como subsecretario de Políticas Sociales de la Municipalidad de Santa Victoria Este, que venimos trabajando con el intendente Nerón y su gabinete, tengo que decir que las promesas que hicieron desde Nación, de brindar alimentos a todos, no se están cumpliendo. El alimento es lo más importante para nuestra gente. Si es que mandaron, no recibimos los alimentos. Lo que está llegando son módulos que les llaman focalizados que es para una lista específica de niños con riesgo nutricional, pero no tenemos un número de personas en riesgo siquiera de toda la zona que es muy extensa. O sea, están mandando alimento para algunas familias nomás, las mismas que antes recibían y acá todos esperan comida porque hay hambre. Unos reciben y otros miran. Los que están anotados reciben alimentos y los que no están en la lista no reciben y desde la Municipalidad no tenemos recursos para cubrir las necesidades de los que se quedan con las manos vacías y tienen necesidad porque acá el hambre es generalizado. Esperamos que reciban este reclamo las autoridades de arriba, las que toman decisiones para que sea más justo el reparto. Hay gente que está peor, pero todos están mal. Es una emergencia alimentaria generalizada la que sufrimos en el Chaco salteño”.

Y expresó: “Quiero transmitir esta necesidad, acá todos necesitan comida, todos son pobres. Se contiene una parte con los bolsones focalizados, pero la otra gran parte, más del 70%, se queda con las manos vacías. Hay que decir que han entregado agua mineral y eso es muy bueno para nuestra gente. Pero no es suficiente porque falta el alimento, qué masticar. Estoy seguro de que el gobernador Gustavo Sáenz va a encaminar las cosas como corresponde, porque es sabio y no está escondiendo la verdad”.

“No nos conocen”

Aniceto Mendoza recordó cuando en la última inundación del Pilcomayo, a una comunidad aislada le tiraron bolsones desde un helicóptero. “Piensan que los indígenas merecemos ese trato, pero para conocernos hay que estudiar un poco. Nos dicen vagos, pero yo les digo que sabemos trabajar. Yo soy artesano, docente bilingüe, escritor y ahora funcionario municipal, los wichis hacemos un montón de cosas bonitas. Sobrevivimos con la sabiduría que aprendimos para vencer tanta adversidad, tanta exclusión. No se trata de que nos tiren una pala y semillas por la cabeza porque nosotros tenemos un pensamiento al respecto: otros se quedan con la fortuna y con la tierra, y nosotros con la pala. Pensamos que no debe ser así”. 

Disciplinados y civilizados

Opinión por Sonia Álvarez Leguizamón (Socióloga y antropóloga)

Todos los años mueren niños wichis en Salta, por diferentes razones: desnutrición, deshidratación, falta de ambulancias, falta de agua, etc. Algunos lo llaman el “lento genocidio wichi”, otros hablan de ecocidio (asociado a la brutal tasa de deforestación). Estas últimas semanas murieron 7 niños y una mujer, además de haber cientos de niños en estado crítico. Los caciques y la gente denuncian la falta de agua potable y de alimentos, el corrimiento de sus tierras ancestrales, debido a la expansión de la soja transgénica y el uso de glifosato. La escasez de comida se debe fundamentalmente a que han perdido la posibilidad de acceder a la tierra y a los frutos del bosque, debido a la deforestación para el cultivo de soja. Este año, además de plantear todas estas cuestiones, un médico denuncia la falta de infraestructura médica, servicios sanitarios básicos, pocos médicos. Podríamos decir que no está funcionando tampoco la atención primaria de la salud que detecta las situaciones críticas y deriva a los centros de mayor complejidad. La situación es la misma desde hace muchos años y ningún gobierno le ha dado una repuesta de fondo al problema. Esta atrocidad e inhumanidad nos coloca en el centro de las noticias nacionales y a veces internacionales. Hace unos días vino el nuevo ministro de Desarrollo Social de la Nación y reconoció que el problema era la falta de agua potable, el acceso a servicios de salud y alimentos. En el acto donde se firmaban acuerdos con la provincia, vinculados con el acceso al agua en la zona, el gobernador dijo que “venimos a traer agua segura” (¿que habrá querido decir con eso?).

En su momento, cuando sucedieron casos similares el gobernador de ese entonces, Juan Manuel Urtubey dijo que la causa de la desnutrición y las muertes por hambre eran culturales. Yo había visto en el Hospital de niños, hace unos años, a mujeres wichis cuidar a sus hijos enfermos con tanto cariño, que me pareció algo inconcebible de parte de un gobernante, echarle la culpa a la víctima y de paso lavarse las manos, en lo que hace a la responsabilidad social que le cabe. En ese entonces escribí un artículo sobre el tema y demostré que con respecto a la explicación del hambre en la cultura Wichi, los discursos gubernamentales locales, del presente y del largo tiempo (durante el siglo XX y parte del XXI), lo explican como producto de sus hábitos culturales considerados inferiores, atrasados, arcaicos, no modernos, a partir de un racismo anti indígena particular neocolonial que reproduce la pobreza y la exclusión. Observé cómo, en el largo tiempo, las respuestas gubernamentales no actúan sobre los procesos coyunturales e históricos estructurales que producen el hambre, ni tampoco sobre los perpetradores, al contrario, en la mayoría de los casos, apoyan y promueven políticas que lo producen, como la expansión de la soja, o defienden a los dueños de las tierras que los acorralan y le quitan la tierra y el acceso al agua.

Cuando mueren los niños, se despliegan renovados dispositivos disciplinarios y “civilizatorios”. Por ejemplo se dice, que hay que enseñarles a comer, a higienizarse, a cuidar a sus hijos, que el problema es el alcoholismo y el abandono, etc. La muerte por hambre o deshidratación, se podría erradicar -según estos discursos- a partir de la educación. Es en las propias víctimas en las que se corporiza el problema de la falta de medios de subsistencia (trabajo, acceso a alimentos, protección social para vivir, etc.). 

Se naturaliza así una visión del mundo que reafirma la superioridad del que diagnostica por sobre “la cultura” del otro, en este caso “el indio”, que “deja morir”: Argumentación que justifica los dispositivos de intervención social disciplinatorios para “educarlos” e “integrarlos”.

La muerte por hambre o deshidratación en esta zona no es nueva, pero se ha visto agudizada por los procesos intensos de expropiación brutal de medios de subsistencia básicos para la vida que brindaba el bosque y el agua. Considero, como Josué de Castro, que las zonas de hambre endémica son una muestra de las relaciones de expropiación de riqueza y de medios de subsistencia neocoloniales persistentes y bru tales.

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