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El hombre y la creación

Viernes, 23 de julio de 2021 02:23

El texto de la encíclica Laudato si, publicada hace seis años, fue escrito con la ayuda de un gran equipo de teólogos, filósofos y científicos. Este documento revela no sólo la gran autoridad moral del papa Francisco, sino también su completa familiaridad con muchos conceptos e ideas de la ciencia contemporánea.

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El texto de la encíclica Laudato si, publicada hace seis años, fue escrito con la ayuda de un gran equipo de teólogos, filósofos y científicos. Este documento revela no sólo la gran autoridad moral del papa Francisco, sino también su completa familiaridad con muchos conceptos e ideas de la ciencia contemporánea.

Desde hace unas décadas, una nueva concepción de la vida se abre paso en la ciencia. Se trata de una visión unificadora que integra las dimensiones biológicas, cognitivas, sociales y ecológicas de la vida. En el mismo centro de esta nueva comprensión de la vida nos encontramos con un profundo cambio en las miradas del mundo, ya no como una máquina sino como una red. Esta nueva ciencia de la vida, esta nueva concepción de la vida es la que está siendo desarrollada por grandes investigadores en todo el mundo.

La nueva concepción de la vida involucra un sistema para pensar en términos de conectividad, las relaciones, los patrones y el contexto.

En la ciencia, esta forma de pensar es conocida como "pensamiento sistémico", ya que es crucial para la comprensión de los sistemas vivos de cualquier tipo los organismos vivos, los sistemas sociales, o los ecosistemas. La visión sistémica de la vida es la base conceptual para analizar la encíclica del Papa.

La ética radical defendida por el papa Francisco expresada a veces, pero no siempre, en lenguaje teológico es esencialmente la ética de la ecología profunda.

Desde una perspectiva sistémica, el comportamiento ético siempre se relaciona con la comunidad; es el comportamiento por el bien común.

 

En el mundo actual hay dos comunidades pertinentes a la que todos pertenecemos. Todos somos miembros de la humanidad y todos pertenecemos a la Casa de la Tierra, la biósfera global.

Como miembros de la comunidad humana, nuestro comportamiento debe reflejar el respeto hacia la dignidad humana y los derechos humanos básicos.

Como miembros de la Casa de la Tierra, nuestra "casa común", no debemos interferir con la capacidad inherente de la naturaleza para mantener la vida. Este es el significado esencial de la sostenibilidad ecológica.

La característica determinante de la ecología profunda es un cambio de los valores antropocéntricos (centrados en el hombre) hacia los valores ecocéntricos (centrados en la tierra). Es una visión del mundo que reconoce el valor inherente de la vida no humana, reconociendo que todos los seres vivos son miembros de comunidades ecológicas, unidos en redes de interdependencia.

Francisco habla del hombre como tierra. Las relaciones del hombre con la creación, con el resto de la humanidad y consigo mismo, no se ven aisladas. No es el hombre es el centro, sino la vida. Y el hombre es parte de este sistema.

La ecología humana es inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social. El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos.

Toda la sociedad y en ella, de manera especial el Estado tiene la obligación de defender y promover el bien común. La noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras. Las crisis económicas internacionales han mostrado con crudeza los efectos dañinos que trae aparejado el desconocimiento de un destino común, del cual no pueden ser excluidos quienes vienen detrás de nosotros...

Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional. No estamos hablando de una actitud opcional, sino de una cuestión básica de justicia, ya que la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán.

Los valores de la ecología profunda y sus implicaciones para la construcción de un mundo justo, sostenible y pacífico se elaboran en función de dieciséis principios éticos en la Carta de la Tierra, un documento único mencionado por el papa Francisco explícitamente como fuente de inspiración.

Es impresionante que a través de todo el documento, el papa Francisco utilice un lenguaje científico contemporáneo con total desenvoltura. Los términos técnicos como "paradigma", "reduccionismo", "microorganismos", "partículas subatómicas", "salto cuántico", etc. aparecen una y otra vez. El Papa señala el contraste entre el ritmo agitado de la vida moderna y el ritmo mucho más lento de la evolución.

En la historia del cristianismo, las declaraciones teológicas acerca de la naturaleza del mundo, o sobre la naturaleza humana, a menudo eran consideradas como verdades literales y cualquier intento de cuestionar o modificar ellos se consideró herético. Esta posición rígida de la Iglesia llevó a los conocidos conflictos entre la ciencia y el cristianismo fundamentalista, que han continuado hasta nuestros días. En estos conflictos, se toman posiciones antagónicas a menudo por los fundamentalistas de ambos lados, que no toman en cuenta el carácter limitado y aproximado de todas las teorías científicas, por un lado y la naturaleza metafórica y simbólica del lenguaje bíblico, en el otro. El papa Francisco parece ser muy consciente de este problema y explícitamente enfatiza la naturaleza simbólica del lenguaje religioso.

La visión sistémica de la vida, integrando las dimensiones biológicas, cognitivas, sociales y ecológicas de la vida, está implícito en el marco conceptual de Laudato Si. 
El Papa afirma explícitamente que la solución a nuestros problemas globales requiere una nueva forma de pensar, y él deja claro que lo que tiene en mente es un pensamiento en términos de conectividad y relaciones en otras palabras, el pensamiento sistémico.
El papa Francisco utiliza el término “ecología integral” para referirse al enfoque sistémico, y destaca especialmente la interdependencia de las cuestiones ecológicas y sociales, así como la necesidad de respetar y honrar, las culturas indígenas locales.
Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. 
Por eso, la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. No debemos considerar la ecología sólo como una técnica para manejar recursos escasos, sino sobre todo como un nuevo modelo para relacionarse con la naturaleza, viendo cómo ‘todos los seres conectados entre sí’ forman un sistema inmenso y complejo. 
Desde una ecología ambiental se debe corregir a través de soluciones jurídicas, económicas, tecnológicas los excesos de la voracidad del proyecto industrial mundial, que siempre implica altos costes ecológicos. Y desde la ecología social debemos considerar los problemas ecológicos como manifestaciones de conflictos y carencias sociales.
La ecología profunda, también llamada ecología mental, sostiene que los problemas ecológicos se deben al tipo de mentalidad todavía hoy generalizada. Mentalidad explotadora, dominadora y ególatra que conduce a la guerra, a la violencia, a la discriminación. 
Respecto a la Tierra, se traduce en una sociedad antropocéntrica, centrada en el ser humano como única referencia. Se ocupa por ello de impulsar el desarrollo social, atender los problemas demográficos, erradicar la pobreza, promover unas relaciones humanas y laborales justas, la salud, la educación, el bienestar social y la dignidad humana.

 

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