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Se triplicó la demanda en comedores: piden que el Estado aporte alimentos

Familias enteras acuden por platos de comida, ante la caída de ingresos.
Domingo, 24 de mayo de 2020 01:31

Desde que comenzó la cuarentena, se triplicó la asistencia de personas a comedores, merenderos y ollas populares. No solo van niños, sino también sus madres, padres y abuelos. Dirigentes barriales advirtieron que mucha gente está desesperanzada y como sin horizonte.

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Desde que comenzó la cuarentena, se triplicó la asistencia de personas a comedores, merenderos y ollas populares. No solo van niños, sino también sus madres, padres y abuelos. Dirigentes barriales advirtieron que mucha gente está desesperanzada y como sin horizonte.

A partir de la pandemia se agravó la situación que ya era lamentable a fines del año pasado, cuando más de la mitad de los niños estaba en situación de pobreza. 

Desde Barrios de Pie revelaron que desde hace dos meses no reciben mercadería del Estado nacional y que la Provincia tampoco los ayudó. El trabajo de asistencia alimentaria en 93 centros comunitarios de Salta capital se sostiene gracias a la solidaridad de los vecinos.

Quienes quieran colaborar con estos espacios pueden comunicarse al 3876850224.

Desde el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci) Salta pidieron que se regularice la provisión de alimentos y que haya un control más fuerte en los precios que pagan los consumidores.

De acuerdo con un relevamiento de este organismo, en los dos últimos meses hubo una inflación acumulada del 12 por ciento en la canasta básica de alimentos. El estudio se hizo en abril y se lo comparó con el de febrero, ya que en marzo no se hizo por la cuarentena.

Los más golpeados

La paralización de la actividad económica agravó las condiciones de vida de cientos de miles de salteños, sobre todo, de quienes trabajan en la informalidad.

El director del Isepci, Federico Maigua, advirtió que las principales fuentes de ingreso de los sectores más desprotegidos provienen de los sectores medios, que también se vieron golpeados por la crisis que desató la pandemia.

“Eso lo comenzamos a percibir en las primeras semanas de la cuarentena, cuando aumentó la asistencia a merenderos y comedores”, señaló.

Al principio, esto se vio en los barrios periféricos de Salta, pero, a medida que pasaba el tiempo, se extendió también a los barrios de clase media, donde se hacen ollas populares.

Maigua explicó que, antes, el acudir a una olla popular implicaba un ahorro para la familia. Según el Isepci, el grupo de dos adultos y dos niños en Salta necesita entre 600 y 700 pesos para comer por día.

Reveló que, desde la semana pasada, la gente ya no va para ahorrar, sino porque no tiene dinero para comprar alimentos.

Falta de apoyo estatal

“Hay una situación de deterioro social muy fuerte y los comedores y los merenderos que reciben asistencia alimentaria de parte del Estado están sintiendo una falencia fuerte”, advirtió Maigua.

Mientras la cantidad de gente que va a las ollas populares se incrementó un 300 por ciento, no llega la mercadería para sostener estos espacios.

“No mandan comida después del problema que hubo con la compra de alimentos con sobreprecios en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Aparentemente no se volvió a comprar”, planteó.

“Por un carril, avanza el crecimiento de la pobreza por la pérdida de poder adquisitivo. Por otro, crecen aceleradamente los precios de la canasta básica de alimentos”, advirtió. 

Consideró que debe ser más estricto el control en los comercios minoristas y mayoristas y también en la cadena de producción y comercialización, hasta llegar al consumidor.

En manos de los vecinos

El coordinador de Barrios de Pie en Salta, Ignacio Palarik, expresó que hacen malabares para repartir alrededor de 15 mil viandas de comida por semana, sin recibir apoyo de Nación desde hace dos meses.

Para sostener el trabajo, cuentan con vecinos y comerciantes de los barrios. “La olla popular empieza a ser el símbolo de la solidaridad en este tiempo”, relató Palarik. 

Mucha gente quiere ayudar: ofrecen su casa, cocinan o aportan alimentos. El verdulero dona un cajón de tomates y el carnicero vende más barata la carne o junta algunos pedacitos. “El mismo vecino da una mano porque, si fuese por el Estado, no hay nada”, lamentó.

Palarik advirtió que la crisis empieza a sentirse no solo en el bolsillo sino también en la cabeza: “Esta semana me llamó la atención no solo la cantidad de gente, sino también la desesperanza y la frustración que uno ve en sus caras: el vecino que va con su táper a retirar una vianda de comida está como sin horizontes”.

“Nos parece importante que la gente se quede en sus casas, pero que lo haga con la panza llena. Sin alimentos, es mucho más cruel la pandemia”, planteó el dirigente.

Buscan que el IFE continúe vigente

Advierten que falta celeridad en la aplicación de políticas públicas.

El coordinador de Barrios de Pie en Salta consideró que es fundamental que se anuncie pronto la continuidad del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y que este se extienda a todas las personas que cobran algún tipo de salario social.

Palarik evaluó que, si se divide el monto total de este subsidio, que es de 10 mil pesos, por la cantidad de días que ha durado hasta ahora la cuarentena, la ayuda ha sido de unos 150 pesos por día. “Es casi una burla”, opinó.

“Si bien todos los estamentos del Estado se encuentran desbordados por esta situación, creo que falta celeridad en la implementación de las políticas que se anuncian”, expresó. Planteó que el IFE, que se anunció a fines de marzo, recién los últimos días se estaba logrando cobrar.

“En un primer momento intentaron regular la expectativa que generan anuncios como el IFE o los aumentos en las jubilaciones, con la idea de que lleguen en el momento justo, pero me parece que están demorados”, analizó.

“Lo peor no ha pasado”

Palarik consideró importante no relajarse con los cuidados ante la pandemia por el nuevo coronavirus. Se mostró preocupado por si en Salta se diera el nivel de contagios que hay en las villas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: “Nos damos cuenta de que lo peor todavía no ha pasado”.

“Esto nos lleva a encender las alarmas porque eso se da en lugares donde las condiciones de hacinamiento son altas y donde no están todos los servicios”, señaló.

Advirtió que en estos barrios viven trabajadores informales, a los que les afecta especialmente el parate económico: “Aquí estamos expuestos a que eso suceda y, si se da en los sectores populares, el resultado será mucho más violento”.

El hombre expresó que los representantes de organizaciones sociales y de instituciones en el barrio, los promotores de salud comunitaria y los voluntarios están en la primera línea de combate contra la pandemia, porque sostienen los comedores y los merenderos, entre otros espacios fundamentales.

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