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El Gobierno debe aplicar ya un plan económico preciso

Domingo, 12 de julio de 2020 00:41

La cuarentena en la Argentina atraviesa por su peor momento. El aislamiento y la inactividad son anomalías que alteran la vida de la gente, arrojan sombras sobre el futuro y producen saturación e impaciencia. Aunque los políticos suelen medir estas situaciones en función del mensaje de las encuestas, hoy están obligados a tomar medidas que aseguren la reactivación de la economía y del trabajo.

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La cuarentena en la Argentina atraviesa por su peor momento. El aislamiento y la inactividad son anomalías que alteran la vida de la gente, arrojan sombras sobre el futuro y producen saturación e impaciencia. Aunque los políticos suelen medir estas situaciones en función del mensaje de las encuestas, hoy están obligados a tomar medidas que aseguren la reactivación de la economía y del trabajo.

La destrucción del empleo genuino no se compensa con subsidios de emergencia, entre otras cosas, porque el gasto público ha crecido vertiginosamente, al tiempo que la recaudación, que es la fuente de fondos para ese gasto, cayó a la misma velocidad.

Las medidas de emergencia pueden incluir desbordes, pero solo por un tiempo. Nuestro país presenta problemas estructurales acumulados a lo largo de los años que, con la actual recesión, pueden convertirse en una catástrofe. La tendencia declinante de la economía, a partir del cepo del dólar impuesto en 2011, ha hecho crisis en 2020 y produce una destrucción de capital que, en América Latina, solo sería superada por Venezuela.

Las proyecciones de este año para la Argentina hablan de una caída del 11% en el PBI, un déficit fiscal cercano al 10% y un PBI per capita con la mayor caída, dentro de la región, desde la crisis de la convertibilidad.

Sin recaudación, sin posibilidad de acceso al crédito y para evitar el riesgo inflacionario, es urgente el acuerdo para refinanciar la deuda externa. Sin embargo, no puede ser esa la única preocupación del ministro Martín Guzmán.

Cuando el problema más grande de un país es el económico, el rol del Ministerio de Economía consiste en definir objetivos e instrumentos para superar el trance, lo que no se ha hecho en los primeros siete meses de gobierno.

El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, lanzó las "Mesas Federales de Industrialización Regional" y propuso que las provincias y los empresarios formulen propuestas para concentrar esfuerzos en la salida de la situación actual y empezar a pensar en el perfil productivo de la Argentina.

El programa de reactivación no incluye aún ninguna política concreta, pero sí busca consensuar "cinco ejes de largo plazo para la reactivación productiva". Kulfas es un ministro de claro perfil teórico industrialista, aunque hasta ahora permanece en un segundo plano. Sin embargo, su propuesta es global y contempla el aprovechamiento de los recursos naturales y sus cadenas de valor (agroindustria, hidrocarburos, minería), un Green New Deal ( desarrollo de energías renovables y de la electromovilidad), economía del conocimiento (la información como elemento fundamental para generar valor y riqueza), la industria 4.0 (lo que supone incorporarnos a la cuarta revolución industrial), industrias de la salud y una banca de desarrollo.

A su vez, el ministro se pronunció a favor de exportar más y descartó antinomias como campo vs. industrias y mercado interno vs. mercado externo, características de los debates actuales en nuestro país, y prometió "una macroeconomía estable que ayude al desarrollo productivo". El Gobierno admite que, sin mayor productividad, no bajarán la pobreza, el desempleo y la desigualdad. Además, que destaque que "toda política de desarrollo productivo debe ser una política de desarrollo regional".

El enfoque es impecable, aunque la historia señala que las antinomias políticas y la tendencia de nuestra dirigencia al facilismo han conspirado siempre contra valiosos objetivos, como estos.

Ante el insistente reclamo por un plan económico, el presidente Alberto Fernández había prometido anunciarlo una vez cerrado un acuerdo con los acreedores. En democracia, un plan, si existe, debe ser público. Y en semejante recesión e incertidumbre como la actual, un gobierno no debe mantener ocultos sus propósitos.

Sin un plan económico, el plan de reactivación y de industrialización regional es inviable.

La pandemia es importante, pero la actividad productiva y los servicios, también. El crecimiento del desempleo y la pobreza no van a ser frenados con asistencialismo sino con una economía recuperada.

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