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La "izquierda" contradice la naturaleza

Jueves, 20 de mayo de 2021 02:13

El socialismo "real" y su caricatura actual, el populismo, representan un absurdo total, al proponer, no ya escenarios y propuestas "menos probables", sino directamente imposibles, y es claro que pueden tomarse "caminos" más o menos "probables", pero es evidente que no hay caminos "imposibles" ni forma de transitarlos.

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El socialismo "real" y su caricatura actual, el populismo, representan un absurdo total, al proponer, no ya escenarios y propuestas "menos probables", sino directamente imposibles, y es claro que pueden tomarse "caminos" más o menos "probables", pero es evidente que no hay caminos "imposibles" ni forma de transitarlos.

¿Qué significa lo probable, lo posible y lo imposible?

De acuerdo con la teoría de la Probabilidad, existen eventos que se clasifican en posibles, probables e imposibles. Los primeros son los que pueden verificarse, tanto en forma abstracta o a priori como en su visualización empírica.

Por ejemplo, es posible que, lanzado un dado al aire, al caer muestre el valor 1, 2, etc. hasta 6 y es imposible observar un valor distinto a estos. Por su parte, que salga cualquiera de los números asociados a las seis caras tiene una probabilidad de 1 sobre 6, o sea aproximadamente 0,17.

Ciencia y vida cotidiana

A todo esto, la Física Cuántica, aplicada a la vida cotidiana, nos enseña que cada acto propio y del conjunto de los integrantes de una sociedad tiene, antes de concretarse, una determinada probabilidad (sin duda muy difícil de cuantificar) de concretarse.

Por ejemplo, una persona que recorre cotidianamente la distancia desde su domicilio hasta su lugar de trabajo tiene una probabilidad bastante elevada de tomar el camino A y una menor de elegir B, C y tal vez algunas más, conforme A sea la más confiable y rápida de todas ellas.

Análogamente, este escenario se le presenta a todos los integrantes de la sociedad, sea para sus traslados o sus elecciones de todo tipo.

Por supuesto, estas alternativas se dan, como se decía, a priori, pero una vez tomadas las decisiones, las opciones previas desaparecen y, cuando se mira el diario para ver las noticias (necesariamente de ayer) se puede apreciar cómo resultaron tales decisiones.

 

Los físicos cuánticos sostendrían entonces que, a priori, las personas se enfrentan a "sus funciones de onda de probabilidad", la cual "colapsa" cuando se eligen los caminos posibles a tomar; vale decir, una vez tomadas las decisiones, las otras alternativas ya no cuentan.

Como se decía, por regla general, estas decisiones responden a lo que quienes las toman valoran como "más probables", lo que podría considerarse como más favorables a ellas, y del mismo modo, esa "amigabilidad" es en general acompañada por todos y por la propia naturaleza, la que "sigue el camino más corto" (más favorable o sea, el más probable).

Rompiendo profecías

Como cuestión complementaria, se aprecia que, de ser correcta esta lectura del comportamiento de las personas y la propia naturaleza, no deberían existir los "universos paralelos" de los que se habla frecuentemente, porque el abanico de alternativas desaparece ("colapsa") cuando las personas, o la naturaleza, eligen la opción que consideran más favorable, siendo todas las demás desechadas ipso facto.

De manera similar, es dudoso que sean del todo confiables las predicciones o profecías, especialmente cuando estas se proyectan a décadas o centurias hacia adelante.

En efecto, que la naturaleza y las personas como parte de esta sigan los comportamientos más probables, no quiere decir que estos sean los únicos posibles.

Puesto en un ejemplo, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, lo "probable" parecía que Hitler completaría su dominación de toda Europa, con el silencio cómplice de Gran Bretaña y Francia, en tanto lo "improbable" era lo contrario. Sin embargo, Churchill, el premier británico, se le plantó a Hitler, contra todos los pronósticos y las recomendaciones para "apaciguar" a la fiera, ­y le ganó la guerra!

Tomando otro ejemplo, nadie imaginaría que las sociedades cometan los mismos errores una y otra vez a lo largo de incontables años, ya que esto se consideraría poco probable.

Sin embargo, ahí está la Argentina con sus orgullosos errores sistemáticos durante ochenta años, errores de los que nada hace pensar que habrá de apartarse... aunque esto último es de por sí una proyección de la que no deberíamos confiarnos, tal cual se acaba de sostener.

Los pronósticos de Marx

Trasladando estas ideas al plano de la política y la ideología, es bien sabido que Marx, puesto en papel de profeta, vaticinó el fin del capitalismo y el advenimiento de una nueva etapa en la que la sociedad alcanzaría el "paraíso" de la mano del socialismo "real", esto es, la conculcación de las libertades, la propiedad privada, el comercio y la economía de mercado.

Por cierto, las cosas no salieron como Marx había pronosticado (en principio, no se tienen registros de ninguna profecía feliz o infelizmente cumplidas) y el "paraíso" resultó ser en cambio un infierno, con millones de personas asesinadas en la ahora ex Unión Soviética y sus satélites, China, Camboya, Etiopía, y la lista sigue...

¿Qué salió mal?

Aparentemente, existieron varios errores en lo referente a Marx, su enfoque y las proyecciones que de él extrajo.

En primer lugar, su teoría contiene un error clave, consistente en considerar que el funcionamiento de la economía de mercado incluye un elemento innecesario que sería el rol del empresario, desempeño que podría ser suprimido por lo tanto sin consecuencias.

En los hechos, el socialismo “real” reemplazó a los empresarios por los gerentes de las empresas estatales (empresas que nunca fueron de “los trabajadores”) quienes debían cumplir órdenes de la “nomenklatura”. El problema es que se reemplazaba la forma más “amigable” (o sea, “probable”) de organizar la economía, donde las familias decidían lo que consumían y las empresas lo que debían producir consecuentemente, ajustándose los precios conforme la brecha entre ambas decisiones por un mecanismo de prueba y error, con el resultado de que, en ausencia de este mecanismo, bajo el socialismo “real” se producían bienes que nadie quería y las familias entonces debían procurárselos, con el consiguiente despilfarro de recursos.
En segundo lugar, su análisis de las posibilidades del capitalismo también fue errado, porque los problemas que este enfrentaba (las crisis) pudieron ser resueltas, lo que llevó al “socialismo en un solo país”, en lugar de su universalización, con lo que el socialismo “real” debió competir con el capitalismo “ideal”, con el conocido y catastrófico resultado para el experimento socialista.
En tercer lugar, al aplicarse las ideas de Marx a las economías en concreto, se enfrentó al problema de que los actores principales (familias y empresas) no figuraban en el plantel, con lo que, lo que motoriza las economías, que son justamente los incentivos que ambos protagonistas tienen (ganar dinero las empresas y satisfacer lo más y mejor posible sus necesidades las familias), desaparece en el socialismo “real”, con el resultado de que bajo este sistema se fuerza a la naturaleza, vale decir “se lleva el agua de abajo a arriba”, lo que, obviamente, representa un esfuerzo descomunal porque la naturaleza discurre al revés.
Claramente, cuanto menos tiempo les tome a las sociedades enamoradas del populismo advertir que no se puede contrariar a la naturaleza y que es más fácil valerse de ella que enfrentarla, más rápidamente retomarán el camino “posible” del progreso y el mejoramiento de sus condiciones de vida. 
Después de todo, nadie fabricaría aviones sin alas ni motores enfrentándose a la gravedad (y perdiendo frente a ella) y en cambio, sin violentarla, los ingenieros producen aviones cada vez más seguros y amigables con el ambiente, que, además, vuelan ¿verdad?
 

 

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