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Para la profesora de la memoria, la historia es un terreno en donde se lucha

Mercedes Arias, una historia de vida y superación con el estudio.
Domingo, 09 de febrero de 2020 00:48

Mercedes Arias es la profesora de la Memoria. Es parte de una generación que nació durante la última dictadura cívica y militar y que fue creciendo develando los años de plomo con las pocas herramientas que había. Los asesinatos, las desapariciones forzadas, los robos de bebés, las torturas y las violaciones en los centros clandestinos, como parte del plan sistemático del Estado, fueron apareciendo tras el retorno a la democracia paulatinamente.

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Mercedes Arias es la profesora de la Memoria. Es parte de una generación que nació durante la última dictadura cívica y militar y que fue creciendo develando los años de plomo con las pocas herramientas que había. Los asesinatos, las desapariciones forzadas, los robos de bebés, las torturas y las violaciones en los centros clandestinos, como parte del plan sistemático del Estado, fueron apareciendo tras el retorno a la democracia paulatinamente.

Entonces esa historia reciente se convirtió en un terreno de una lucha incansable por los significados por aquellos defensores del terrorismo de Estado que están ocultos, pero que cada tanto reaparecen y plantean una discusión arcaica. En ese terreno de disputas está Mercedes Arias como una trabajadora de la Educación por la Memoria.

¿Cómo llegó ahí? Ella misma se va dando cuenta de cómo llega en el relato de su vida. Es una historia inacabada que se va escribiendo con el devenir.

Su familia estuvo signada por un padre que lo dominaba todo. Cuando Mercedes tenía siete años, su padre puso una verdulería en la casa familiar que habitaban en Villa Esmeralda.

El comercio era atendido por su mamá Mabel, por Mercedes y por su hermano menor Juan Pablo. Son tres hermanos, pero Gonzalo es mucho más chico. Las historias de hermanos inseparables se cuentan con Juan Pablo porque tienen un año de diferencia. En esa verdulería de la casa fue que Mercedes comenzó a trabajar.

A los 16 años, siendo niña, ya era una trabajadora con muchos años de antigedad. Junto a su hermano los mandaron a limpiar autos en el aeropuerto Martín Miguel de Gemes.

"Yo me vestía como changuito, como mi hermano y juntos lavábamos autos. Estoy hablando del tiempo en que no estaba privatizado el estacionamiento del aeropuerto. Recuerdo que un día la vi a María Kodama, ella me miró extrañada porque era una nena con ropa de varón, y me dio cinco pesos de propina. Era una fortuna, aunque todo el dinero que obteníamos era para mantener los gastos de la casa", dijo la profesora.

Se daba tiempo para cursar el secundario en el Colegio Nacional y trabajar. Vendía medias y otras prendas puerta a puerta, vendía libros; siempre con Juan Pablo.

En el colegio fue siempre protagonista en el Centro de Estudiante. Desde chica vio a la educación como un camino de liberación. Vio que en sus familias materna y paterna no había personas con título y comenzó a procesar el sendero que comenzaría a transitar.

"Me acuerdo de cuando tenía 13 años una compañera me invitó a su casa y yo miraba todos los libros que había, yo estaba maravillada. Teníamos que ver La Noche de los Lápices que alquilamos en un video club. Esa película me movilizó, me llenó de emociones y me cambió la cabeza definitivamente. Tanto que la familia de mi compañera me prestó el Nunca Más, de la Conadep. Ese fue mi primer libro. Aunque debo decir que no lo pude leer completo porque es muy fuerte y yo era muy niña. Sin embargo me abrió el interés por seguir leyendo", dijo.

Terminó el secundario en medio de la crisis social y económica del 2001 ofreciendo libros que nadie podía comprar.

Quiso rendir materias libres de Abogacía, le fue bien, pero Tucumán era una ciudad imposible para ella porque nadie le solventaba la inversión de estudiar en la universidad.

Empezó a trabajar en el mercado San Miguel ofreciendo pizzas y luego fue moza. Luego pasó a otros puestos vendiendo artesanías, especias, yuyos, coca y volvió a la gastronomía siendo cocinera. También fue sanguchera en Villa Esmeralda. Solventar los gastos de su casa familiar siempre fue el objetivo. Hasta que se dieron cuenta.

Con su hermano sabían que la única salida a ese círculo vicioso que era trabajar para mantener los gastos de otros era estudiar alguna carrera terciaria y encontrar un trabajo para un ingreso propio y seguro.

Mercedes y Juan Pablo comenzaron a pensar.

Debía ser una carrera de un punto medio entre las pretensiones. Además debía ser pública, sin muchos gastos y debían cursar los dos juntos bien parejos. No podían darse el lujo de comprar dos juegos de fotocopias. Compartían todo. Y se decidieron por Historia, en el Instituto Superior del Profesorado de Salta, institución ubicada en Entre Ríos y Siria.

Entonces vendían lo que podían durante el día, hacían dedo a la tarde y se mataban estudiando de noche.

Así llegaron a ser, bien juntitos, profesores de Historia en 2007.

"Fueron tiempos muy difíciles; nos costó mucho llegar. En el último año vendíamos ropa pero no ganábamos nada. Yo quiero agradecer públicamente a la profesora Lucrecia Coscio que siempre nos apoyó. Sus palabras y sus acciones siempre fueron una guía, nos hizo abrir los ojos en cuestiones que se naturalizan y nos mostró otro camino", recordó emocionada.

Allí conoció al padre de sus dos niños varones. Junto al también profesor de Historia tuvieron a Nehuén y Camilo.

Con el cartón en la mano comenzaron a dar clases particulares, de apoyo. Avanzaron por el Plan Fines y luego ella ingresó al Inti, que es un colegio secundario cooperativo.

En el 2014 llegó a la vicedirección y su impronta en la gestión fue la de profundizar en temas vinculados a pueblos originarios y a Memoria, Verdad y Justicia.

En 2018 ingresó a cubrir una suplencia en el Colegio 5050 de Vaqueros. Ese cargo, esas horas, con esos estudiantes cambiarían definitivamente la vida de Mercedes.

Trabajo en Vaqueros

A principios de 2019, Mercedes Arias comenzó a trabajar con gente de las organizaciones de DDHH de Salta en la Red de Docentes por la Memoria. Para los actos por el 24 de marzo , desde el colegio 5050, convocaron a víctimas y familiares del terrorismo de Estado en una semana de actividades organizadas con los estudiantes de los dos cuartos años de la promoción 2020. 

Tras ese trabajo, desde la comunidad educativa decidieron proponer que el nombre de Memoria, Verdad y Justicia a la institución.

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